Capítulo 25 (FINAL)

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—No debemos. — corregí.

Sus manos se posan en mi pecho y empuja con suavidad para apartarme de encima de su cuerpo.

—Tengo que pasar por mi casa para poder vestirme y después ir directa a tu empresa, tenemos el tiempo contado.

—Está bien... — digo entre dientes, me levanto de la cama y te extiendo una mano—. Al menos date una ducha conmigo, italiana.

—Mientras solo sea una ducha y no nos robe más tiempo... — dice tomando mi mano y levantándose.

Me encojo de hombros mientras la guío hasta el baño, preparo el agua para tomarnos una ducha bastante rápida para mi gusto.

Y si, fue solo una ducha pero porque Fiamma así lo quiso...

Joel, no te desanimes que aún estamos iniciando el día.

Salgo del baño con una toalla envuelta en la cintura, Fiamma se encontraba secando su cabello con una toalla mientras que su cuerpo tenía otra a su alrededor.

—¿Desayunamos juntos en la empresa o prefieres pasar a algún restaurante? — pregunto, encaminándome al armario para tomar mi ropa.

—Lo que tú elijas estará bien, lo esencial ahora es que te vistas para llevarme a casa y poder vestir ropa limpia. — dice mientras toma la ropa que se había puesto el día anterior.

—Creo que no será necesario.— murmuro anonadado, mi armario tenía ropa que yo no recordaba haber comprado y que probablemente fuera obra de Zabdiel.

Saco un vestido de este y frunzo ligeramente el ceño, lo pongo encima de la cama y me agacho para tomar las dos cajas que había al fondo del armario. Una contenía ropa interior y la otra unos zapatos negros de tacón.

—¿También es cosa del Magnate de Jesús? — pregunta, veo el sonrojo en sus mejillas y no puedo evitar reír.

Ella estaba más que avergonzada y la verdad es que no me resulta extraño.

—Si... Es un chico que se preocupa mucho. — me burlo solo para que sus mejillas permanezcan con ese rubor que tanto le favorecía.

En cuanto estamos vestidos, peinados y perfectamente arreglados, salimos de casa y subimos al auto. Antes de llegar a la empresa nos paramos en un restaurante para poder desayunar algo.

Cada vez quedaba menos para el tan esperado momento... Y creo que ambos estábamos con los nervios a flor de piel.

Ninguno de los dos se dignó a hablar hasta que cruzamos la puerta de mi empresa.

—Estoy nerviosa. — confiesa en voz baja para que solo yo la escuche.

—Tranquila... — tomo su mano y la acarició con mi dedo pulgar, posiblemente esté yo tan nervioso como ella pero debería de ocultarlo.

Tomamos el ascensor para subir a la sala de reuniones donde ya nos esperaban los tres magnates. Cada uno se sentó en su lugar y comenzamos con la reunión, noté a Fiamma posar su mirada en la silla que se encontraba vacía para después mirar en dirección a la puerta.

—Pimentel, eres el primero en firmar. — dijo Richard al notarme distraído, tomé los papeles en mis manos y firmé en la hoja donde aprecía mi nombre.

El papeleo pasó por cada uno de los magnates para que firmaran en donde correspondía pero cuando llegó a la italiana esta negó con la cabeza.

Mi respiración se cortó por varios segundos hasta que la escuché hablar.

—Aquí falta una hoja. — dijo mientras miraba cada uno de los papeles.

—Están todos. — murmuré alzando una ceja—. A ti te corresponde firmar en la última hoja.

—Lo sé... Pero no estoy hablando de mí.

Todos la miramos con una expresión de confusión en el rostro pero nuestras dudas se esfuman en cuanto la puerta se abre y entra el Magnate Colón con una sonrisa en el rostro.

—Espero no haber llegado demasiado tarde, tuve algún que otro inconveniente con la prensa. — se excusó mientras se sentaba en la silla.

Al parecer no era el único sin habla, todos habían quedado sorprendidos ante la presencia de Erick.

Estoy más que seguro que Fiamma tiene algo que ver con esto, se estaban mirando de una forma cómplice.

—¿Dónde firmo? — preguntó Erick alzando una ceja en mi dirección.

—Aquí... — saco de mi carpeta la hoja que tendría que estar con las demás pero que se había retirado en cuanto él dijo que no formaría parte, él toma un bolígrafo y firma sin problema.

—¿Ya estaría? — cuestiona, todos negamos mientras miramos a la italiana de forma expectante.

—Ya estaría. — responde ella, finamente firma el papel y deja estos sobre la mesa.

Nos miramos entre nosotros, sonrientes y soñadores por el futuro que nos espera después de esta asociación.

Hace no mucho tiempo, la llegada de la italiana a Estados Unidos estaba en boca de todos y nosotros estábamos ansiosos por conocer a la poderosa mujer que se estaba adentrando al mundo de los negocios con firmeza.

Recuerdo la primera vez que la vi, en esta misma sala de reuniones y como su presencia causó estragos en mi interior.

Por donde pasaba arrasaba y aquí no estaba siendo la excepción.

—La mejor unión de Estados Unidos e Italia no es la potencia mundial que acabamos de firmar, sin duda es la de nosotros dos. — digo, llamando la atención de todos los presentes en la sala.

Me levanto de mi asiento y me acerco a ella, quien también se levanta para quedar a mi altura. Sin pensarlo, una de mis manos se dirige a su nuca mientras que mis labios chocan con los suyos.

No sé por cuanto tiempo nos besamos o durante cuanto nos la pasamos en nuestra burbuja de amor, sin importar todo lo demás... Pero cuando nos separamos nos damos cuenta de que los cuatro magnates tenían sonrisas burlonas en su rostro, parecía que no habían despegado las miradas de nuestra acción.

—Chicos, estamos de sobra. — dijo Zabdiel mientras se levantaba, los demás no tardaron en hacer lo mismo. Se despidieron de una forma bastante cortés y salieron de la sama como si nada hubiera pasado.

Veo como Fiamma se relame los labios y me mira sonriente, el brillo de sus ojos color verde se intensifica.

—Te amo. — le hago saber lo que ya era más que obvio.

Ti amo anche io. — susurra antes de volver a unir sus labios con los míos en un delicioso beso.

No puedo desear más, probablemente ya lo tenga todo... Un nombre con el que me conoce todo el mundo, una exitosa empresa y una empoderada mujer que me ama.

✨✨✨

Queda el epílogo 🥺💜

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now