Mi gesto se suavizó y comencé a llenar el bote de palomitas con queso cheddar.

Los pedidos en este sitio ya los había memorizado, sabía perfectamente cuál de todo lo que se vendía aquí era lo más común, desde el sabor de la gaseosa preferida por todos los adultos, así como el dulce favoritos que los niños pedían.

Los combos se dividían dependiendo del cliente, el glotón siempre ordenaría el combo con hot dog y un dulce, el que venía con la familia terminaba llevándose más de un combo familiar mientras que el tacaño ignoraría lo que las pantallas decían y escogería unas palomitas medianas junto a una soda del mismo tamaño.

Yo no era bueno tratando de persuadir a las personas para que se fijaran en las promociones, a Jane y Josh se les daba mejor ese puesto, el chico solía decirme que me convenía la venta de boletos porque solo era cuestión de teclear el boleto para la película escogida, ofrecer la tarjeta de "cliente especial" y explicar en qué consistía esta, cuáles eran sus ventajas y cómo ganabas con ella.

Fue solamente una vez.

Terminé mirándole mal y él disculpándose por decirlo.

De acuerdo, mi problema no radicaba con el intercambio de palabras o mi pésima actuación del trabajador feliz, la realidad se reducía a una cosa: Yo odiaba a todos.

Lo decía en serio, sin excepciones, en su totalidad.

No me sentía alguien especial. No como uno que merecía estar separado de lo común o lo que fuese lo normal. Siempre fui un ser ordinario que le gustó estar lejos de los demás por demasiadas razones, una de ellas es que —en algún momento de la vida— tú le darías la entrada a alguien que pronto te traicionaría de la peor manera. Lo digo en serio.

Luego, del otro lado, encontrábamos la razón más importante. Una que temía que se repitiese. Proclamar a una persona como tu todo y luego se marchase, así como si nada.

Por ello... por ello comencé a cerrar mi círculo social. No necesitaba otra racha de sentimientos rotos y duelos emocionales, estaba cansado de luchar conmigo mismo.

Bueno, tampoco es como si algunos tuviesen ganas de conocerme, ¿verdad? Al fin de todo, en el instituto me etiquetaban como el drogadicto con el que si te juntabas no tendrías una buena apariencia y nada saldría bien de esa amistad.

Yo solía reír.

«Pero en realidad dolía»

Aunque con el tiempo construí una barrera que se volvió mi defensa, aprendí que las palabras no me hirieran y que existían humanos que eran capaces de sacrificar a quienes decían querer. Entonces, en realidad yo no podía esperar nada de nadie.

Es decir, una de las personas que amaba era quien más daño me hacía.

Y jamás cambiaría.

«Quiero creer que a pesar de toda mi miseria yo sí sabía amar»

De eso se trataba, al menos lo que había escuchado de toda esa mierda del amor, compartir tu sentimiento más fuerte a alguien sin esperar nada a cambio, se suponía que era algo incondicional. Real, honesto y absoluto.



🌈



Unas horas después, el reloj marcaba las dos de la madrugada. Las funciones habían terminado y nos encontrábamos limpiando todo para la mañana, ya que el cine abría a las once del día y ese turno pasaba a manos de alguien más.

ETERNO #4 [OFICIAL] Próximamente en físico.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora