VI.

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Las suelas de sus zapatos resonaban al pisar, era el único ruido que podía escuchar en estos momentos. Todo a su alrededor estaba tan silencioso, tan pacifíco, que parecía surreal. El cielo estrellado era deslumbrante ante sus ojos, diferentes tonalidades de azul parecían formar una obra de arte, las estrellas brillantes parecían ser capaces de cegar sus ojos azules con su luminosidad.

Subiendo las escaleras entre el séptimo y octavo templo, comenzó a bajar el ritmo de sus zancadas, todo para gozar de la belleza del cielo estrellado y de la luna llena. Siguió su camino avanzando con tranquilidad, mientras la brisa fría chocaba con su espalda y hacía levitar algunos mechones de cabellos, que bajaban y volvían a subir luego de unos largos segundos. Su caminata se detuvo al ver como el santo guardián del octavo templo estaba sentado en uno de los escalones fuera de su templo, admirando el firmamento estrellado mientras su cabello era levantado por la brisa helada.

—Buenas noches, caballero de Escorpio. —Musitó para pasar a su lado, pero el nombramiento de su nuevo nombre le detuvo.

—Nicolle... —Llamó el santo, bajando la mirada del cielo para clavarla en ella, en sus ojos azules que parecían mirarlo con neutralidad. —Siéntate a mi lado un momento. —Pidió, o más bien ordenó.

—¿Hay alguna razón particular para esto? —Consultó, tomando asiento al lado del heleno que volvió a mirar el cielo.

—¿Debería existir una razón para que quiera simplemente conocer a alguien?

—Siempre existe una razón, aunque sea mínima. —Un sonido de afirmación escapó de los labios del griego, quién miró de reojo a la francesa que miraba eternamente la pequeña ciudad de Rodorio y luego las montañas de la lejanía.

—Conozco a una persona... Qué es realmente parecida a ti. —Los nervios de Camus comenzaron a ser un problema para él, quería huir. —Cuando hablaba con él, jamás miraba hacia abajo cómo si estuviera arrepentido de algo, jamás miraba hacia arriba cómo si esperara algo o tuviera esperanza de algo, siempre miró al frente, cómo si estuviera listo para afrontar todo con su actitud frívola y neutral, siempre pensando con la cabeza fría. Tú haces lo mismo. También tenía esa peculiar forma de golpear con las palabras que tienes tú, lo noté hoy, cuándo te dirigiste a esa profesora de esa manera. Te gusta ser directa, si les duele que les duela y si no está bien por ellos, eliges hablar con la verdad, con la dureza, que endulzar tus palabras para hacer sentir mejor a otros.

—Tienes buen ojo.

—Diría que fui aprendiendo a hacerlo con el tiempo, cuando era un niño no era capaz de darme cuenta de cosas como estás tan fácilmente... Dime, Nicolle, ¿sabes de quién habló?

—Tú lo dijiste anteriormente, es una persona que tú conoces, más yo no la conozco. —Los párpados de Milo se encogieron un poco, agudizando su vista para mirar cada una de las facciones del rostro severo de esa mujer, siendo incapaz de descifrar algo de duda en ella. Pero sus instintos le decían ir más allá, y él los va a obedecer.

—Habló del santo de Acuario. —Aclaró sin dejar de mirar atentamente ese rostro perfilado. —Tú y él son muy parecidos, ¿es algo que tenga que ver con su signo, o es una simple coincidencia de parentesco?

—Tú eres quién nos está comparando, creo que esta respuesta es algo que puedes encontrarla tú mismo. Generalmente pienso que las personas solo ven lo que quieren ver, cuando una persona te cae mal, sueles buscar las cosas más desagradables solo para tener un motivo para alimentar tu odio, hay personas que los comparan con sus amigos y solo les importan las diferencias, algo que les sirva para justificar su odio y su cólera. Lo mismo pasa al viceversa, cuando tratas de conocer nuevas personas, tratas de compararlas con tus amigos para ver si te conviene a no, si la relación va a ser fuerte o va a ser realmente débil al punto de ni siquiera poder llamarlo "amistad", todo depende de lo que buscas y como dije, solo vemos lo que queremos ver. —Milo meditó en silencio sus palabras, ¿tal vez haya juzgado demasiado rápido a esas chicas? No quería admitirlo, pero estaba comenzando a pensar que las palabras de Aioros eran ciertas en su totalidad. —Ahora me veo en la obligación de preguntarte cuál es tu razón de todo esto. ¿Por qué decidiste entablar una conversación conmigo de un momento a otro? Antes no pasábamos de un saludo por cordialidad.

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⏰ Last updated: Jan 31 ⏰

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