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—¡Gustabo García!

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—¡Gustabo García!

Cuando a sus oídos llega su nombre, se levanta y camina en el espacio de ambas filas de butacas por mero instinto, pasando y mirando a algunos alumnos —entre ellos sus amigos— sentados en sus pupitres en fila de reojo, como si con la mirada le desearán suerte al rubio.

Se mentiría si dijera que no la necesitara, porque si, puede ser demasiado frívolo si de sus notas se trata y tiene más que claro que podría ganarse la vida de muchas otras maneras gracias a las posibilidades que tiene al haber nacido con un pico de oro, su boca e inteligencia eran su fuerte y no depende de pequeños números; el problema era que al final del día seguía teniendo padres, padres que lo matarían al ver que sus calificaciones son para meterse un tiro en la cabeza.

Toma entre sus manos la hoja que le tendía la profesora, que por cierto, ni siquiera se dignaba a mirarlo a la cara a propósito.

Mala señal.

Regresó casi corriendo a su pupitre, como si de una huida se tratara, aventándose a la silla de madera y, cuando estuvo en una posición cómoda sobre la madera; comenzó a leer la bendita hoja que contenía sus calificaciones.

7... 7... 8... 6... 7... 9... 8...

...

5

Su único y maldito cinco tenía que ser en matemáticas, justo en una de las materias más básicas y que obligatoriamente debe tener un número mayor que cinco.

Suspira pesadamente y arruga la hoja entre sus puños. Ahora tendría que quedarse después de clases a tomar una clase obligatoria extracurricular con la intención de "mejorar su promedio" en el próximo semestre. El sistema educativo de Los Santos tiene la idea de que, con unas cuantas clases de más, la calificación subiría por lo menos un punto más.

¿Cómo lo sabía? Yun Kalahari, uno de sus tantos amigos y socio cercano, tenía la costumbre de reprobar esta famosa materia y casi todos los días tenía que ayudarlo a escapar de ahí solo por ser su colega.

Gracias al asiático había escuchado rumores de las extracurriculares, como que parecía más regularización por el tipo de alumnos que llegan a parar ahí, o que en ese pequeño salón se llegaban a traficar y vender diferentes tipos de cosas tanto ilícitas como comunes pero que para adolescentes de 17 a 19 años era difíciles de acceder.

Era como un mercado negro que pasaba completamente desapercibido porque... ¿a quien le importa la clase de los reprobados? Exacto, a nadie, o al menos así era hasta que estos rumores empezaron a extenderse por toda la escuela como pintura sobre agua, y la institución se vio obligada a asignar un tutor a esta clase que les enseñara modales y como no, matemáticas a los alumnos reprobados —además de intentar quitarle esa mala reputación a dichos adolescentes—

𝐓𝐄𝐀𝐂𝐇𝐄𝐑'𝐒 𝐏𝐄𝐓 || 𝐈𝐍𝐓𝐄𝐍𝐀𝐁𝐎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora