8. Primer día de clases

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El fin de semana pasó tan rápido que apenas me había dado tiempo de calmarme, todavía afectada por aquel día en el cual casi me dejo llevar por el pánico después de interactuar con el chico del edificio. Cada vez que recordaba que sus ojos se encontraban con los míos, analizándome de esa manera intensa, la ansiedad crecía dentro de mí. Por lo tanto, opté por mantenerme alejada de él por mi bienestar mental; convencida de que otro encuentro podría provocarme un colapso nervioso. Pues sabía que si mi padre se enteraba de un ataque de pánico o de que sufría por alguna razón, ello marcaría el fin de la libertad limitada que tenía. Por eso estaba dispuesta a fingir estar bien fuera de casa o frente a Robert, ya luego tendría la libertad de llorar o hacer lo que fuera para calmarme en la privacidad de mi cuarto.

La ansiedad y los nervios me arrancaban del sueño horas antes de lo necesario, obligándome a buscar la calma mientras contemplaba el uniforme colgado en mi puerta. Me encontré detenida en el tiempo, observando el uniforme e imaginando escenarios catastróficos: ser desenmascarada, que la prensa descubriera mi identidad, o peor aún, que un fanático de mi madre intentara vengarse. Mis pensamientos eran un torbellino que me dejaba sin aire, hiperventilando y llorando. Sola, intentando recobrar la razón, me daba suaves golpes en las rodillas, esforzándome por recuperar el aliento. Gradualmente, mi respiración se normalizaba y, poco a poco lograba recomponerme y reaccionar ante la realidad que me esperaba.

—Tranquila, eres Rose, tú no tienes la culpa de absolutamente nada, cálmate— me decía sobando los hombros para reaccionar, aún tenía lágrimas en los ojos pero ya me estaba sintiendo mejor— Nadie tiene porque culparte, ¿sí? Todo estará bien— me susurraba y repetía como un mantra

—Señorita Rose— resonó suavemente al otro lado de la puerta, marcando la transición del día —ya es hora de levantarse.

Con agilidad disimulé mi  estado, secando mis lágrimas y levantándome con rapidez, mientras me aclaraba la garganta—. Sí, tomaré una ducha y estaré lista en unos minutos—, afirmé, aunque mi voz temblara ligeramente, sintiendo todavía esa presión en la garganta.

—Excelente, procederé a preparar el desayuno. Nos vemos abajo— dijo aun del otro lado de la puerta.

Reaccioné como pude y me di un baño de agua fría, buscando la fuerza necesaria para enfrentar el día. Rápidamente me sequé el cabello y me puse el uniforme. Bajé a desayunar, decidida a no permitir que mis pensamientos me dominaran.

—Todo tiene un aspecto maravilloso, pero creo que...

—Debe comerlo todo, o no nos vamos— su voz fue firme, y a pesar de la falta de apetito causada por los nervios, obedecí sin más.

Una vez concluido el desayuno, recogí mi mochila, mi suéter y las mascarillas de repuesto, y nos dirigimos al carro.

El trayecto a la escuela se llenó de pensamientos que me carcomían y lágrimas que escapaban de mis ojos.

—Señorita Rose, hemos llegado, ¿está todo en orden?— Limpié mis lágrimas con rapidez y afirmé con la cabeza— Si se siente mal todavía estamos a tiempo de marcharnos— expresó con un tono lleno de preocupación, claramente había notado mi estado, temía que pudiera mencionárselo a mi padre.

—Estoy bien—, dije lo mejor que pude, a pesar del nudo que parecía estrangular mi garganta.

—Son solo los nervios típicos del primer día. No lo piense demasiado; pronto se sentirá mejor— Su intento de animarme resultó sorprendente. Con una sonrisa, agregó—. Yo también lloré en mis primeros días de clase, incluso en la universidad. —Se rió levemente de sí mismo—. No le voy a mentir: será duro. Sin embargo, estoy seguro de que puede superarlo. Todo estará bien.

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⏰ Última actualización: 9 hours ago ⏰

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