8. Follow the yellow brick road

Começar do início
                                    

Pero por más que se esfuerza no es capaz de recordar. 

Cuando vuelve a abrir los ojos, Silvana está sentada aún más cerca, invadiendo de forma inaceptable su espacio personal. 

Le llama la atención verla vestida de negro. Ella suele decir que es un color que la envejece. 

- Yo no...

Intenta buscar una excusa, dilatar la respuesta, ganar tiempo al menos para hacer memoria. 

- Te advertí lo que pasaría si no haces lo que te pedí, ¿verdad?

Su voz está demasiado cerca y también su cara. Sus labios son demasiado fijos y ese perfume dulzón de pachuli que preparan especialmente para ella en una tienda de la Calle Hortaleza, le da ganas de vomitar. 

Como sigue sin poder moverse, Aitana intenta retroceder pero tampoco de eso es capaz. 

- ¿No te daría mucha pena no volver a ver a Sopa, Aitana?

Le vienen a la mente imágenes y frases sueltas de una discusión. Una amenaza. 

Después un movimiento equivocado en el coche y un aullido de dolor.  

Pero todo es muy confuso. 

- Es más, sería una verdadera lástima que le pasara algo ¿no?

No entiende como lo hace Silvana para que su voz suene todavía más cerca. Es como si estuviese hablando desde dentro de su cerebro. 

Quizás sea algo que haya aprendido haciendo teatro. 

O brujería. 

Lo único que le queda claro es que tiene que proteger a Sopa, sacarla de esa casa. 

Puede que incluso salir ella, ya que se pone a la tarea. 

Pero no puede moverse. 

Ni levantarse. 

Ni respirar. 

No puede, tan siquiera gritar. 

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Cuando abre los ojos sobresaltada se encuentra la mirada de Luis clavada en ella. 

Tiene la boca seca y su corazón va a mil por hora. Nota la sangre galopando por sus sienes y le cuesta respirar, pero está bastante segura de que no ha gritado. 

Cree que acaba de tener una pesadilla en la que Silvana la amenazaba pero ha abierto los ojos y se ha encontrado con los ojos de Luis Cepeda clavados en ella. 

Esa es, normalmente, la parte que pertenece al mundo de los sueños. 

Fuerza a su trabajo a trabajar más deprisa para intentar comprender la situación. 

Desde una cama a un par de metros de ella, Luis la observa medio incorporado sobre la almohada. Medio cubierto por la sabana.

Pero ni media sonrisa. Está completamente serio.

A Aitana le viene a la memoria una palabra. 

Mañana. 

Fue lo último que le dijo la noche anterior. 

No como promesa, sino casi como una amenaza. 

Tampoco fue un sueño, todo lo que recuerda de golpe. 

Debía haber supuesto que Luis sabría que había algo extraño en su huída a medianoche. 

Después de todo, siempre ha sido capaz de leerla con insultante facilidad. 

Cambio de rumboOnde histórias criam vida. Descubra agora