Capítulo 6 - El gran día

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–Buena suerte Seth–le dijo alguien por la espalda mientras le agarraba con una mano su hombro y le hacía girar hacia donde ella estaba.

Era la chica de Tierra con la que se había acostado hacía muy poco, esa misma que le había puesto en una situación muy comprometida delante de Laia. Aquella pelandrusca había hecho llorar a su algo así como novia y se lo iba a hacer pagar. Cogió aire y, con una sonrisa muy falsa, le respondió.

–Hola...–se quedó pensativo a propósito haciendo ver que no sabía su nombre–Em... Creo que tienes algo aquí–dijo Seth mientras se señalaba a una de sus comisuras de la boca–Creo que aun te quedan restos de cuando me corrí en tu boca– y le guiñó el ojo con malicia.

Lo dijo lo más alto que pudo sin llegar a parecer que estaba en una obra de teatro. Igualmente, todo el mundo lo pudo oír bien y un cuchicheo empezó a crecer en toda la sala. Aquello le recordaría con quien no debía buscar ningún problema, por un tiempo considerable al menos.

La chica agachó la cabeza ruborizada en cuanto escuchó el comentario y se le pudo ver como le bailó el labio de rabia a la vez que retenía sus ganas de partirle la boca. Más tarde, sin dirigirle una última mirada a Seth, salió corriendo. Puede que solo se hubiera pasado un poquito, puede. Después de aquella escena escuchó como sus amigos, Nat y Pit le llamaban para que se acercara a su mesa. Fue hacia ellos y le abrazaron los dos a la vez.

–Mucha suerte Seth–dijo Nat dándole palmadas en la espalda brutamente provocando que el contrario perdiera el equilibrio momentáneamente–Seguro que vais a quedar los primeros–dijo Pit orgulloso y muy seguro de lo que decía.

El pelinegro no pudo reprimir que una gran sonrisa se dibujara en su cara al ver como todos los miembros de fuego que estaban en ese momento les daban la razón. Tenían muchísima confianza en él y eso le paliaba los nervios levemente. Si de verdad pensaban eso era por algo.

Aquella mañana desayunó como un rey. Se zampó cuatro bocadillos como su mano de grandes y un par de huevos duros. Seguramente no tendría hambre hasta la siguiente mañana de lo que había comido, cosa que lo agradecería su yo del futuro. Cuando terminó se despidió de todos los de Fuego y estos le estuvieron aplaudiendo hasta que salió del comedor rumbo a la entrada de la escuela. Allí estaban ya todos los participantes menos él, como siempre, llegando tarde incluso a los actos importantes. Laia le hizo un gesto para que se acercara rápido desde el lado contrario del que había llegado y se acercó a ella. Saludó a todas las personas de su equipo y se presentó a las que no conocía, como el segundo de Agua o la segunda de Aire.

Nadie reía ni hablaba por mucho tiempo. Todos estaban concentrados en lo que les esperaba. Los nervios estaban a flor de piel y el ambiente estaba muy cargado de rivalidad. A veces Seth desviaba la mirada de Laia para poder ver cuales iban a ser sus rivales y a quien debería tener especial cuidado. Pronto llegaron los cuatro magos acompañados de más personas, las que cuidarían de ellos en caso de que hubiera algo extraño. Por orden de lista, empezaron a nombrar uno a uno y a preguntar los equipos que habíamos formado y si eran aptos para la practica. Pasaron unos cuantos nombres hasta que les llegó el turno a su grupo.

–Nuestro equipo está formado por los cuatro líderes de cada elemento y sus segundos–dijo Laia.

El mago de Tierra, que era el que estaba apuntando los equipos, se les quedó mirando intensamente sopesando aquella posibilidad. A Seth se le encogió el corazón durante la espera pues si lo rechazaba sus planes maestros se iban al garete. ¿Qué pasaría si le metían en un grupo de ineptos? No tenía ganas de hacerlo todo él. La verdad es que ninguno había pensado en aquella posibilidad, se les había pasado por completo. "Por favor, por favor, acepta" rezó Seth en su fuero interno.

Mariposas de fuegoWhere stories live. Discover now