3. La llamada

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¡A la mierda!

Escuchar la voz grave y profunda del señor Harvet del otro lado de la línea, disparan mis nervios y hace que Amy se aleje, llevándose las manos a la boca, callando su impresión.

—Eh, yo. Señor —¡Mierda, Rachel! ¡Articula una jodida frase bien! Me riñe la voz de mi cabeza—. Tengo que colgar.

—De acuerdo. Y señorita Lombardo... —Él se apresura a responder, impidiendo que termine la llamada—. Es van Gogh.

—¿Disculpe? —Pregunto aturdida y avergonzada sin poder comprenderlo.

—El pintor. Es Vincent Willem van Gogh, no Golden —replica, arrebatándome la pizca de tranquilidad que me queda.

Contengo el aliento. El hombre no solo escuchó mi apellido, también los ordinarios halagos emitidos de mi parte. Lo que me deja en un estado de nerviosismo insuperable. Siendo incapaz de decir nada, le cuelgo. ¿A caso a cada ser humano se le asigna un jodido día adverso? ¿Y este es el mío que no me he enterado? Joder...

Amy hace gestos con sus manos, hablándome, pero lo único que escucho es la presión de mi corazón, acelerando cada sentido de mi cuerpo.

—Lo ha escuchado, ¿verdad? —finalmente logro entender lo que dice. Asiento sin poder creerlo—. Mierda. Rach, lo siento, de verdad, yo no...

—Lo sé, Am —la tranquilizo al verla titubear con nervios, sé que no lo ha hecho a posta—. Lo sé.

—Rach, si piensas mudarte de planeta, prométeme que me llevarás contigo. ¿Ok? —Su broma me hace sonreír.

—Por supuesto que te llevaría, ¿Dime como Joey puede vivir sin su Chandler? —digo abrazándola, siento en su gesto aun el lamento por la llamada—, tranquila. Olvidemos esto, seguro mañana el señor Harvet ni lo recordará.

«Borrón y pendejadas nuevas, ¿no?» La molesta voz en mi cabeza se burla, pero tiene razón. Borrar de mi mente la vergonzosa situación es lo mejor. Si no lo recuerdo, no pasó.

Y con aquel pensamiento logro mejorar mi estado de ánimo, Amy continúa a mi lado, con ella las horas se pasan volando, las penas y desgracias desaparecen... Agradezco tanto tenerla conmigo.
Sin embargo, el momento de la despedida llega.
Al menos me hace feliz pensar que en este semestre coincidimos en la materia de inglés y la puedo ver en clases los próximos días.

—Te amo, llámame si me necesitas —enérgica, Amy se despide—. Y lo lamento otra vez, Rach.

En su marcha Amy logra traer de vuelta el tema e intento evitarlo buscando actividades que me mantengan alejada de la vergüenza que siento al imaginar lo que él señor Harvet debe estar pensando de mi. «El profesor está follable» repite aquella vocecilla de mi cabeza. Ay no... ¿Es un buen día para morir?
«Basta, Rachel» Me riño, obligándome a soltar todos los males.

Horas más tardes recibo mensajes de mamá, donde compruebo que no podrá llegar a casa, su turno en el hospital se extendió... Sé que ella ama lo que hace, de hecho, puedo jurar que es la enfermera más alegre y entregada a su trabajo, pero no termino por acostumbrarme a sus horarios nocturnos, me impiden verla por mucho tiempo

Invadida por la nostalgia, termino de realizar mi rutina y voy a la cama, el cansancio por el extraño día que he tenido termina por alojarse en mi cuerpo, provocando que caiga en un sueño plácido y profundo.
***

Rach, cielo —una voz dulce y reconocida resuena en mi oído. Es mamá—. Tu alarma está sonando. Supongo tienes clases temprano.

—¿Acabas de llegar? —Pregunto al abrir mis ojos y verla con su uniforme, ella sonríe asintiendo—. Prometo que apenas termine mi carrera dejarás de trabajar.

¿En clases no? - DISPONIBLE EN FÍSICOWo Geschichten leben. Entdecke jetzt