Anormal.

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La noche se hizo eterna, y aún seguía trabajando. Su oficina estaba apartada del resto por petición, y el bullicio del CNI quedó apagado por la distancia. Lo único que se escuchaba allí dentro, eran el teclear coordinado de Conway y...

- ¿Quieres putos... proble... mitas... -murmuro entre sueños-, chupapollas...?

Este sujeto lo tenía todo y más. Ni siquiera era capaz de dormir en silencio y dejarle descansar. Conway pasaba página a página en su computador, la información que Freddy había recopilado en semanas, evaluando y transcribiendo. Al principio, el otro le había explicado cada punto de la investigación, pero pronto se había dormido sobre el escritorio. Con sus brazos de almohada y los anteojos oscuros de lado; Freddy dormía profundo, cansado de tantas horas vigilando áreas calientes y siguiéndole de aquí allá dentro de las oficinas.

Jack no supo cómo paso, pero su mano acabó en el cabello del Trucazo, hundiéndose en el suave azabache. Devolvió su mirada a la computadora y continuo trabajando con su mano libre. No fue consciente de lo que estaba haciendo hasta pasado un minuto o dos.

No es que fuese algo inapropiado, tenían la suficiente cercanía para invadir el espacio personal sin malinterpretaciones. Pero el repentino rubor que sintió Conway iba mucho más allá del contacto. Siempre fue una persona distante, más allá de su trabajo, era parte de su personalidad. Dejaba ver muy poco de si mismo a la gente que más apreciaba, y mantenía a kilómetros a los demás.

Entonces, llegaba este sujeto con su hablar divertido y sus habilidades inesperadas, acercándose hasta límites que asustaban a Jack. Y es que, ni siquiera era Freddy quien avanzaba; sino que Conway le atraía hacia él, tirando abajo sus propias restricciones.

No solo reparó en el acto reciente de su mano entre hebras ajenas, sino también de todas las pasadas ocasiones en que rompió sus propias limitaciones. Había dejado llamadas perdidas al teléfono de Trucazo, sin pudor alguno de las insistencias. No escatimaba en gastos de su propio bolsillo cuando se trataba de él y, de un tiempo acá, obviaba toda responsabilidad cuando Freddy necesitaba la más mínima cosa. Se reía de sus tonterías, y disfrutaba de la paz que le entregaba su compañía al final de un duro día de trabajo.

Ya no era un niño que tenía que discernir que significaban todas estas señales. La vida larga y rocambolesca lo había entrenado bien, y aunque no era un experto en temas de sentimientos, había probado de ellos en su momento. Solo había algo que le asustaba de un panorama repetido, y era el suave perfume a flores con que Freddy llegaba a veces a sus reuniones y que obviamente no le pertenecía.

Quizás era mejor así.

Alejó su mano del informante, regresando a acabar con su trabajo y apagar finalmente el computador. La luz blanquecina del monitor se desvaneció, y la luz cálida de la lámpara detrás de Freddy, le dio nuevos colores a su perfil.

Sabía muy bien que no podría dejar de pensar en su nuevo descubrimiento, y era mejor siendo un secreto. Apartó el cabello del rostro de Freddy y le llamó suave por su nombre.

- Cinco minutos más... -dijo removiendo su rostro hacia el otro lado.

- Hay que irnos, no puedes dormirte en mi oficina –insistió con un tono más hostil.

Su saco colgaba del perchero en una esquina, junto a su pistolera; fue a por él. Mientras tanto, Trucazo se estiraba tan largo como era sobre la silla.

- Me encanta trabajar contigo –dijo Fred, poniéndose en pie-, siempre acabas haciendo todo.

- Te ayudo porque me das lastima, novato –aclaró, saliendo de la oficina.

- ¡Ja! Ahora dilo con convicción –se burló, adelantando su paso y desapareciendo en el ascensor.

Con insistencia, Freddy presionó el botón para cerrar las puertas y Conway ni siquiera tuvo tiempo de poner su mano para detenerlas. La sonrisa burlona fue lo último que vio antes de chocar con el metal gris del ascensor.

Notaba ciertas miradas a sus espaldas, señalándole que era un idiota parado frente al ascensor, luego de que su agente le cerrara la puerta en la cara. Suspiro, cansado y vencido.

- ¿En qué momento fue una buena idea meter a este anormal aquí? –se planteó.

Pudo bajar segundos después, pero parecieron horas cuando la gente te veía como un absoluto imbécil. Freddy no se había ido aún, y eso dibujo una sonrisa en su rostro sin quererlo. Estaba fumando en el estacionamiento, apoyado contra su auto y observando la calle al otro lado. Decidió acompañarlo.

Sin compartir palabras, el infiltrado le acercó el cigarrillo para que encendiera el suyo.

- Va a amanecer en nada –lamento.

- Puedes dormir durante el día. Ni tu bandita del patio y el CNI van a molestarte durante ese tiempo –solucionó Conway.

- El problema es que tengo una novia, neno. Quiere pasar puto tiempo conmigo.

Trucazo jugaba con su reloj, como una forma de distracción quizás. No veía la ilusión en los ojos de un novio enamorado o algo así, más bien parecía agotado de la relación. O tal vez, Jack veía cosas en donde no las había y Freddy solo estaba quejándose de no poder dormir por aceptar que Andrea era una prioridad ante todo. También había pasado por esas épocas, llevando al límite sus capacidades humanas por una persona, sabiendo que el trabajo era una obligación de la que no podía desligarse.

- Haz un esfuerzo por ella –dijo, perdido en la visión de luces de ciudad.

- El problema es... -sopesó en un profundo silencio.

Conway conocía ese tono de voz en él, pocas veces usado, denotando la seriedad de hablar desde el corazón.

- ...que no siento que ella se esfuerce por mí, ¿Sabes?

- Entonces, ¿Por qué sigues?

- Es lo que planeo para mi futuro –admitió. Su mirada en el suelo no parecía convencida-. En medio de mi vida, ella es lo único normal.

Jack afirmó con un gesto simple. Apagó el cigarro bajo la suela de sus zapatos y dio la vuelta hacia su auto.

- Quizás no estas hecho para lo normal, Freddy –dijo, antes de alejarse por completo de él. 

Dispárame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora