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Capítulo 16

Durante la mañana y parte de la tarde del día siguiente, mi pequeño humano y yo nos dedicamos a jugar por largas horas, era el momento de desquitar todo el tiempo que estuvimos separados y supe que me serviría para sacar todo lo malo que había acumulado durante las últimas semanas.

Abdiel jugó por largo rato con su nueva figura de acción así como con otros de sus juguetes los cuales tenía regados en el pasillo.

—Chaparro... no olvides recoger tus juguetes cuando termines de usarlos ¿eh? —dijo Odalis mientras cargaba un cesto de ropa.

—No hace falta que me lo digas —respondió sin darle la cara y siguiendo en lo que estaba. Odalis suspiró tras la respuesta no muy amable de su hermano menor, bajando aquel cesto al suelo y acuclillándose para dirigirse a él.

—¿Aún estás molesto conmigo? —dijo algo afligida haciendo una mueca.

—¿Tú no lo estarías conmigo si hiciera algo malo como lo que tú hiciste? —cuestionó mi humano. Odalis bajó la mirada quedándose en silencio por algunos instantes.

—Acepto que me equivoqué y estoy arrepentida, ya se lo dije a mamá... pero no me perdonaría el hecho de perder el cariño de las personas que más amo en el  mundo solo por un error que cometí —dijo Odalis tal vez intentando que su hermano la disculpara.

Abdiel se quedó pensativo por unos instantes, levantó la mirada haciendo a un lado sus juguetes y abrazó a su hermana fraternalmente. Estaba comprobado que conseguir una disculpa de su parte no era algo complicado pese al reacio carácter que el niño mostraba comúnmente.

Minutos antes de la hora de la comida, Abdiel comenzó a recoger sus juguetes los cuales aún se encontraban por todas partes. Yo me encontraba reposando en una cómoda y agradable caja de cartón la cual tras unos minutos supe que era donde él guardaba sus cosas.

—Sal de ahí Chifus, debo guardar todo porque después de comer nos pondremos a hacer la tarea —dijo con una leve risita.

Abdiel soltó lo que traía en la mano para cargarme y vi como uno de sus muñecos resbaló hasta abajo del perchero. Lo único que me molestaba en ese momento era que me sacara de mi relajante reposo el cual para mí era como estar sentado sobre las nubes. Mil veces más cómodo que la cama y un millón de veces más que el sofá. No obstante no opuse resistencia pues sabía que mi hora de comer también había llegado.

Durante la comida, Odalis y Abdiel hablaron sobre el regreso de su padre, el niño le dijo a su hermana que estaba ansioso porque él volviera pues hacía tiempo no podía disfrutar de esos fines de semana en que se sentaban juntos a jugar en la vieja consola de videojuegos, la cual estaba arrumbada en la bodega desde su partida a Europa o salir al parque a volar cometas y andar en bicicleta. Mi pequeño sin duda extrañaba esos viejos tiempos en los cuales yo, aún no estaba con ellos, es más, ni siquiera había llegado a este mundo.

Su hermana le dijo que no desesperara, que pronto ese deseo se haría realidad, aunque en su semblante podía notar que la chica deseaba fervientemente lo mismo y estaba igual o más ansiosa que su hermano.

Al terminar de comer, cada uno se encerró en sus habitaciones, Abdiel dijo que se dedicaría a su tarea el resto de la tarde y le pidió a su hermana que si alguno de sus papás llamaba le avisara, pues tenía muchas ganas de hablar con ellos.

En ese lapso, una sensación de ansiedad comenzó a invadirme. El tic-tac del reloj de la sala era lo único que percibían mis oídos. El silencio se alternaba con el ruido de las manecillas a cada segundo. Nada. Me mantuve en estado de alerta pues sabía que algo se aproximaba. A lo lejos un perro aullaba mientras el sol comenzaba a ocultarse. De pronto, la voz de Odalis me provocó un sobresalto.