— ¡Sal, Zim! ¡No pueden saber que estuviste aquí! — Clamó levantando a la fuerza al Irken, que estaba un poco enredado con las sábanas.

— P-pero. . . ¿por qué?

— Zim no te lo puedo explicar, ¡solo sal!

— ¡¿Dónde está mi disfraz?!

— N. . . No lo sé, ¡llévate la sábana, tengo más! Pero tienes que salir de aquí. — Exclamó con unos ojos que reflejaban la preocupación misma

— ¿Dib si estás? ¿Estás hablando con alguien?

— ¡S-Si! ¡Digo. . . Agh! ¡Ya voy!

— Bien, pero estás actuando raro Dib, más de lo normal

— ¿No puedo quedarme aquí y después regresas? — Sugirió suplicante el de ojos magenta

— No Zim. . . Sólo. . . — Y, así comenzó a sentir como el humano empezaba a ejercer fuerza sobre él para que se levantara y se dirigiera a la ventana — Zim. . . Y-ya. . . ¡sólo vete! — Fue lo último que escuchó del de lentes, puesto que lo siguiente que experimentó fue el aire en su espalda y sus prótesis activándose por sí solas para evitar que cayera al césped, Dib lo había empujado.

Lo primero que hizo al recibir el leve impacto fue girar su rostro hacia donde le habían echado segundos antes, ni se fijó para verificar que estuviera bien, pudo haberse lastimado y él ni se enteraba.

Ésto lastimó al pequeño Irken, sí no eran algo más que conocidos, sí ya no eran enemigos, ¿por qué no le interesó? ¿Acaso. . . No significaba nada? O. . . ¿el humano tenía problemas? ¡Si! ¡Habría de ser eso! Y qué mejor que él para aliviar cualquier pena de aquél humano que se había vuelto su favorito, y que, a pesar de que las veces en que más tiempo estaban juntos fueran principalmente lujuriosas, se habían desarrollado basto cariño, o al menos eso pensaba.

Con gran devoción se dirigió a su casa, e investigó lo que una pareja común solía hacer para demostrar amor y/o apoyo, y encontró una muestra que le pareció de lo más romántica, e incluso relacionada con algo que ya había estado considerando.

Esperaba con ansias el día siguiente, por mientras la noche, puesto que no podía dar marcha al reloj con una siesta, buscó formas de dar regalos de manera "bonita", haciendo él mismo una caja de cartón, decorarla y poner el contenido con varias decoraciones, muchos corazones de papel y cosas por aquel estilo, obviamente, ayudado por sus dos secuaces.

El sol apenas terminaba de salir, cuando fue el primero en comprarle a ese pequeño comercio, el objeto que cada día que volvía de la escuela y de la casa del azabache se cruzaba por sus ojos, y le exigía que le llevase consigo, ese día se cumplía aquel capricho.

Llegó a la escuela demasiado temprano, escondiendo la caja ante toda vista que pudiese tentar con ser la primera en descubrir lo que había ahí guardado.

Se dirigió inmediatamente hacia el árbol en el que siempre podían contar con encontrar al contrario.

La brisa seguía fresca y al sentirla en su iluminado rostro era como probar un hielo con dulce sabor, un dulce amargo sabor, algo así, sentía estar enamorado.

Abrazaba el regalo y se fijaba cada que alguien entraba, y para su sorpresa, el de lentes llegó igual muy temprano.

Se notaba no muy bien, con pequeñas ojeras y contrario a los días siguientes de sus noches de juego, su rostro no lucía radiante.

Por tal razón se convenció más de que su regalo seguramente le alegraría la vida, así que, muy seguro se acercó con la caja en su espalda.

Dib no miraba hacia en frente, estaba cabizbajo, confiando en que el camino de la entrada hacia el famoso árbol estaría libre de obstáculos.

T͜͡w͜͡e͜͡n͜͡t͜͡y͜͡ S͜͡o͜͡n͜͡g͜͡s͜͡-s͜͡h͜͡o͜͡t͜͡s͜͡  ❣︎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora