Capítulo 23

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Dixon

Terminé de ponerme la camisa sin quitarle la mirada de encima a Holly.

No dormí, no pude, cuando sabes que en cualquier momento alguien puede llegar y llenarte de balas el cuerpo, es difícil conciliar el sueño, peor para mí que no estaba dispuesto a permitir que alguien dañara a Holly. La cuidé, a pesar de que era yo quien necesitaba los cuidados. Hoy la herida dolía y molestaba, mas no lo suficiente para imposibilitarme, solo restringía un poco mis movimientos, nada que las drogas no pudieran solucionar.

Quedarme en una camilla recuperándome sin hacer nada, no era una opción.

Observé la figura de Taylor, se desplazó dentro de la habitación en total silencio. No se volvió a mirar a Holly, quien se mantenía aun con los párpados cerrados.

—¿Qué me tienes? —Pregunté en un susurro. No quería despertarla.

—Cerramos todas las salidas, no hay forma de que puedan huir. El mismo Don está aquí, con soldados de Varone.

—Nada me quita de la cabeza que tanto Varone como Di Marco, tuvieron que ver con la muerte de Sebastián —mascullé—, serán otros en la lista, debemos aniquilar a toda esa plaga italiana.

—La gente está preparada, los estamos cazando, su hermano se encuentra a la cabeza.

—Es lo que debió haber hecho, pero eso me pasa por imbécil, por confiar que se haría cargo —espeté; me puse la chaqueta, efectué una mueca ante el movimiento—. Averigua en los sectores privados, Caruso no se quedará en una pocilga.

—Ya tengo a alguien haciéndose cargo, señor. —Asentí.

—¿Francis? —Negó despacio; lastima— Encárgate de los detalles con su familia.

—Sí, señor.

—¿Alguien más salió herido?

—No, solo usted y Francis, la mujer sabía cuando estaría solo, sin duda, alguien de adentro la ayudó a entrar —dijo serio.

—Sí, lo sé, yo tomaré ese asunto, tengo una idea de quien me traicionó —murmuré pensativo—. Bien, la seguridad de mi familia es tu prioridad, no quiero más bajas.

—¿Y la de ella? —Inquirió, refiriéndose a Holly.

—De Bridger me encargo yo. Retírate.

Sin decir más abandonó la habitación y enseguida la enfermera ingresó. Me hizo mala cara, cruzándose de brazos.

—Debería estar en esa camilla —espetó—, el medico no le firmará el alta.

—¿Quiere que le diga lo que puede hacer con su alta? —Repliqué, acercándome a Bridger.

La enfermera masculló algo a lo que no presté atención, por mí podía irse al demonio. No pasaría un día más en este sitio, me desagradaba.

—Bridger —la llamé, mis dedos rozaban su cara—, es hora de irnos.

Desorientada, entreabrió despacio sus ojos, los talló y se incorporó con su escrutinio sobre mi persona.

—¿Qué haces? Vuelve a recostarte, aún no estás bien —susurró adormilada.

—¿Siempre comienzas el día lanzando ordenes? —Inquirí burlesco. Se puso de pie.

—Algo que aprendí de ti —repuso.

—Debemos irnos —le di su suéter, ella trataba de acomodar su cabello, era una maraña castaña—, no es seguro seguir aquí.

—Pero tu herida...

Crueles instintos © [YA A LA VENTA EN LIBRERÍAS]Where stories live. Discover now