Capítulo Diecinueve

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Hay cosas, que por muy unidos que estemos, no le voy a decir, que son de mi intimidad y que nunca le contaría a mi hermano. No solo porque sería muy raro hacerlo, también porque con mis cosas soy muy reservada, solo Neus consigue sacarme según qué cosas y después de insistir mucho o cuando no puedo guardármelo más.

La curiosidad me puede, quiero saber su opinión, al igual que la de Ona. Estoy más que convencida de que la de mi cuñada va a ser mucho más objetiva y coherente que la de Pau, y quiero saber lo que piensan de James o qué impresión les había dado.

—¿Y tú con Ona qué tal? —cambio de tema por completo, sabiendo que eso solo va a intrigar más a mi hermano—. ¿Le pediste perdón por ser un completo idiota?

No fui un idiota... —protesta.

—Permítame que difiera —me burlo y acabo por reír—. ¿A qué hora tengo que estar en casa de mamá y papá?

—Lo más pronto que puedas, de hecho Ona y yo acabamos de llegar.

Eso no me da opción a pasar por casa para cambiarme y ponerme una ropa más presentable. No es que vaya mal, pero quería quitarme el jersey, cada vez que me lo veo vuelvo a pensar en James, lo que hace que mi deseo de desconectar de todo lo relacionado con él sea un auténtico fracaso.

—De acuerdo, entonces voy directa hacia ahí —afirmo—. En poco nos vemos, Pau.

Cuelgo y sigo conduciendo por la autopista que me lleva vuelta de Barcelona. Tampoco tengo que cambiar mucho la ruta, ni desviarme en exceso, mis padres y yo vivimos bastante cerca, al igual que Pau. Eso sí, la zona de mis padres es la más alta del barrio, en el que la mayoría son casas unifamiliares y en la que viven gente muy conocida, como jugadores de élite de fútbol y básquet, entre otras personas importantes, un ejemplo había sido una de las hermanas del actual rey del país.

Casi toda mi familia vivimos bastante cerca los unos de los otros, tanto que podemos ir andando si queremos y no tardaríamos más de veinte minutos. Los que están más alejados son mis abuelos Folch, ya que los de parte de mi madre vivían en Francia cuando aún estaban vivos, que viven en L' Avinguda Tibidabo² ³en una de las casas más bonitas que he visto nunca, con muchos detalles modernistas que la hacen destacar aún más.

Una media hora más tarde, aparco el coche en el amplio garaje que tienen mis padres después de haber abierto con las llaves que aún tengo. Solo bajar, Pau y Ona me están esperando.

—Has tardado menos de lo que creía —comenta Pau, y me da un abrazo para saludarme—. ¿Cómo estás? Aparte de cansada, se te nota en los ojos...

Sé por dónde va, así que lo ignoro, no cayendo así en su intento de sacarme de quicio, y me centro en saludar a Ona, que me sonríe de forma cálida y no va a tratar de molestarme.

—¿Es por alguna razón en especial esta comida? —pregunto de forma directa.

Mientras conducía he estado pensando en que quizá quieren anunciar algo, de ahí el encuentro. No es que seamos una familia que nos reunamos poco, a mi madre le encanta invitarnos a tomar café, té o merendar cada dos semanas aproximadamente, pero es que ya de mi hermano me espero cualquier cosa.

—¿Crees que puede ser por algo? —rebate Pau, alzando una ceja.

—Sí, podría ser, y si es así, te voy a dar un golpe —confieso muy seria—. Porque Ona tiene muy clara su decisión, si la has forzado o hecho a traición...

Ella y yo habíamos hablado mucho del tema, sobre todo una vez que Oriol me lo había confesado. Siempre nos hemos llevado muy bien, y que aguante a Pau ya la convierte en alguien a tener en cuenta, no todo el mundo es capaz.

La verdad tras su sonrisaWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu