Soledad

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Tenía dos años vagando por las calles de Yokohama, en soledad. Era un huérfano desafortunado, cuyas ganas de vivir no existían y escaseaba la felicidad en su ser. No se sentía un humano, tenía la sensación de que no pertenecía a ellos, y sólo se mantenía en su mundo, entre la sociedad, y al mismo tiempo, alejado de esta.

Hace pocas semanas, le habían detectado cáncer muy avanzado y que en pocos meses terminaría con su vida. Le daba igual si moría joven o no, pero antes de que eso sucediera, quería conocer un poco más del mundo y darle una oportunidad a la vida.

Caminaba bajo una tormenta eléctrica, sin sentir miedo, con destino a la pequeña casa de cuatro paredes donde vivía.
Al ir deprimido, como de costumbre, y con poca visibilidad de la noche, se tropezó con un cuerpo que yacía tirado frente a su casa. Cayó.

— ¿Disculpe?—. A pesar de haber caído, a Dazai no parecía afectarle mucho. Lo único que quería era saber si ese joven que estaba sobre el lodo, se encontraba vivo o muerto.

El vendado, se atrevió a arrastrar al joven hombre hacia dentro de su pequeña casa, y así, revisarlo.
Lo secó, limpió y cambió su mojada ropa por una limpia que pertenecía a él, para evitarle un resfriado.
A los minutos, el joven despertaba tosiendo, y mirando hacia los lados, asustado al visualizar a ese desconocido, que de espaldas, se quitó la gabardina, para cambiar sus vendas.

— ¡¡Oye, tú!! ¡¡¿Quién demonios eres y qué hago yo aquí?!! ¡¡¿Se puede saber por qué traigo ropa que no es mía?!!—. Interrogaba el pelirrojo con fastidio, desde el futón.

Dazai terminaba de vendar su pecho y abdomen, y se ponía su pijama sobre las vendas. Era un pijama sencillo y poco cálido para el presente invierno, y más si había una tormenta eléctrica afuera. Aunque pasará frío extremo, debía aguantarlo con ese pijama y ese delgado futón, después de todo su trabajo no le daba muchas ganancias, y pronto no podría volver a trabajar por su enfermedad.

— Dazai es mi apellido, Osamu mi nombre. Mucho gusto, ¿tú eres?—. Dijo en respuesta, dándose la media vuelta y acercándose a su acompañante.

— ¡Nakahara Chuuya! ¡¿Y por qué debo presentarme?! ¡¡¿Por qué me duele todo el cuerpo?!! ¡¡¿Me hiciste algo, idiota?!!—. Estaba alterado, sin ni siquiera recordar nada antes de quedar inconsciente en el lodo.

— Te encontré inconsciente fuera de mi casa. Te traje aquí, y te limpié el lodo y las heridas que hay en todo tu cuerpo, además, te cambié de ropa y lavé la tuya. Ahora mismo se seca en aquella esquina—. Señaló. El pelirrojo estaba molesto. Se sentía humillado.

Dejando de lado la humillación, Chuuya observaba lo que había en esas cuatro paredes. Era un lugar poco espacioso, pero ordenado y limpio. Le impresionaba lo humilde que era, y la manera tan poco protegida de la ropa de dormir de Dazai, sentís algo de pena por él.

— Perdón. Me equivoqué-. Reconoció avergonzado, levantándose del suelo.
— Dazai.

— Dime—. Respondió de inmediato. Arreglaba las goteras.

— ¿Por qué vives de esta manera?

Dazai sonrió ante esta pregunta. Terminó de arreglar la última gotera del techo, y se aproximó al pelirrojo, situándose de pie frente a él.

— Soy huérfano, solitario, sin amigos y familia. Tengo un trabajo que sólo me da para comer, y... Dentro de poco no podré seguir con ello. ¿Qué más podría tener una persona como yo? Sólo espero la muerte, Chuuya—. Contestó con seriedad, pero aún así, al final sonrió.

Esas palabras habían cambiado la manera de pensar de Chuuya, quien era un heredero de millones y nunca le había faltado nada.

— Mi familia tiene millones, podríamos ayu...

— No hace falta—. Interrumpió. — Voy a suicidarme pronto, así que no necesitaré nada más. Por cierto, ¿Quisieras cometer suicidio doble conmigo?—. Propuso.

— ¡¡¿Estás demente?!!

El estruendo de un rayo que cayó, los sorprendió a ambos, distrayendo la conversación.

— Si voy a morir, prefiero elegir el día y la hora, y no que ese momento llegue por sí solo. Dime, ¿cuál es el sentido y significado de la vida?

Al pasar la tormenta, Chuuya había regresado a su casa, una de las mansiones más grandes de Yokohama. Se duchaba, y no podía dejar de pensar en ese joven tan extraño que había conocido en circunstancias inesperadas, y también, le inquietaba no saber quiénes lo habían lastimado de esa manera.

¡VAMOS, CHUUYA!Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang