Destino

Sentimientos

Juliana salió del aeropuerto en un auto que había rentado, ya lo tenían listo para ella desde esa mañana que había hecho una llamada... iba a necesitarlo para moverse con facilidad en la ciudad... A pesar de ser una mujer que podía tener todo lo que quisiera, no cambiaba su forma de ser tan sencilla. Por eso declinó la propuesta de tener un chofer para ella durante su estancia en la ciudad.

Mientras conducía hacia la casa de su madre, una sonrisa se asomó en sus labios, su mente no dejaba de mostrarle imágenes de aquella hermosa mujer. Su mirada, su voz, sus labios, aquella risa que hacía que se formaran unos hoyuelos en sus pómulos.

Apenas se habían despedido y ya sentía que extrañaba su presencia. Nunca había sentido algo así por nadie, en su trabajo se había topado con mujeres hermosas, modelos internacionales y por las que cualquiera daría todo por pasar un momento con ellas, pero Juliana nunca sintió más allá de una simple atracción física.

Con Valentina fue diferente, hubo algo más que atracción, es cierto que la belleza de la castaña la dejó sin habla y ni que decir de esos ojos azules que la hipnotizaron, pero más que todo eso, fue una sensación de familiaridad, un click, una pieza que faltaba en un rompecabezas, una conexión, incluso antes de cruzar palabras, ya sabía que esta mujer era diferente a todas. Fue un sentimiento desconocido para ella, pero después de hablar con la chica durante el vuelo, fue que se dió cuenta que nunca la olvidaría, incluso si esa era la única vez que sus caminos se cruzaban en esta vida, sabía que siempre la recordaría. Una mujer como ella no se olvida jamás, pensaba.

Su sonrisa se borró cuándo pensó en aquel chico, su novio. De pronto sintió una punzada en el pecho al pensar que él era quién ocupaba los pensamientos de la ojiazul, recordó el besó que le dió y agitó la cabeza tratando de deshacerse de esa imagen.

Tal vez lo mejor era dejar ese encuentro fugaz en el pasado y como un recuerdo bonito. Empezaba a tener dudas respecto a comunicarse con ella como se lo había prometido a la chica.

Juliana estaba segura sobre su sexualidad, desde que era una adolescente se dió cuenta de la atracción que sentía hacia las chicas, no fue hasta que salió de México en busca de mejores oportunidades que comenzó a explorarla. Se rodeó de mujeres hermosas y conforme su fama crecía, podía tener a quién quisiera.

Su madre constantemente le preguntaba si tenía novio o si había algún chico que le gustara. Hasta que un día decidió decirle la verdad, era más fácil confesarle todo por teléfono que viéndola a los ojos, no hubiera podido soportar la mirada de odio o decepción de su mamá.

Ella era su única familia y tenía tanto miedo de su reacción, pero quería ser libre, no quería esconderse de la única persona en el mundo que en verdad le importaba, necesitaba la aprobación de su madre, aunque sabía que Lupe era muy tradicional, tenía la esperanza que la entendiera y la siguiera amando.

Cuándo hubo silencio en la línea después de su confesión, sus miedos se intensificaron, un nudo en la garganta se formó sin dejarla decir nada más. Después de ese silencio tortuoso dónde ninguna decía nada, miró su teléfono pensando que su madre había colgado la llamada.

—¿Ma?—Habló con miedo en su voz.

Esperó hasta que por fin escuchó que Lupe se aclaró la garganta, solo para decirle que la amaba y que hablaban después. No volvieron a tocar el tema, cuándo ella quería hacerlo, Lupe la interrumpía y hablaba de cualquier cosa. Si su madre se negaba a hablar sobre eso, ella no forzaría nada hasta que estuviera lista.

Varios meses después, se dió la oportunidad de volver a hablar del tema, Lupe pensó que había fallado en algo y se culpaba... hasta que Juliana le explicó que ella no tenía la culpa de su orientación sexual... después de un poco de llanto por parte de ambas y de Lupe disculparse por haberse cerrado a la realidad, llegaron las sonrisas y la aceptación.
La confianza entre ambas se reanudó, por fin podría hablar de todo con ella sin esa máscara que usó por tantos años.