Si sabía a qué olía el trigo tostado, el limón en la ropa recién lavada o el esmalte de uñas que a veces usaba.
Tenía sostenibilidad básica en el tema como para defenderse y saciar su curiosidad.
¡Pero simplemente Tsukasa Yaki no sabía a qué caraj...
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“De modo que volviendo a los signos primaverales, una de las cosas que descubres es que el sol huele. En realidad, nunca asociamos los rayos solares más que con sensaciones térmicas o visuales. Pero, curiosamente, también tiene una incidencia en lo olfativo”.
— Diario de Mallorca — Olor a Sol
Por Carlos Garrido 01·03·12 | 07:30
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Como un narrador que trata de no pasar nada por alto, faltan otras dos o tres cartas en la mesa.
Yaki se la pasa leyendo libros de poemas y escribiendo uno que otro, pero no era profesional. Lo hacía porque sonaban bonitos, le encantaba la idea de que rimen así sean cortos, que tengan ese flechazo directo a su corazón por usar palabras lindas, pero palabras que ella conocía y entendía.
Su hermano Iizuna no supo en que la estaba metiendo cuando dijo eso. Quizás estaba tan concentrado en la conversación de los olores que olvidó por breves instantes que su hermana además de ser excéntrica, un hada de las nubes, bonita y prospera, es que también es alguien muy directa.
Usar el sarcasmo o la ironía con ella es una perdida de tiempo. No lo capta. No lo entiende.
Para mejor descripción, digamos que ella se lo toma todo muy literal. Tal cual. Cuando él tenía 10 años, llovía tan fuerte afuera que le dijo a una Yaki de 8 años recién cumplidos, que parecía que estaban lloviendo perros y gatos. Su inocente hermana se asomó preocupada porque de verdad creyó que cuadrupedos y felinos caían del cielo.
