7. If we walk far enough

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Tiene miedo y quiere llorar. 

No se atreve a tumbarse pero encoge las piernas hasta poder abrazar sus rodillas y espera a que las primeras lágrimas calientes, se filtren a través de la tela del pantalón. 

Murmura otra vez unas palabras de súplica, pero esta vez tienen un nuevo destinatario. 

No es la primera vez que las pronuncia y no siempre ha visto respondidas sus plegarias. 

Tiene que confiar. Si no la ha dejado tirada hasta ahora, a pesar de los muchos méritos que ha acumulado, no lo hará. 

- Por favor Luis- lo dice en voz alta contra sus manos- porfa encuéntrame. 

Quizás, solo quizás, no haya perdido la fe en todo. 

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Luis y Bárbara tienen la desventaja de haberse dado cuenta un poco más tarde de que iban a formar parte de una persecución. 

De forma que en unos minutos han perdido el rastro de los dos que llevan la delantera. 

Luis se detiene en seco y suelta una buena de profanidades. Cuando levanta la vista se encuentra con una imagen desde el pórtido de una iglesia que le juzga con gesto severo y está a punto de mumurar una disculpa. 

Barbara evita a duras penas chocarse contra su espalda e suelta un par de juramentos de cosecha propia. 

No hay rastro del ladrón, ni de la mochila. 

Pero, sobre todo, no hay el menor rastro de Aitana. 

Que está sola en una ciudad extraña, sin teléfono y sin dinero. 

- Joderjoderjoderjoderjoderjoder

Luis se aguanta a duras penas las ganas de darle una patada a la pared de piedra. Si solo por una puñetera vez en su vida, Aitana se hubiera parado a pensar en lugar de actuar por impulso, no estaría en esa situación. 

Barbara espera paciente a que deje de blasfemar y se muerde el labio con preocupación. 

También ella es consciente de lo complicado de la situación, pero es probable que sea capaz de pensar con más frialdad en ese momento. 

- Quizas...- al ver el estado en el que se encuentra, se imagina la reacción que van a tener sus palabras de forma que duda unos instantes antes de continuar- quizás lo mejor sea volver al puerto, es el último lugar donde nos vimos. 

Luis se gira hacia ella y abre la boca. En cualquier otra circustancia, si la persona implicada fuese otra, es consciente de que le daría la razón a Bárbara. 

Es la opción más sensata. 

Pero en ese momento solo puede pensar en el miedo que tiene por lo que pueda pasarle a Aitana y esa emoción ahoga la sensatez. 

Todas las barreras que normalmente es capaz de poner en lo que tiene que ver con ella, están anuladas por el pánico. 

- No pienso dejarla tirada. 

Su voz suena más aspera de lo que pretendía. 

Bárbara se muerde la lengua, antes de contestarle que eso es, precisamente, lo que hizo esa misma mañana en el aeropuerto. 

En ese momento tiene claro que Luis no atiende a razones, aunque ella está tan cansada y le duelen tanto los pies que le cuesta empatizar con él y no mandarle a freír puñetas. 

Ese día ha empezado hace millones de horas y Bárbara está bastante segura de que ni siquiera el mejor sexo del mundo podría compensar conseguir una cama, una ducha y una hamburguesa en la próxima media hora. 

Cambio de rumboWhere stories live. Discover now