Capítulo VII

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vii. Agradable.

—¿Y cómo estuvo el día del caballero bonito?—la viril voz del juez invadió la pequeña cabaña, logrando con ello que el groenlandés dejara de ver por la ventana, molesto, más que nada por el sobrenombre—, aburrido, muy seguramente. ¿Qué haría alguien cómo tú después de todo?—se encogió de hombros mientras jugueteaba con el florero de la mesa, moviéndolo con los hilos.

Una vez más estaban los dos: solos, juntos, hablando de una manera tan casual que era difícil creer que antes se habían matado mutuamente. Albafica le miró por unos instantes, irritado, los comentarios del más alto continuaban sin tacto, algo a lo que por desgracia ya se había acostumbrando. No podía ser diferente.

—No entiendo porque sigues preguntando eso—dijo al desviar la mirada—, como has dicho, no hice nada más que estar aquí, esperando—dudó—, ver tu maldita cara—aquello salió con una combinación entre afabilidad y desdén.

No mentía, los días seguían igual para él, gran parte de ellos se la pasaba sólo, viendo su extenso jardín y evitando el contacto directo con sus compañeros de armas, la única diferencia eran las constantes visitas de Minos. Aquel espectro no parecía desistir y siempre a la misma hora, en ocasiones minutos tarde, se metía a su cabaña sin avisarle, en un inicio quiso decirle que no lo hiciera, sin embargo, estaba consiente de la personalidad del juez y optó por pasar ese detalle por alto. Lo miró de reojo al soltar un suspiro, era tan inverosímil, irónico incluso, tener de única compañía a ese hombre.

El noruego ladeó la cabeza y dejó de perder el tiempo con el florero.

—Oh, es la primera vez que lo admites sin burlarte—sonrió dejando entre ver sus iris grises—, estamos avanzando. Ahora solo falta que admitas que te gusta verme aquí—comentó trás soltar una risilla, logrando así que Albafica enterrara el entrecejo, Minos no se inmutó, más bien, ensanchó la curvatura de labios pues hallaba estimulante molestarlo.

—Déjate de tonterías, Minos—pidió al ver por la ventanilla de nuevo, no iba darle el gusto pese a que muy en el fondo agradecía tener a alguien con quién compartir espacio.

El noruego resopló sin sorprenderse de la actitud pasivo agresiva del pisciano, no es que le molestara, no del todo. Su atención se quedó fija en su perfil, no tardó mucho en dar con ese lindo y peculiar lunar que tenía debajo de sus iris azules, sonrió cual infante dispuesto a hacer una nueva travesura y se levantó de la silla, no tenía la surplice puesta ya que, como era usual, se encontraba a su izquierda junto a la cloth dorada del muchacho.

—Vamos, Piscis, ten un poco más de ímpetu, es aburrido tener que soportar esos desplantes tuyos—dijo con un tono falso de decepción, el groenlandés estuvo a punto de responderle de la misma forma, sin embargo, unos cuantos filamentos salieron disparados hacía su cintura y brazos impidiéndole hacer cualquier cosa, Albafica respingó al sentirse preso por aquello, como odiaba esa técnica—. ¿sabes?—comenzó al ir a pasos lentos hacía el otro—, sé una buena forma para que ambos pasemos un rato agradable—con un corto movimiento de dedos obligó al groenlandés a levantarse de su cama y encaminarse hacía él.

Albafica apretó los dientes y no tardó en dirigirle una mirada hostil al albino, mirada que por desgracia solo avivó el interés del espectro. Minos pareció encantado con el ligero brillo que los ojos añil obtuvieron, tenían algo que le gustaba, que le estremecía de manera inexplicable, era como una especie de chispa que enaltezaba la belleza del caballero y le incitaba a acercarse cual sanguijuela en busca de sangre.

—Maldito—masculló al forcejear, estaba dispuesto a seguir con el parloteo, no obstante, de una sintió liberarse, el juez por alguna razón deshizo la técnica, dejándolo de pie frente suyo—, ¿Qué ha sido eso?—parpadeó un par de veces, confundido.

Limerencia |MinFica|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora