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𝕮𝖍𝖎𝖆𝖗𝖆 𝕽𝖊𝖎𝖘𝖘

Era agobiante.

Todo lo que sucedía era tan asfixiante que pensé que en algún momento iba a vomitar. No hacía falta mencionarlo, únicamente bastaba con fijarse en mi pálido rostro y en las gotas de sudor que se deslizaban por mi cuello y frente para saber que no me encontraba bien.

Durante el rato en el que había recuperado la consciencia no me había movido ni un solo centímetro de la cama en la que yacía sentada. Por alguna razón mis piernas no me respondían aún si en repetidas ocasiones me había obligado a levantarme para salir corriendo de este lugar al que una y otra vez me explicaban que era mi hogar.

—¿Su alteza? —el llamado me trajo nuevamente a la realidad— ¿Se encuentra bien?

Rápidamente mi atención se desvió hacía Philiph Jones, un hombre que aparentaba de más de sesenta años de edad por las continuas arrugas de su rostro y su abundante melena platinada, que se hacía llamar médico imperial, y quien ahora mismo estaba a cargo de hacerme una inspección para asegurarse de que me encontrara bien en cualquier sentido de la palabra.

Me aclaré la garganta antes de responder.

—Creo que hay una equivocación.

El médico me observó confundido, como si no entendiera a lo que me refería.

—¿Por qué habría una equivocación?

—Porque siguen llamándome "su alteza" y yo no soy una noble.

Nuevamente estaba aquella expresión confusa en su rostro que me hizo pensar que seguramente yo era la que estaba enloqueciendo, pues no le hallaba ningún sentido del porqué yo estaba en un lugar como este.

—¿Por qué dice que eso? —me cuestionó esta vez de forma cautelosa.

—Porque soy una plebeya —mencioné como si fuera obvio—. Solo hay una mujer a la que se le puede llamar con un honorifico de esa magnitud y esa es Historia Reiss, la reina.

El médico soltó una sonora bocanada de aire como si quisiera comprender el mundo en el que yo me encontraba. Su expresión mostraba preocupación, como si ya tuviera en mente el posible problema por el que pasaba.

—Dígame, su alteza...

—No soy una princesa. —recalqué intentando que mi voz no sonara molesta.

Philiph carraspeó su garganta asintiendo.

—Perdón. —rápidamente corrigió—. Señorita. —remarcó— Entonces, ¿quién es usted?

—Soy ____ Kirchstein.

El hombre levantó las cejas con sorpresa.

—¿ ____ Kirchstein?

—Si, ____ Kirchstein.

El hombre se removió en su lugar. Parecía estar inquieto por el simple hecho de ver lo segura que estaba al pronunciar mi nombre, confirmando al momento que algo iba mal. Su mirada viajó hasta el suelo en donde permaneció ahí un par de segundos, antes de subir a mi nuevamente.

—Y... ¿Cuántos años tiene?

—Veintitrés años, pero...

—¿Pero?

—Yo morí.

La habitación quedó sumergida en un silencio sepulcral que me provocó severos escalofríos que me pusieron la piel de gallina. Esperaba un sin fin de reacciones por parte del mayor, pues mi confesión podría hacerme ver como alguien que había perdido completamente la cabeza; no obstante, Philiph se mantuvo tranquilo y con su atención muy puesta en mi, analizando lo que le acababa de decir.

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⏰ Last updated: May 12 ⏰

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Nuestra Promesa [Levi x Reader] Temporada 2 (En edición)Where stories live. Discover now