Capitulo 11- El primer trabajo (Parte 2)

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La chica dejó salir un largo suspiro. Notaba su cuerpo magullado y el pecho le ardía de manera intensa. Sin ninguna duda, haberse convertido en vampiro no estaba siendo de lejos la gran experiencia que en un inicio pudiera imaginar. Gabriel seguía observándola sin hacer algo. Parecía estar divirtiéndose con todo lo que le sucedía. Resopló un poco y más y, a duras penas, comenzó a levantarse. Fue, en ese mismo instante, cuando una luz surgió de la ventana.

—¡Mierda! —masculló por lo bajo Eva.

Agachada, la chica se desplazó pasando por debajo del marco, teniendo el mayor cuidado posible para que no la viesen. De dentro, escuchó varias voces.

—Mamá, ¿qué ha sido ese ruido? —preguntó un niño pequeño.

—No lo sé —contestó una mujer—. Igual es un gato.

—Eso sonaba más fuerte que un gato.

De repente, notó como el niño se aproximaba hacia la ventana para asomarse. Asustada, la nocturna se movió para llegar a la esquina y pasar a la otra pared, evitando así que la viesen. Desde arriba, Gabriel no la perdía de vista. Parecía estar evaluando cada paso que hacía. Cuando lo miró, notó como se quedaba allí parado sin hacer algo útil. No tenía pensado ayudarla por más que lo necesitase.

El sonido de la ventana al ser abierta la puso más tensa.

—Ves, ahí fuera no hay nadie —habló la mujer con enérgica voz.

—Te digo que he oído algo grande cayendo del techo —afirmó con rotundidad el niño.

—Seguro que solo ha sido un bicho —gritó su madre ya enfadada—. Ahora, vete a la cama, ya es tarde.

Eva escuchó como cerraban la ventana y, al asomarse, vio que la luz se encontraba apagada. Respiró aliviada.

Se volvió a la pared que tenía detrás y se fijó que en la parte superior de la esquina izquierda había una pequeña cornisa. Sabiendo que no podía perder más tiempo, miró a un lado y a otro, expectante de que no hubiera alguien cerca y alzó la vista de nuevo hacia su objetivo. Estaba lista. Tomó aire y, sin dudarlo, dio un gran impulso para llegar hasta donde quería.

Se aferró a la cornisa a duras penas y, por un momento, creyó que sus dedos volverían a resbalar y que caería de nuevo contra el suelo. No fue así, pero eso no era suficiente. Colgaba endeble en el aire y era más que posible que cayera otra vez, así que tenía que subir al techo lo más rápido posible. Sin dudarlo por mucho tiempo, tiró con fuerza de sus brazos y, pese a un inesperado dolor en ellos, logró impulsarse para un dar un enorme salto y acabar en el tejado.

Al fin, lo logró. Le costó trabajo, pero había conseguido llegar arriba. Para Eva era un pequeño triunfo. Todavía le llevaría tiempo controlar sus habilidades, aunque ya estaba comenzando a dar sus primeros pasos. Seguramente cometería algún que otro error, mas ya notaba que empezaba a habituarse a su nueva situación. Claro que se preguntaba si alguien como Gabriel tendría mucha paciencia. Al incorporarse, vio que no sería así.

El nocturno tenía su rostro muy serio, sin apenas atisbar ni una mera señal de ánimo o entusiasmo. La observó en silencio hasta que lo rompió con su siempre desagradable voz.

—¿Vas a seguir haciendo estupideces o vas a actuar como debes?

La pregunta sonaba tan dura como cierta. Sabía que si quería seguir en este mundo iba a tener que comportarse de una manera más eficiente y adaptarse lo más rápido posible. Sintiendo la pesada mirada de su jefe sobre ella, respondió.

—S....sí.

—Espero que así sea.

Justo después de decir eso, echó a correr y, justo antes de llegar al filo del tejado, dio un gran salto y llegó a la otra vivienda.

Mar de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora