— Siempre estás pensando en algo. —aseguró con su ceño fruncido. Esperó una respuesta mas  él se mantuvo en silencio. Ladeó tiernamente su cabeza, balanceando sus mechones rojos y atrayendo la atención de Aragorn a estos— Tan absorto y distraído con el mundo... —no pudo evitar reírse ante sus propias palabras. 

Ambos eran muy distintos, sin embargo, su relación era férrea y duradera como la hoja de una espada. Todos en la aldea murmuraban sobre ellos, y de la hermosa imagen que creaban uno junto al otro. No obstante, era confuso para todos que congeniaran tras tener almas tan dispares. Era bien conocido el temperamento feroz de la muchacha, y el sensato y sereno de él. Mas a los pequeños no les extrañaba, aquello les parecía de lo más natural. Era algo que estaba destinado a ser, una amistad que nació en el mismo instante en que cruzaron sus miradas. Experimentaron en los ojos del otro, como nacía un nuevo amanecer, uno más intenso y real que cualquiera que hubieran presenciado antes de encontrarse. 

— Yo no pensaba en nada. —mintió Aragorn apartando su vista en dirección al bosque. 

Si se hubiera dado el placer de observarla un poco más, sus mejillas se hubieran tornado de un dulce carmesí. La oyó chasquear su lengua con molestia, mas no dijo nada manteniéndose firme ante su mentira.

— Pues aunque no me hayas preguntado, te diré lo que yo pensaba. —alzó su mentón, y miró directamente a los ojos del chico que volvieron a posarse sobre en su rostro. Era difícil, por no decir imposible, que Aragorn resistiera ante ella. Tras unos segundos donde Anatar quedó en silencio, con su comisura curvada y una ceja alzada dejando expectante a Aragorn, continuó— En el poder del río. —arrastró las palabras dejando un aura de misterio que provocó un escalofrío en su compañero.

— No hay poder alguno en el agua. —soltó poco convencido, jugueteando nerviosamente con las briznas de hierba que le cosquilleaban las palmas de sus manos.

— ¿No? —con falsa inocencia Anatar hizo una mueca pensativa y barrió con su mirada el horizonte— Quizás esté equivocada... —expresó sin vergüenza, mas en el fondo solo buscaba crear más expectación sobre ella.

Aragorn esperó a que continuara, y la sonrisa socarrona que jamás había abandonado el rostro de Anatar, comenzó a impacientarlo.

— ¿Qué poder posee? —cuestionó desesperado por una respuesta, llevando en le proceso sus manos a los hombros descubiertos de ella.

Anatar ignoró el escalofrío que aquello le había provocado, y tras agitar sus hombros suavemente desprendiéndose del agarre de Aragorn, ensanchó su sonrisa. Estaba orgullosa de conseguir la atención y la curiosidad del moreno. Quedó en silencio con sus ojos aún pegados en el agua, una que había crecido más brava y oscura desde que puso sus pies dentro.

— Oí una vez a los adultos hablar... —susurró cauta, como si la misma tierra alcanzara a escuchar sus palabras— Dicen que un señor elfo gobierna el bosque que acobija nuestra aldea.—la pelirroja señaló con su índice las tierras lejanas, su voz era apenas un murmullo arrastrado por el viento— Él es capaz de dominar el agua de este río, Aragorn. —separó sus ojos de la ahora mansa agua, y los arrastró hasta su fiel amigo, hallándolo mudo y expectante— Que con tan solo un par de palabras, influye en su cauce y su fuerza. Pues puede causar una inundación o sequía, si lo desea. —azul y negro chocaba mientras ninguno de los dos se atrevía a separar su mirada del otro—Embruja a la naturaleza y esta le obedece. —con desconfianza y cierto temor, Aragorn contempló el río bajo sus pies aún húmedos— Mas no temas Aragorn, los elfos son nuestros aliados. —colocó una mano sobre su hombro, sobresaltándolo en el acto— Eso es lo que siempre dice madre, poseemos amigos más allá de nuestra raza. —expresó lo último con una sonrisa alegre, olvidando como segundos atrás había llevado una voz sombría. 

EL AMANECER DEL SOL ROJO ⎯⎯  ᴀʀᴀɢᴏʀɴحيث تعيش القصص. اكتشف الآن