único

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"Quiero que sepas que soy una bola de espejos, te mostraré cada versión de ti ésta noche, brillando hermosamente, y cuándo me rompa, será en un millón de pedazos"

Las lágrimas calientes seguían rodando por su rostro, sabiendo saladas al chocar contra sus labios. Se obligó a respirar por la nariz y a soltar el aire por la boca. Su aliento tibio empañó el espejo que reposaba frente a él en su pequeño baño.

Jean escuchó la puerta de su casa siendo cerrada con suavidad, pero él aún así la escuchó. Se apresuró a abrir el grifo del lavabo y acercó sus manos temblorosas al agua fría y sin meditarlo, hundió su rostro en el agua helada un par de veces.

"¿Jean, cariño? ¿Estás ahí?"

"Cállate cuando no haya nadie alrededor, cariño, me encontrarás en mis puntillas más altas, girando en mis tacones más altos, amor, brillando sólo para ti."

Jean no respondió, al menos no de manera verbal. Con manos temblorosas abrió la llave de la regadera y dejó que el agua corriera mientras el quitaba sus pantalones y su camisa, quedando solo en ropa interior, escuchando cómo los sonidos sordos de los pies de Marco subían las escaleras.

No quería verlo, no en ése estado. Así que hizo lo que siempre cuándo Jean se ponía mal. Se deshizo de su última prenda y se dejó empapar por la lluvia artificial que su regadera le brindaba, y mientras las gotas le empapan el cabello, comenzó a llorar otra vez, escuchando los pasos de Marco detenerse frente a la puerta.

Asustado, Jean guió su mano a su boca, ocultando cualquier sonido que pudiera delatar su estado, pero Marco no preguntó nada, no había necesidad, él sabía todo

"Hola Jean, he vuelto del trabajo, apuesto a que no adivinas que pasó hoy mientras..."

Marco se deslizó por la pared, sentándose fuera del baño. Sabia que eso ayudaba un poco, hablar con su chico cada vez que éste estaba mal mientras se daba una ducha, ayudaba a ambos, y Jean le agradecía que fuera tan paciente con él, así que se permitió llorar mientras Marco contaba cómo sus compañeros de trabajo habían tenido un aumento que ni Marco ni él necesitaban.

Jean se encontró pensando en que debería comprar nuevos muebles mientras volvía a sollozar contra la palma de su mano.

"Quiero que sepas que soy una bola de espejos, puedo cambiar todo de mí para encajar, tú no eres cómo los demás, los juerguistas de disfraces ebrios mientras ven mis bordes rotos brillar."

La mano de Marco acunaba su rostro aquella mañana. Su cabeza daba vueltas y la luz que se filtraba por las cortinas le lastimaba.

Jean, en vez de despertarse y apartar a su novio como lo hacía cada vez, se permitió disfrutar de la cálida sensación de su suave palma contra su mejilla. No era suficiente para él. Jean se movió más cerca, buscando el calor de su cuerpo contra el suyo. Marco se removió ante ése pequeño movimiento, pero a Jean no le importó, estaba cansado de alejar a su novio todo el tiempo.

Ayer habían sido invitados a la celebración de la empresa dónde Marco había comenzado a trabajar tan pronto como él se había mudado con Jean (no lo hablan o lo decían en voz alta, pero Marco pasaba más tiempo en casa de Jean que en la suya, tenía incluso su cajón de ropa y un cepillo de dientes que Jean le había comprado cómo indirecta para que supiera que el moreno era bien aceptado en su hogar), habían bebido demasiado que incluso había olvidado como habían llegado a casa.

m i r r o r b a l l; jearcoWhere stories live. Discover now