Buscó su mirada con sus ojos verdes encandilados por la escena frente a él, y recibió el asentimiento que estaba necesitando para continuar. Lo desnudó con cuidado, tomando su tiempo en cada zona y cada prenda. Lo marcó con besos translúcidos en el cuello, descendiendo con toda la paciencia del mundo hacia el punto medio entre sus prominentes clavículas y luego en los huecos que éstas formaban. Fue consciente de los moretones que cubrían sus piernas y los besó igualmente, viendo cómo los ojos de Louis se cerraban ante el contacto.

Desearía poder protegerlo de cualquier cosa.

Sostuvo sus piernas abiertas y prestó atención a la forma en que sus labios se entreabrieron al recibirlo en su interior. Besó su expresión cuando no pudo soportar un segundo más sin hacerlo, ¿por qué iba a parar ahora? Había pensado en cómo se sentiría volver a besar a Louis en miles de escenarios diferentes, y no se comparaba a todo lo que imaginó. Era aún mejor. Sus labios finos sabían como el antídoto para su insaciable sed.

Su piel cálida era todo lo que quería tocar hasta que su cuerpo se redujera en cenizas, sabiendo que eso no sucedería pronto —si es que sucedía en lo absoluto—.

—Eres tan hermoso —dijo en un hilo de voz.

Louis no respondió, pero sus gemidos eran todo lo que Harry quería oír. Sus brazos abrazándolo con torpeza. Sus uñas cortas clavándose en su espalda sin llegar a hacerle daño.

Harry quería averiguar qué estaba mal, pero no se atrevió a preguntar todavía. En toda su entera existencia se había sentido tan amedrentado por hacer cualquier cosa, pero con Louis la posibilidad de dar un paso en falso lo atemorizaba.

Lo había perdido una vez por culpa de las circunstancias. No quería que volviese a suceder.

~

Apenas entraba la luminosidad por entre las ranuras de las persianas bajas. Harry había intentado levantarse de la cama un par de veces, pero las extremidades de Louis eran cadenas que lo mantenían cautivo y no permitían que se moviera ni siquiera un centímetro de distancia. No se quejaba.

Lo miró y se percató de que el enrojecimiento alrededor de la línea de sus pestañas no se calmó con las horas de sueño. Sin embargo, el rostro de Louis lucía auténticamente etéreo al dormir. Había algo hipnotizante en la forma en que su boca soltaba suaves suspiros o sus cejas se relajaban. La poca luz de la habitación caía directamente en la punta de su nariz haciéndola lucir más respingada.

—Buenos días —dijo al verlo despertar.

Louis sonrió.

—Hola.

Buscó correr un mechón del cabello de Harry que caía deliberadamente sobre su frente y lo llevó detrás de su oreja.

—Estoy seguro de que estás hambriento. Podría preparar algo para el desayuno o pedirle a alguien que lo haga.

—No Liam. Quemó mis tostadas el otro día cuando le dije que les echara un ojo mientras me ponía los zapatos.

Apoyó un codo sobre el colchón. Los dedos de Harry caminaban a través de su brazo y el frío contraste era agradable. La habitación de Louis era la única relativamente cálida, ya que abría las ventanas durante el día y el sol hacía su parte. Tal vez debería tomar un poco y conseguir un bronceado para eliminar el enfermizo tono que su piel había adquirido en el último tiempo.

—¿No hay trabajo hoy?

—Día libre —sonrió—. Sin embargo, tengo algunas cosas que hacer.

Era surrealista. Se sentía de dieciocho años otra vez.

—En ese caso —Harry se puso de pie y buscó su ropa a tientas sobre la cama. Recordaba haberla dejado por allí, pero acabó en el suelo de alguna forma. Luego, se amarró el cabello en un moño perfecto. El corazón de Louis tarareaba contento—. Hay que ponerse en marcha.

Una vez de pie en la cocina, Harry demostró ser un cocinero que sabía defenderse. De hecho, Louis ahora no comprendía por qué jamás había cocinado antes, aunque era probable que no se le hubiese cruzado por la cabeza.

El aroma de la comida lo abrumó por un momento, pero se fue tan rápido como apareció. Le pasaba con frecuencia desde hacía un par de meses; ahora había una voz en su oído que no le permitía ignorarlo.

—¿Cómo va el trabajo? —El vampiro tanteó una forma de iniciar una conversación.

—Bastante bien. Es agradable y me gusta, aunque también es extenuante. Hay un poco de presión; es parte de ello.

Harry asintió.

—¿Quieres hablar sobre lo que sucedió ayer? Quiero decir... si algo pasó o- —Titubeante. Podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto al mayor expresarse de esa forma. Con esa inquietud.

—Necesitaba saber- No es como si creyera que todo sería igual como por arte de magia, pero no decías nada. Y yo no decía nada tampoco —exhaló. De repente, mirar hacia un lugar que no fuera su propio regazo donde sus dedos jugaban nerviosos era demasiado para él.

—Bueno, intentaba ver si había algún indicio primero. No creía ser de esta forma en lo absoluto, pero ya me ves.

—¿Y genuinamente crees que no lo había? ¿En serio?

Louis levantó la vista apenas sonrojado. Harry negó con un movimiento suave.

—Lo siento. Incluso creí que tenías a alguien, aunque creo que sólo me volví paranoico.

—No hay nadie más —se apresuró a refutar. Louis ya no entendía el rumbo de la conversación, pero, sorpresivamente, no era del todo incómodo. Aliviante, más bien.

—¿No? —Harry utilizó un tono juguetón que le hizo soltar una carcajada, la cual cubrió con el dorso de su mano.

—Sólo un vampiro que con los años no ha aprendido a decir mi nombre correctamente.

Entonces, la risa de Harry fue más fuerte.

~

Louis se mortificó cuando oyó su propio nombre proveniente desde dentro de uno de los consultorios. Había pronosticado encontrarse con Niall después de "eso" que tenía que hacer.

La realidad era que no quería que nadie se enterara de que estaba asistiendo a una consulta médica. Probablemente era su monomanía, después de todo, jugándole una mala pasada. Pero luego estaban los comentarios de Lindsay, la forma en que los dedos de Harry se marcaron sin ningún tipo de esfuerzo en sus caderas, las ojeras y la delgadez. El recuerdo de Tommy, también. Tal vez era lo peor en la lista.

El doctor Kent fue bastante amable, hizo un chequeo rutinario y le envió a hacer algunos análisis, los cuales tendría para dentro de dos días y tenía que llevarle de inmediato. Lo despidió con una sonrisa, aunque los doctores siempre sonreían hasta que se encontraban cara a cara con los resultados.

Solo restaba esperar. 

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