Capítulo 3 - Entre las cenizas puede quedar algo de fuego

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–Pero ¿qué es lo que te pasa? Estabas moviéndote, pegándome y llorando como un loco–dijo y después de agarrar bastante aire, bajó el puño. No serviría de nada pegarle ahora, se le notaría demasiado el golpe en su blanca piel y tampoco es que digamos que tuviera la fuerza necesaria para efectuarlo.

–¡NO ME MIRES! –gritó el castaño tapándose sus vergüenzas con ambas manos y girándose hacia el lado contrario de dónde Seth estaba. Evidentemente éste se percató de cuál era el problema al rato y empezó a reír desconsoladamente, echando su cuerpo dolorido sobre la cama. ¿Cómo podía morirse de vergüenza por una reacción tan normal como era levantarse empalmado? La risa enfadó al castaño.

–¡No te rías, es culpa tuya por ponerte encima! –confesó.

Las risas de Seth cesaron al instante. Eso no era lo que había imaginado. Elevó su cabeza y miró a Vicent extrañado, esperando que fuera una mentira todo lo que acababa de decir. El contrario, incómodo con el silencio que se había formado, giró lentamente su cabeza hasta poder observarle también. Tenía la cara completamente roja en una mueca de sofoco. La respiración del pelinegro paró por unos segundos asimilando la escena: un chico que acababa de dormir con él se había levantado empalmado por su culpa. ¿Es que aún estaba soñado? Era demasiado surrealista. Vicent no desviaba la mirada y comenzó a gimotear.

–¿Es que eres de esos... –hizo el intento de hacer la pregunta, pero en su mente sonaba demasiado mal. Sabía que había personas que se sentían atraídas por las de su mismo sexo, ¡PERO A ÉL NO LE INTERESABA ESE TEMA! Le encantaban los pechos y la piel de las chicas, eran como su droga. Intentó reformular la pregunta sin sonar ofensivo–¿Te gustan los hombres?

–¡Qu-ué! –gritó el castaño atragantándose con su propia salvia. Nunca le habían preguntado semejante cosa, ¿y qué si lo era? No hacía daño a nadie. Bueno... aunque según tenía entendido por lo que le habían contado sus padres, no estaba muy bien visto en la sociedad. Era uno de esos secretos que le pidieron que lo mantuviera en secreto–¡Claro que no! –intento negar sarcásticamente ya que se le daba muy mal mentir y no quería que su misterio fuera revelado tan rápidamente. El castaño se levantó de la cama y, aun tapándose sus genitales, se fue al cuarto de baño–Déjame en paz.

Seth no pudo evitar seguirle con la mirada y pegar un respingo cuando el contrario cerró la puerta dando un portazo. "Claro, como no es su puerta" pensó. Encima también le tocaba recoger todo el estropicio de ayer y hacer la cama. ¡Odiaba hacer la cama! Se quedó unos minutos mirando hacia el techo asimilando que había dormido con una persona que le podría haber atacado sin su consentimiento. Se alegró de que nada hubiera pasado.

Se levantó cuando los dolores más o menos mitigaron y cogió la camiseta rota del día anterior, la mojó con un poco de agua y se puso a limpiar las gotas de sangre del suelo mientras refunfuñaba.

Después de varios minutos agachado quitando como podía las manchas sin sufrir muchos dolores, tiró la camiseta a la papelera y fue hacia la cama. Iba a tener que cambiar las sábanas. "Maldito crío" dijo mientras quitaba la bajera de mala gana. La hizo una bola y la echó a la cesta de la ropa sucia, la cual estaba rebosando ya.

Seth era tan vago que dejaba siempre las cosas para el final y se le acababa juntando todo. Digamos que procrastinar era su don más preciado. Cogió una bajera nueva de la cómoda y la puso. Si la memoria no le fallaba, hacía muchísimo tiempo que no cambiaba esa parte de la cama, por lo que, en cierto sentido, le había venido bien que se hubiera empapado de sudor. Luego cambió la manta.

Se dispuso a hacer la cama y, cuando tuvo que acomodar la almohada, olió la parte en la que había dormido Vicent. Una fuerte e irresistible curiosidad le había llevado a hacerlo. Sorprendentemente no olía tan mal como se imaginaba, sino que era una especie de perfume agradable, aunque no sabía darle nombre. No duró mucho oliéndola, ya que el castaño estaba abriendo la puerta del cuarto de baño y soltó la almohada sobre la cama como un rayo.

Mariposas de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora