como una película [ 1/1 ]

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«matsquare»

Rodrigo volvía otra vez a ese estúpido colegio. Nunca pasaba nada interesante, él amaba la acción, el terror y también la ficción, pero en ese colegio todo era muy “romántico”, por así decirlo.

Casi todos tenían pareja, ya sea afuera de la escuela, o dentro de esta. Siempre que iba a comer su almuerzo, encontraba a parejas dándose mimos, besándose o charlando mientras conservaban sus caras de enamorados en su rostro. Ésto enfurecía un poco al castaño, desde niño pensó que lo romántico era para mujeres y para las parejas, nunca le gustó nada relacionado con lo romántico, prácticamente lo odiaba.

Rodrigo caminaba tranquilo pero medio enojado mientras ignoraba a las parejas al rededor suyo. De repente, vio a un pelinegro con cara de perdido, y desde ese momento su vida dio un pequeño giro. Se quedó observando al chico de vestimenta negra e intercambió miradas, y ahora los dos estaban mirándose fijamente. El del septum se fue acercando al del expansor y viceversa.

—Hola... —soltó el mayor, mientras se acercaba más.

—Ho-hola, emm... ¿Sabés dónde queda el salón 3G? —preguntó bajando su mirada, se había sonrojado por la cercanía que había entre Rodrigo y él.

Ahí fue cuando Rodrigo salió de su trance

—Oh, si, sí. ¿Viste esa escalera? Bueno, la subís y en frente está el salón —apuntaba todo lo que decía—. Yo te acompaño, voy al mismo salón —sonrió, dejando sus dientes al descubierto.

—Gracias... ¿Cuál es tu nombre? —levantó su cabeza y preguntó el nombre del contrario, ya que el castaño no lo había dicho.

—Rodrigo, me llamo Rodrigo, ¿y vos? —preguntó observando su cara.

—Matías, soy Matías, un gusto —dijo y estrechó su mano contra la de Rodrigo. Después de eso, fueron directo a su primera materia, después cambiarían de salón.

→∆←

Ya no aguantaban más, habían pasado cuatro meses desde que se conocen y desde el primer día en que se vieron tenían ganas mutuas de comerse la boca.

Esa tarde era para algunas personas una tarde normal, pero para Matías y Rodrigo, esa no era sólo una “tarde nublada pero normal”.

Rodrigo estaba pensando seriamente en hacer lo que tenía pensado o no: se declararía a Matías. En un momento dijo “ya fue” y emprendió camino hacia la casa de Matías, en la cual un día se reunieron para hacer una maqueta.

Matías pensaba lo mismo que Rodrigo. Hace varios meses quería declararse, pero no lo lograba, hasta hoy. Hoy se armó de valor y salió de su casa, tomando sus llaves, su celular y algo de plata.

Rodrigo corría hasta la casa del pelinegro, rogando para que la lluvia no empiece a caer ahora.

Matías también corría, tenía miedo de terminar mojado y engriparse como normalmente lo hacía cuando se mojaba mucho, y no por una ducha.

Ninguno de los dos se fijaba su camino, la lluvia ya había empezado a caer, y muy fuerte, haciendo que su vista se tape por pequeñas pero muchas gotitas de agua.

En un momento, justo en un parque, los dos chicos se encontraron. Al principio no se reconocían, después de varios segundos se dieron cuenta de quién era la persona que estaba en frente suyo.

—Hola... —habló Rodrigo, tratando de imitar la voz que tenía la primera vez que se habló con Matías.

—Ho-Hola, emm... ¿Sabés dónde queda la llave de tu corazón? —soltó avergonzado y directo mientras veía al contrario con una cara de enamorado, los dos tenían la misma cara con ese brillo especial en los ojos.

—Eso no se pregunta, sabés muy bien que vos la tenés —dijo para acortar la distancia de los dos en un beso, el cual fue correspondido al instante por el menor.

Sus labios se movían al compás, con los movimientos correctos. Parecía como si sus labios hubieran sido hechos para besarse entre ellos, no había espacio para los demás, sólo ellos dos.

Matías abrió la boca, dejándole el paso libre a la lengua de Rodrigo, quien metió esta por la boca del menor, empezando una guerra de lenguas que fue cortada por la falta de aire.

Los dos se separaron, se miraron y rieron. La iluminación natural se había ido y la noche cayó, los faros del parque se habían prendido, dejando ver a todos los árboles y el pasto iluminados por esas luces bastante blancas. Éstos miraron su alrededor, seguía lloviendo pero no le daban importancia, solo seguían mirando.

—Odio esto, se parece tanto a las películas románticas —dijo y fijó su mirada en el castaño.

—Si, como una película —sonrió mirando a Matías—. Yo también odio ese tipo de películas, pero si tuviera que vivir una con vos, no dudes en que lo haría —dijo y acercó a Matías de la cintura.

—Shh, hacé silencio y comeme la boca, mi amor —dijo para volver a unir sus labios, esta vez en un beso más apasionado.

Matías posó sus brazos en los hombros de Rodrigo, y Rodrigo puso sus manos en el trasero de Matías, masajeando toda esa zona. Matías soltaba suspiros que eran callados por su beso con el castaño.

A Rodrigo pensó que invitar a Matías a su casa sería una buena idea, y vaya que lo fué. Usó su ropa, se besaron, hicieron varias cosas más y por fin se declararon. Todo iba perfecto, estaban de novios y felices, nada podría ir mal, ¿o sí?

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