⪧ 𝔻𝕠𝕔𝕖 ⪦

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«Bueno, entonces vete tú a darle caza a ver si eres tan bueno.» me cuestioné.

―Que así sea ―opté por decir en voz media. No sé si haya alguna cámara grabándome, pero de todos modos me vino bien abrir la boca: permanecer dos días en absoluta mudez me ha implantado la idea de que podría quedarme mudo de seguir así. Tomé mis cosas, blandí el guan dao con firmeza y me salí de la cueva.

El campamento de Madeja no quedaba muy lejos. En el camino fui comiendo frutos que traía en la mochila. Y ya iba siendo hora de conseguir más suministros, por cierto. Me pondría a cazar después de mi investigación.

Llegué y lo primero que hice fue quedarme en el borde. No iba a repetir la equivocación de la chica del 3, Gamma, de activar una trampa y atraer a visitas indeseadas. Mirando al piso me encontré un cuchillo ligeramente escondido en un manojo de hierba. Tal vez no sea prudente analizar este lugar a nivel de suelo, así que, pensándolo bien, decidí trepar por uno de los árboles enclenques que rodeaban el campamento y me asomé por una abertura en la copa.

Había una especie de hamaca hecha de la misma tela que cubría el puente de la Cornucopia, así que dudas descartadas. La fogata, bastante bien hecha, hay que reconocerlo, aparentaba llevar poco tiempo de haberse apagado, pues aún tenía algunas brazas apenas brillantes.

¿Por qué este niño pondría una hamaca a un nivel tan visible? Debería estar más arriba. Pero los árboles no se lo permiten, es verdad. No encuentro rastros de comida, como huesos, pellejos o restos de frutos. Y no son cosas que en dos días se biodegraden. Aún tendría que haber señales de que Wooly Cottonbush ha estado comiendo en este mismo sitio, o que siquiera ha puesto un pie por aquí.

Me pasé un rato analizando con cautela el campamento, pero es que, por más que rebuscara, no parecía que fuera yo a encontrar nada. Incluso llegué a pensar que esta no era más que una trampa puesta para despistar, lo cual tendría mucho sentido, ya que ha funcionado a la perfección la otra noche, cobrándose dos víctimas.

Corté una rama larga, delgadita y fácil de manipular, con la cual me puse a picar el suelo del campamento en búsqueda de trampas ocultas a la espera de cazar inocentes. Pero esto también me hizo pensar: ¿qué pretendía Wooly poniendo trampas, si él no sabía blandir armas? Por un breve momento contemplé una alianza secreta entre él y los Profesionales. Lo descarté rápidamente: Madeja no hubiera hecho todo ese lío de cubrir el puente cuando él hubiera podido llegar a pedir suministros tranquilamente.

Y si hubiera una alianza oculta, ¿por qué a él? ¿Qué tiene un hilandero de trece años para ofrecerles a este grupo de bestias sanguinarias? Yo soy un combatiente, sí, y por eso igual me quisieron en su grupo. Pero ¿qué beneficio podrían sacar de Madeja?

Aunque pudiera ser simplemente que esta trampa fue armada para cazar incautos. Wooly sabía a la perfección que, de los siete restantes, cuatro éramos demasiado buenos blandiendo armas. Seguramente esta trampa era para que algún cándido quedase atrapado en ella y cualquiera pudiese matarlo con facilidad.

No eras tonto, Wooly. Tenías demasiado ingenio como para que estuvieras aquí, pero la suerte no estuvo de tu lado.

Abandonando el sitio de Madeja tuve una loca idea: espiar a los Profesionales. Ya llevaba rato sin saber de ellos, así que les echaré un vistazo.

Emprendí el camino hacia la Cornucopia, avanzando tan lento que incluso podía oír los ruidos de los animales que andaban cerca de mí. Me alarmé ante el siseo de una serpiente y mejor decidí apurar un poco el paso. He entrado a la montaña para tomar otro camino que no sea el túnel de Volta, porque, quieras o no, siempre puede servirme de refugio, y no quiero que nadie me vaya a encontrar entrando o saliendo de este. Estoy seguro de que la oscura, húmeda y ciertamente inquietante montaña cavernosa me llevara a donde quiero.

Thunderbolt | ᴸᵒˢ ᴶᵘᵉᵍᵒˢ ᵈᵉˡ ᴴᵃᵐᵇʳᵉWhere stories live. Discover now