- Va Mimi, tranquilízate y me cuentas ¿vale? -- asentí - No hay prisa cariño. 

- Es que -- miré hacia arriba, para reprimir mis lágrimas - buah... 

- ¿Te he dicho ya que pareces un suricato cuando intentas retener tus lágrimas? -- me dijo sonriendo. 

- Sí, algo así me suena que me has dicho alguna vez. -- Dije, ambas nos reímos recordando aquella vez en la academia. Bueno, al menos yo recordé ese momento justo, del cual ya habían pasado casi cuatro años. 

Qué rápido pasa el tiempo. 

Cuando nuestras risas cesaron pude ver en su mirada que necesitaba esa conversación tanto como yo. Tenía muchas dudas, de las cuales buscaba respuestas para poder comprender toda aquella situación, y ahí estaba yo, en su habitación, para darle respuestas a todas ellas, y a las que ella  estaba dispuesta a escuchar depositando plenamente su confianza en mi sin yo haberle dado un solo motivo para que confiara.

Apoyé mi espalda en el cabecero de la cama y eché la cabeza hacia atrás emitiendo un suspiro, a la par que ella entrelazaba nuestras manos de nuevo. 

- Gracias. -- Le dije. 

- ¿Por qué? -- Preguntó. 

- Por estar. 

- Voy a estar siempre, Mimi. -- Dijo, volviendo a acariciar mi mano con su pulgar delicadamente. - Y más ahora que lo necesitas como nunca. 

- Ya, pero en esta ocasión he sido una completa gilipollas. -- Admití. - No te merecías nada de esto. 

- Por mucho que pase el tiempo siempre voy a estar por muy tontas que seamos. -- me miró a los ojos. -- Ah, y no vuelvas a llamarte así que no me gusta, porque no lo eres. -- Añadió. 

- Pero si lo he sido no hay que buscar otro nombre a las cosas. 

- Bueno, podemos hacer una cosa. 

- ¿El qué? -- pregunté. 

- Me puedes contar todo lo que ha pasado y yo saco mis conclusiones. 

- Me parece bien. 

Tras estas palabras el nerviosismo volvió a mí y empecé a jugar con los dedos de su mano. 

- A ver, voy a intentar explicarme lo mejor que pueda. -- Solté un bufido. - Solo te pido que me dejes explicártelo todo y ya luego tu decides que hacer. 

- Lo haré. 

Me recoloqué en la cama para así verla mejor. 

- El día fatídico, por así decirlo, el día que me notaste rara. -- Asintió. -- Dos días antes, Daniela me envió un mensaje diciéndome que estaba en Madrid y que necesitaba que hablásemos sobre un tema que me incumbía de China. Sabía que viniendo de ella no podía ser nada bueno, pero como una completa inútil me dirigí a su casa después de los ensayos.

Me miró animándome a que continuase. 

- ¿El bar donde te encontraste todo el percal?

- Sí. 

- Bueno pues me dijo que bajásemos a un bar porque sabía que quedándonos ahí iba a gritarle y a romper todo lo que llevaba consigo. Y sabía que llevándome a un bar no la iba a liar.

- ¿Y tú aceptaste ir al bar sin problemas? 

- Sí... Es que no sabía qué hacer ni qué panorama se me presentaría y no lo pensé mucho. Cuando llegamos al bar estuvimos cinco minutos sin hablar y me levanté para irme pero me retuvo y me dijo que me sentase. Acto seguido sacó su móvil y me enseñó unas fotos. 

Vuelves (TERMINADA) // Warmiحيث تعيش القصص. اكتشف الآن