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No recordaba nada, y si llegaba a hacerlo, escuchaba voces, música y podía sentir el sabor del alcohol cuando recién lo estaba bebiendo. Pero nada específico o claro.

Lee Donghyuck sentía que la había cagado en grande, porque si era un desastre estando sobrio, ebrio se superaba. Y más teniendo en cuenta en la situación que se encontraba, ¡En la casa que era la fiesta!

Y perdió la cordura en el momento que abrió sus ojos con un dolor de cabeza horrible y el cuerpo pesado, ese mismo instante en que notó que no se encontraba en la habitación de Minho, como hubiese sido normal, siempre dormían juntos y no sería nada extraño que su borracho cerebro lo llevase hasta allá. Sin embargo, la pared de color blanco, la cama pegada a la ventana, el estante de libros y el pequeño sofá, no eran parte de la decoración de su mejor amigo.

Había despertado en la habitación de Mark Lee.

Para su suerte, la ropa se encontraba en su lugar, a excepción de la chaqueta de cuero y los zapatos en el sofá. Tan ordenado como es característico de Mark. Y sólo así pudo respirar en paz. Sin embargo, había algo, un recuerdo, se podía escuchar a sí mismo diciendo unas palabras que le sonrojaron las mejillas y, si no fuera por la claridad de todo, no habría creído que su yo borracho hubiese caído tan bajo como para decir eso.

Quédate conmigo, sólo unos minutos.

Sentía vergüenza, muchísima. Y lo peor era que no recordaba la reacción de Mark, lo cual lo hacía horrible y le permitia imaginarse un montón de posibles respuestas de parte del canadiense. Todas negativas.

Por inercia, en el momento que escuchó como unos pasos se acercaban a la habitación y la puerta era abierta, cerró sus ojos. No se sentía preparado para afrontar a Mark y todo lo que probablemente hizo y dijo. Porque ni siquiera a sí mismo se tenía fe. Había hecho el ridículo, y aunque no lo recordara, estaba más que seguro de este hecho.

─Sigues haciendo lo mismo, pero nunca te ha funcionado ─le dijo Mark, cerrando la puerta detrás de él y dirigiéndose hacia la gran y cómoda cama.

Primero abrió un ojo, Mark lo estaba mirando desde arriba con las cejas alzadas, entonces supo que hasta allí había llegado su pésima actuación. Abrió el otro y suspiró, haciendo una mueca.

─¿Qué tan patético fui del uno al mil? ─preguntó con la voz débil, sentándose en la cama y llevándose un mareo de regalo.

Pero Mark no estaba de acuerdo en eso.

─De hecho, no fue así. Solo te pasaste de copas, igual que todos.

─Y tú sigues siendo pésimo también ─dijo con una mueca, el canandiense sonrió debido a esto.

─Logré que te lavaras los dientes ─Mark detuvo la misión de mirarlo con ojitos de corazones y se giró. Caminó hasta su clóset en busca de ropa, Donghyuck asumió que era para los chicos abajo.

No quería ni imaginarse cómo se encontraban ellos. Donghyuck, por su lado, tenía un dolor de cabeza horrible, y de suerte no vomitó toda la casa o se pasó haciendo el ridículo. Pero conocía a Jaemin, Minho y Changbin borrachos, y desde el fondo de su corazón, esperaba que no hubiesen terminado hechos un desastre. O al contrario, que hayan hecho algún desastre.

─Tenemos una conversación pendiente, ¿no lo crees?

El ambiente no era el más agradable.

Desde parecer verdaderos zombies andantes, hasta tomarse litros de café y energizante, aquellos chicos comenzaban su día. Fueron despertando de a uno, y con el paso de los minutos, se veían peor. Pieles pálidas y secas, ojeras, maquillaje corrido, cabello desordenado. Como si hubiesen estado toda la noche bebiendo veneno, lo cual, no estaba tan alejado de la realidad. Muchos de ellos todavía no eran conscientes de lo que hacían, su cerebro les enviaba una orden pero se quedaban estáticos, sin saber a dónde ir o qué decir.

Rebel Babies (En edición)Where stories live. Discover now