3

10 1 3
                                    

-Te mostraré como se hace -dijo Yuril, tomando el pincel con el dedo índice y pulgar, comenzó a dibujar en el aire con rápidos pero elegantes movimientos. Desde la punta de su pincel brotaban gruesas líneas brillantes en tono azul, las cuales envolvían al mago, danzando a su alrededor. Poco a poco y a medida que el mago se detenía, las líneas desaparecieron, como si fuesen absorbidas por su cuerpo. Tras esto, el viejo comenzó a toser, frotándose ambas manos, cansado.

- ¿Se encuentra bien? -Lotus intentó acercarse, pero el anciano le indico que permaneciera sentado.

-Bien... cof, cof... estoy... bien -dijo apenas pero más calmado, aclarándose la garganta.

-Viejo... ¡eso fue increíble! ¡Y hermoso! No sabía que la magia fuese tan hermosa, ¡como cientos de diamantes diminutos o mucho mucho polvo de oro! -exclamaba Lotus, sacudiendo las manos en el aire y moviendo el cuerpo de un lado a otro con excitación.

-Ya, ya, calma, no hagas alboroto -volvió a toser, tragando saliva esta vez- Tú, debes escoger uno de estos, esa es tu prueba. Luego de eso, veremos si hay algo de magia dentro de tu escuálido cuerpo -dijo el viejo, picando a Lotus con su pincel en el brazo.

"Todos los seres vivos tienen magia, pero no todos puede usarla", había dicho Yuril al impaciente Lotus hace unos treinta minutos o más. El anciano preparaba un té en su vieja tetera de cerámica negra mientras esperaba a que el niño tomara una decisión. Tenía frente a él una caja de madera de 30 centímetros de largo, por seis de ancho, llena de diferentes tipos de pinceles y él, solo podía tomar el que, en palabras del mago, fuese "el puente perfecto, entre su magia y el mundo". ¿Cómo sabría Lotus cuál era ese puente perfecto del cual hablaba Yuril? ¿Debía sentir algo especial? ¿El pincel brillaría si pasaba la mano sobre él? ¿Qué se supone que tenía que esperar? Las dudas no paraban de aflorar en su cabeza y estas le impedían hacer algún movimiento.

-Si no lo intentas no lo vas a lograr -le recordó el viejo, probando su té y sacudiendo la cabeza como un perro mojado-. Que amargo...

-Ya, si lo intento y tomo el equivocado, entonces no va a enseñarme. Me tomaré mi tiempo, si no le importa -dijo Lotus inflando las mejillas.

-Siéntelo, muchacho. Veras, como dije, todos tienen magia en su interior, pero la mayoría no tiene la suficiente como para utilizarla y hacer levitar un calcetín -explicó nuevamente, colocando cuatro cucharadas de azúcar a su té-, si la tienes, lo sentirás.

Lotus suspiro. De todos los pinceles, dos llamaban poderosamente su atención. Era un par bastante lindo a sus ojos, con su mango de suave marfil tallado, la férula de brillante plata y la delgada punta de pelo blanco. Había muchos pinceles similares, pero esos dos destacaban por ser el único par. Con cuidado, tomo los dos pinceles, uno en cada mano, y repitió los movimientos que había visto del anciano hace unos minutos atrás. Desde la punta de ambos pinceles, comenzaron a emanar delicadas líneas de magia en un hermoso color liliáceo. Lotus podía sentir como un suave calor recorría su cuerpo, desde su pecho hasta sus dedos. El brillo del hechizo hizo que Yuril apartase la taza de su cara para poder observar al niño que sonreía mientras observaba la magia que brotaba desde su interior.

El mago estaba estupefacto. Nunca había visto a alguien repetir un hechizo a la perfección luego de verlo, menos a un mago con dos pinceles. Lo que Lotus estaba haciendo era imposible, utilizar un puente mágico sin tinta y materializar la magia llevaba años para los magos más hábiles, ni hablar de la proeza de utilizar dos pinceles al mismo tiempo.

-Maestro Yuril, ¿Cómo lo hice? -preguntó Lotus, inclinando el cuerpo hacia adelante.

Yuril dejó la taza un lado, rascándose la cabeza con un dejo de preocupación. Lo mejor era no decir nada al pequeño. Lo tomaría como aprendiz, pero no iba a permitirse cometer el mismo error dos veces.

-Bueno... bastante bien, si... Definitivamente puedes utilizar tu magia... -dijo con ligereza, cerrando la caja de pinceles- Así que creo que puedo enseñarte unas cuantas cosas... Vuelve mañana temprano para tu primera clase.

- ¿De verdad? ¿Lo he hecho bien? -el niño se levantó emocionado, dando saltos de felicidad- ¡Genial! Gracias, Maestro Yuril, ¡le prometo que me esforzare! ¡No voy a defraudarlo!

-Si... si... eso espero muchacho, eso espero... -murmuró para sí, mirando las marcas gruesas de tinta que rodeaban sus muñecas.

El Ascenso del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora