—Voy al hospital, luego vuelvo.

Me incliné para darle un beso en la mejilla antes de levantarme. Al salir al pasillo Mateo me preguntó a dónde iba y tuve que mentirle y decirle que iba a hacer unos recados. Si le decía que iba a ver al abuelo querría venir y hoy más que nunca necesitaba hablar con él.

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Aparqué en el parking y subí a la tercera planta. Recorrí el pasillo por donde paseaban algunos enfermos con su cuentagotas a rastras, la mayoría estaban solos. Qué triste. Pasé por el control de enfermería y saludé a los sanitarios que estaban allí, los conocía a casi todos. Entré a la habitación y lo vi en la camilla donde está tumbado. Al principio se me encogía el estómago al ver así a mi padre, pero después de tantas veces hice de tripas corazón y me he acabado acostumbrado. Aunque eso no quita que siga odiando los hospitales.

—Hola papá.

—Hija, qué alegría —respondió con la voz algo áspera.

Seguro que tenía encima muchos medicamentos para que no sienta el dolor que le debe recorrer el cuerpo entero. Aún así, siempre que venimos a visitarle pone su mejor sonrisa para no preocuparnos.

—¿Qué tal estás hoy? ¿Necesitas algo?

—Igual de drogado que siempre. —Carraspeó para aclararse la garganta—. Un poco de agua me vendría bien.

Asentí, cogiendo el vaso de plástico que había en la mesilla y entrando al baño a llenarlo. Aproveché para mirarme en el espejo. Tenía el pelo alborotado por culpa de la noche anterior. Me lo peiné un poco con los dedos y lo recogí tras las orejas.

—Aquí tienes.

Mi papá se incorporó con algo de dificultad y agarró el vaso que le tendía. Sentado contra el cabecero le dio unos cuantos tragos antes de hablar.

—Muchas gracias por todo, hija. Sé que siempre hemos sido tú y yo, me hubiera gustado que fuera de otra forma pero...

Un ataque de tos interrumpió su discurso. Un discurso que sonaba a una maldita despedida. Pero mi padre no se iba a morir, no aún. Estaba en la recta final del tratamiento y además ya estaba todo pagado, saldría de esta.

—Ya sabes cómo era tú madre. No podía dejarte allí y esta ha sido la vida que te he dado, una vida que no te mereces. Lo siento cariño, lo siento tanto...

Me dolía inmensamente escuchar sus palabras. Sabía a la perfección como era mi madre, lo que pasó y cómo acabó aquello. Crecí sin una figura materna pero mi padre siempre me lo había dado todo. En cierto modo, por eso estaba así, de tanto trabajar para sacarme adelante.

Durante un largo período de mi vida había odiado a mi madre. La culpaba de abandonarnos a los dos, no solo a mí, porque mi padre la amaba. Eran el amor de la vida el uno del otro, todo el mundo que los conocía lo sabía, saltaba a simple vista. Aún así y después de todo, se desentendió de su propia hija, desapareció y nunca más volvió a preocuparse por mí. Ni siquiera sé si está en Inglaterra, España o en Francia con su familia. Si se ha casado con otro hombre y tiene más hijos o si sigue como antes.

—Está bien papá, deja de preocuparte por eso.

—Sé que debo olvidarlo, pero me da mucha pena y más estando como estoy. Lo siento.

Me senté en el borde del colchón y le di la mano. Entrelacé nuestros dedos y los miré durante unos minutos antes de confesarle que debía irme. Aunque claro, le daría una versión más light para no preocuparlo. En su estado era lo mejor.

AARON ©Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum