—Y ese fue mi error, darle más importancia de la que merecía. Desde el comienzo debí tratarlo como lo que es en verdad: alguien para pasar el rato.

De pronto, Stacy parece la hermana mayor y yo me siento como una niña. Sus palabras le producen una extraña sensación a mi pecho. Pero ella tiene diecisiete años y siempre ha creído en el amor... ¿Acaso ya no lo hace?

—Esa Academia de danza te ha cambiado —me limito a comentar. Es lo que he pensado desde que volvió, pero decirlo en voz alta me hace ser más consciente de ello.

—No he cambiado, he aprendido que la mayoría de los hombres buscan una sola cosa. Y no ha sido la Academia la que me lo ha enseñado.

Entonces, fue el dolor.

—Ha sido él —me arriesgo a acertar—. Bruno.

Ella suelta mi trenza sin terminar de cerrarla. La deja caer por encima de mi hombro, hacia adelante, y se mueve hasta la salida.

—No permitiré que alguien vuelva a jugar conmigo, eso es todo. Ya no soy una tonta —declara antes de salir y cerrar la puerta a su paso.

Durante el almuerzo le cuento a mamá y a Eric sobre la ruptura. No les doy demasiados detalles y pronto entienden que prefiero no hablar de ello. Mi padrastro se ve incluso más afligido que mamá, después de todo, sé que lo aprecia mucho.

Tadeo me contesta un momento después. Me cuenta que los chicos se quedaron hasta tarde tomando cerveza y tratando de animar a Lucas, quien ahora no sale de su cuarto.

Me duele tanto que se sienta mal, pero esto por su bien.

Decido ir a pasar la tarde al departamento de Gloria. Necesito estar con alguien que entienda cómo me siento.

—Lo hice —le cuento apenas me abre la puerta—. Terminé con él.

—Ay, mi niña, pasa.

Me lleva hasta el sofá de su pequeño estar y se pierde tras la puerta de la cocina, murmurando algo sobre preparar té. Escucho ruidos de vajillas al otro lado y casi puedo sentir sus nervios chocar con los míos.

—No he podido dormir anoche —la oigo expresar—. No puedo dejar de pensar en que tendré que mirar al señor Anthony a la cara, sin poder decirle que Mireya ha vuelto y su temor más grande se está haciendo realidad.

Me levanto y voy aprisa a donde está.

—No puedes decirle nada —le recuerdo.

Ninguna de las dos debe arruinar esto.

—Lo sé, pero será difícil. Es mi jefe.

—También el mío, y mi suegr... Bueno, exsuegro. —Me duelen mis propias palabras—. Esto nos costará mucho a las dos, pero no podemos flaquear.

—Ay, quisiera tener tu carácter —se lamenta—. Eres tenaz y valiente.

¿Valiente? Para nada. Tengo un miedo terrible de lo que Melania pueda hacer. Me aterra pensar que arruine la carrera de su hijo si no me alejo.

—Solo quiero que él esté bien... —Me recuesto sobre la mesada, sosteniendo el rostro entre mis manos, mientras ella saca la tetera del fuego y descarga parte de su interior en dos tazas—. Y detesto pensar que, haga lo que haga, sufrirá. ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?

—Las cosas nunca fueron fáciles con Mireya cerca, ¿sabes? Siempre quiso ser un alma libre, incluso cuando estaba con Anthony. Decía que él le sacaba el tiempo que necesitaba para ser una gran estrella.

Ese último momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora