Capítulo IV. El Chamán.

15 6 0
                                    

《Malditos waqaychasqa ayas. No sabía que existieran tantos en este mundo. Siempre pensé que solo existían aquí, en este país olvidado. No sé me ocurrió que aún habría waqaychasqa ayas caminando en lugares tan sobre poblados como Estados Unidos o Inglaterra. Menos aún que un humilde paqu como yo les interesaría. Aunque claro, no es a mi a quien quieren.》

El hombre conocido como Chamán estaba nervioso y asustado. Caminaba de un lado a otro pensando para sí mismo en una especie de cuarto abandonado y pestilente. El olor a hierbas, excrementos y alcohol llenaba el lugar e inundaba sus pulmones. Había una gran cantidad de anaqueles llenos de plantas medicinales, venenosas, alucinógenas, afrodisíacas y rituales. También había botellones polvorientos con distintos tipos de brebajes de varios colores y cajones llenos de polvos extraños con olores penetrantes. Cadáveres de armadillos, gallinas, perros, murciélagos, monos, loros, zorros, conejos y cuyes colgaban del techo atados de las patas con cuerdas. Se podía notar en una esquina un revoltijo de algunos huesos humanos y unos cinco cráneos. Había también varios libros con tapa de piel, no necesariamente de cuero animal, amontonados en una esquina. La habitación era oscura, estaba mal iluminada por un par de velas gruesas y era bastante húmeda.

El Chamán seguía rumiando su rabia contra los waqaychasqa sin hacer caso del hombre que estaba comenzando a despertar.

Aquel hombre estaba severamente golpeado. Estaba atado con cadenas una silla de hierro. Goteaba sangre por la cara y la cabeza. Uno de sus tobillos estaba totalmente hinchado revelando una rotura de huesos desastrosa. Aquel robusto hombre no era otro que el teniente de policía y guardaespaldas del más poderoso hombre de la ciudad, Javier Estrada, alias "El Carnero".

El Chamán no prestaba atención al maltrecho Carnero. Él, por su parte, estaba despertando de la inconsciencia para acceder a la dolorosa vigilia. Su cuerpo está golpeado y muchos de sus huesos rotos. El Carnero había aguantado muchas palizas a lo largo de su vida, pero ninguna como esta. Había perdido peleas algunas veces, pero nunca había sido incapaz de defenderse. Aquel sujeto de aspecto tan refinado tenía la fuerza de una bestia gigantesca. No pudo hacer nada más que recibir golpes y tratar de mantenerse vivo, lo consiguió de milagro. Ninguno de sus buenos muchachos había sobrevivido. Aquella bestia llamada Naicolas André Bernui los había matado a todos con movimientos tan rápidos que El Carnero dudaba de su propia cordura al verlos o casi no verlos. Sus ojos realmente no podían seguirlo. Si no hubiera sido por el otro sujeto seguramente yacería como un cadáver en el piso de aquel antro acompañando a sus leales hombres.

- Donde mierda estoy.- dijo El Carnero con amargura escupiendo sangre por la boca.

El Chamán se dio vuelta y miro al casi cadáver que tenía encadenado a la silla. No sabía muy bien qué hacer con ese hombre, aunque estaba seguro que matarlo no era una opción viable. Si lo asesinaba tendría poderosos enemigos tras su cabeza y la vida de ese hombre no lo valía, menos ahora que sujetos como Naicolas estaban presentes en el tablero.

- Estas en una de mis guaridas fuera de la ciudad, en unos minutos llegará un doctor a revisar tus heridas. Podría darte algo de mi repertorio, pero creo que no lo aceptaras y no desperdiciare mis talentos contigo. - Dijo el Chamán con desprecio.

- Hu ¿Una de tus guaridas?- Pregunto el Carnero mientras escupía sangre de la boca. - Ja, esto parece una letrina de mierdas y meados. Imagino que debe apestar a rayos, si mi nariz no estuviera rota seguramente estaría asqueado por la peste.- Respondió entre jadeos.

- Desafiante incluso cuando estás derrotado. En serio no tienes cerebro en ese cráneo. Realmente eres un estúpido Uwiha, quieres seguir dando cabezazos a si te partas el cráneo. Sabes que puedo cortarte la garganta si me apetece. - Dijo el Chamán.

El Maldecido InmortalOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz