ℒℴ 𝓈𝒾ℯ𝓃𝓉ℴ

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Amy se encontraba descansando en el salón de su hogar, repasando las viñetas de uno de sus cuentos favoritos mientras recordaba en su mente la voz de su padre, quien tantas veces había leído ese cuento para ella antes de ir a dormir que ahora la n...

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Amy se encontraba descansando en el salón de su hogar, repasando las viñetas de uno de sus cuentos favoritos mientras recordaba en su mente la voz de su padre, quien tantas veces había leído ese cuento para ella antes de ir a dormir que ahora la niña era capaz de repetirlo de memoria. Aún se mantenía cabizbaja, fruto de lo avergonzada que se encontraba por el peculiar comportamiento que adoptó hacía unas horas atrás, tanto que ni siquiera se atrevió a mirar a la cara a sus padres durante el trayecto a casa.

Se sentía muy desanimada, sobre todo por no poder estar junto a sus compañeros de clase en ese momento, ya que la directora, además de proporcionarle un tremendo regaño, la expulsó durante el resto del día del colegio para que pudiera reflexionar sobre lo que hizo con mayor detenimiento. Además, la soledad no estaba siendo su mejor aliada.

Su madre se encontraba elaborando su comida favorita para ver si eso la animaba un poco más, mientras que su padre había desaparecido junto a Javier nada más llegaron a casa, alegando que tenían un asunto muy importante que resolver. Lo que Amy claramente no sabía era que su padre y su tío Javier habían salido para mantener a Daemon y a Tony alejados de su hogar por un motivo muy bien justificado.

Algo muy importante estaba a punto de suceder en la vida de la niña.
Pero su carácter tímido y retraído no le permitiría disfrutar de éste si sus ruidosos abuelos estaban allí presentes, atosigándola hasta tal punto de que Amy quisiera encerrarse en su habitación, tal y como solía hacer cuando el nivel de ruido era tan extremo que llegaba a resultar insoportable para la niña.

El timbre sonó hasta en un par de ocasiones. Sin embargo, la niña se encontraba tan ensimismada con su cuento que ni siquiera logró percatarse de ello, hecho que Abigail agradeció internamente.

— Sé que la conoces mejor que nadie... —comenzó a decir Abigail en forma de saludo nada más abrir la puerta— Pero trata de ser cuidadoso, ¿vale? —prosiguió, su tono de voz impregnado de nerviosismo— No se siente cómoda junto a desconocidos y... —

— Abigail —la interrumpió Joel, amable— Jamás haría algo que pudiera perjudicarla.

Abigail era muy consciente de eso, más su instinto sobreprotector le impedía dejarse llevar. Estaba aterrada por el primer encuentro que se llevaría a cabo con su alma gemela, y aunque sabía que Joel había luchado tanto para que este momento finalmente llegara, Abigail aún tenía dudas al respecto, porque su Amy aún era muy pequeña y, sobre todo, porque era un precioso tesoro dentro de una alocada familia que debía proteger con todo su ser.

— Está bien —murmuró, más para sí misma que para Joel— Hagámoslo —prosiguió, en un intento de auto-convencerse sobre la maravillosa idea que era— Mi bebé tiene que conocer a su alma gemela, es ley de vida.

— Podría decirte que me siento cómodo con la idea de posponer este momento, pero es lo que llevo esperando que suceda desde que supe que se me había otorgado la posibilidad de amar y proteger a alguien, Abigail —comentó él con completa sinceridad— Necesito esto como tú necesitas respirar —prosiguió— Así que no me obligues a marcharme sin haberme ofrecido antes una oportunidad para que al menos sepa sobre mi existencia, por favor.

Con amor, Joel ©Where stories live. Discover now