ℰ𝓁 𝒸ℴ𝓂𝒾ℯ𝓃𝓏ℴ 𝒹ℯ 𝓊𝓃 𝒻𝒾𝓃𝒶𝓁

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El cielo quedó iluminado de un vibrante y fugaz color blanquecino a causa de un relámpago, por lo que la pequeña Amy se encogió tímidamente sobre sí misma mientras esperaba de una forma un tanto impaciente a que el estridente sonido que solía acom...

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El cielo quedó iluminado de un vibrante y fugaz color blanquecino a causa de un relámpago, por lo que la pequeña Amy se encogió tímidamente sobre sí misma mientras esperaba de una forma un tanto impaciente a que el estridente sonido que solía acompañarlos retumbase por todo el lugar. Efectivamente, poco tiempo después el ruido de la tormenta se hizo presente, provocando que la niña se refugiase desesperadamente sobre la pierna de su madre, en un intento de aliviar el dolor que estaba sintiendo.

Ese día no fue como los demás.

Ese día no estuvo colmado de juegos y risas por parte de los más pequeños del hogar porque el viejo Hades, el perro más fiel, paciente y amoroso que jamás tuvo la dicha de tener como mascota había muerto porque, tal y como le hicieron saber sus padres, el momento de que marchara hacia un lugar mejor había llegado.

Sin embargo, Amy era demasiado pequeña como para poder comprender la trascendencia de aquellas palabras pronunciadas por unos adultos que, por supuesto, poseían pleno conocimiento de lo que realmente había sucedido con Hades, por lo que la pequeña se negó a aceptar que el momento de darle una despedida a su mejor amigo había llegado finalmente y de que, por supuesto, jamás volvería a verlo porque, tal y como le hicieron saber sus padres, éste la estaría cuidando desde el cielo.

Amy quería que Hades despertara del sueño en el que se vio envuelto desde hacía horas atrás. Quería volver a jugar con él, abrazarlo por horas sabiendo que no rechistaría ni un poquito y contarle todos los cuentos que él estuviera dispuesto a escuchar mientras sus padres creían que ya se había dejado vencer por el sueño de la madrugada.

— ¿Quieres dejar el dibujo que has hecho para él, cariño? —inquirió Abigail con suavidad mientras se agachaba para quedar a su altura— Así, cada vez que él lo desee, podrá observarlo y recordará cuánto te ama.

El papel fue arrugado por las manos de la niña de forma inconsciente, como si Amy hubiera ejercido un fuerte agarre sobre él porque aún no se encontraba preparada para dejarlo marchar. Entonces, realizó un tímido gesto de negación con su cabeza mientras una cuantas mejillas se deslizaban por sus mejillas.

— N-No quiero, m-mami —sollozó la pequeña.

No quería entregarle su dibujo, uno que realizó con muchísimo cariño para su mejor amigo, porque sabía que Hades no lo necesitaría para recordar cuánto la amaba. Simplemente debía quedarse junto a ella, y Amy se encargaría de recordárselo todos los días de su vida.

— Amy, mi hermosa niña... —comenzó a decir Abigail mientras se agachaba para quedar a la altura de su hija, sus palabras apenas audibles debido al nudo que se había instalado tan fuertemente en su garganta, que pronto echaría a llorar también— Sé que ahora no puedes entenderlo, mi niña —prosiguió, depositando sus manos sobre sus mejillas dolorosamente bañadas en lágrimas— Aún eres muy pequeña para hacerlo —insistió, regalándole una dulce sonrisa— Pero cuando seas mayor, aprenderás ciertas cosas, ¿sí? —prosiguió— Aprenderás que hay que disfrutar al máximo cada momento que pasamos junto a nuestros seres queridos, porque la vida es maravillosa, y debemos aceptarla tal y como es —prosiguió— La muerte es parte de la vida, cariño. Así que debemos aceptarla también, ¿vale?

La acabaría aceptando cuando se convirtiera en adulta. Más, en ese momento, la muerte sólo lograba asustarla de tal manera, que esa noche ni siquiera podría conciliar el sueño al creer que regresaría a por ella, tal y como lo hizo con su mejor amigo Hades.

Su propia imaginación la hacía compararla con un monstruo, uno de esos horrorosos y temibles monstruos que salían en las películas de miedo que a veces veían los adultos, y que tanto ella como sus hermanos tenían terminantemente prohibido ver.

Tenía tanto miedo, que ni siquiera el calor de sus padres sería suficiente para hacerla sentirse a salvo, como en otras tantas ocasiones así había sucedido.

— Ahora tienes que despedirte de Hades, cariño —susurró Abigail, dolida— Aunque quisiera hacerlo, no podemos posponerlo más.

Entonces, presa de un arrebato cargado del más puro coraje, Amy se retiró del abrazo de su madre y echó a correr hacia el interior de la casa, rumbo a su habitación con su dibujo entre sus manos. No importaba si no podían posponerlo más, Amy se negaría a despedirse de su mejor amigo cada una de las veces que intentaran presionarla para hacerlo.

Pero entonces, varias horas más tarde, el remordimiento comenzó a carcomer sus entrañas por lo que hizo; por no haberle entregado a Hades su dibujo, ni haberle dicho una vez más lo importante que era para ella o lo mucho que lo extrañaría. Sentía la necesidad de pedirle perdón por lo que había hecho y suplicarle que siguiera cuidando de ella desde el cielo, tal y como sus padres le prometieron que haría, pero sabía que ya era demasiado tarde para hacerlo, puesto que Hades ya había sido enterrado en el jardín.

Barajó la posibilidad de salir al jardín para depositar su dibujo sobre la tumba de su mejor amigo, aunque la tormenta estaba en su punto álgido, por lo que rápidamente tuvo que desechar la idea. Pronto, las lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas una vez más ante el remordimiento que comenzaba a hacerse más fuerte en su sistema, olvidándose incluso del temor que hasta ese momento había consumido gran parte de su energía; el regreso de la muerte para llevársela a ella también, lejos de sus seres queridos.

— Lo siento mucho, Hades —susurró, hecha un pequeño ovillo sobre su cama con su dibujo apretujado contra su pecho— No quise irme sin despedirme.

Poco tiempo después, la niña cayó rendida ante el cansancio que se fue acumulando durante todo el día a causa del llanto por la pérdida de su mejor amigo Hades. Ni siquiera el temor pudo mantenerla despierta durante mucho más tiempo, debido a que alguien estaba cumpliendo su promesa desde el cielo, tal y como le fue prometido.

Hades estaba cuidando de ella.
Y jamás dejaría de hacerlo.

𝓒𝓸𝓷𝓽𝓲𝓷𝓾𝓪𝓬𝓲𝓸́𝓷: 𝓜𝓲𝓵 𝓭𝓲𝓫𝓾𝓳𝓸𝓼 𝓹𝓪𝓻𝓪 𝓗𝓪𝓭𝓮𝓼.

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Con amor, Joel ©Where stories live. Discover now