1. Fabbio Moretti

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Odio el sonido de ese jodido despertador a las 7:00 a.m. En especial, tras noches como la de ayer, donde todo el whisky de esa fiesta privada organizada por mis socios parecía insuficiente.

Apago el despertador de un golpe seco y bostezo mientras aprovecho a desperezarme en mi amplia cama de 2x2. Me siento orgulloso de la reciente adquisición de esta villa vacacional italiana con vistas al mar, en la que me encuentro y que me ha costado la friolera cifra de 3 millones de euros. Solo tiene algo más de 3.000m2, ocho dormitorios (dos de ellos de tipo suite), seis baños completos, spa, gimnasio, dos piscinas, zona recreativa, pista de pádel, fútbol y baloncesto y tres jardines (uno de los cuales aún no he tenido la oportunidad de disfrutar). Por supuesto, cuento con un amplio equipo de asistentes personales que mantienen mi casa en perfectas condiciones. También dispongo de chófer, Domenico, que hace de mi vida un lugar más cómodo.

Una vez más, maldigo la cantidad ingente de whisky que consumí anoche, mientras jugaba unas partidas de póker con Thomas Edelman y Boris Pernicone. Ellos son el elenco final de socios que componen Conte, el internacional bufete de abogados que regento como segundo mayor accionista, tras la muerte de mis padres.

Son solo las 7:05 a.m. cuando me levanto decidido colocándome la camisa blanca que llevé la noche anterior y unos boxer para darme un baño en la piscina exterior.

Solo has tardado cinco minutos en aclarar tu mente Fabbio Moretti, me digo a mi mismo echando un vistazo amplio a mi suite, cuando observo el cuerpo desnudo de Gabriella, quien se arropa con la sábana y se da media vuelta al escucharme.

Por un momento, había olvidado por completo a esta exquisita mujer. Morena, de pelo largo y ondulado, ojos verdes, piel clara y aproximadamente 1,75, con tatuajes hasta en las partes menos insospechadas de su escultural y tonificado físico. Una clara demostración de la belleza italiana en toda regla. Sonrío al recordar el polvo de la noche anterior recogiendo mi corbata de satén tirada sobre los pies de mi cama. Tal y como pensaba, le gusta el sexo duro y poco convencional.

Sin embargo, no sé nada de ella. Solo sé que también estaba en esa fiesta, rodeada de unos tipos a los que mis otros dos socios no dejaban de sonreír e invitar a botellas de whisky "The macallan" fechadas en el año 1926 y valoradas en unos cuantos miles de euros. Todos, mis socios y esos tipos, excepto ella, brindaron en conjunto y desde la distancia con sus copas en alto. Quizá, se trataran de nuevos e importantes clientes para Conte, aunque descarto de inmediato la idea cuando recuerdo una imagen en la que uno de ellos iba armado, un tal Giovanni.

Dejando atrás mi habitación y a Gabriella en ella y todavía con el recuerdo borroso de Giovanni armado en mi mente, bajo las escaleras de la segunda planta y me dirijo al exterior del piso principal, donde dejo caer toda mi ropa al suelo de la instancia y con un salto perfecto me adentro de cabeza en el agua.

Me gusta nadar, me ayuda a desconectar y calma mi estrés derivado del ajetreado trabajo que regento como socio en Conte. Más, cuando tengo que lidiar con hombres como Thomas y Boris, quienes siempre me llevan la contraria. Son unos auténticos estúpidos, gorilas recién escapados de un zoológico que no tienen nada que hacer en el mundo de los negocios.

Continúo nadando cuando siento un pinchazo en la sien derecha que, automáticamente re-conecta mi mente con ese día, un 28 de agosto de 2008. Estoy volviendo a mi casa, tras realizar el último examen del primer semestre en la universidad. Tan solo estoy a un kilómetro del lugar en moto, cuando la que era mi casa, ubicada en una de las urbanizaciones más prestigiosas de las afueras de Roma, salta por los aires con mis padres dentro.

Unas horas más tarde, todos los medios se han hecho eco de la noticia y yo estoy devastado en casa de Alessandro Resconni, mi mejor amigo en la Universidad. Ambos estamos ausentes, pero a la vez escuchamos como la presentadora de la cadena nacional anuncia nuevamente: "Última hora, Flavia y Luciano Moretti, socios del frecuentado Bufete de Abogados Conte, han fallecido tras una explosión de gas en su domicilio. Una casa ubicada en la famosa urbanización D'Costa. Al parecer, la explosión habría sido intencionada y está siendo investigada por la PolicÍa Nacional. Les mantendremos informados".

...

Tal vez hubiera triunfado en la universidad, en la carrera que elegí cursar, Administración y Dirección de Empresas, la cual abandoné mientras cursaba el segundo año, con tal solo 20 años. Ahora tengo 29, soy huérfano, no tengo hermanos y debo lidiar con la fabulosa herencia que mis padres dejaron a mi cargo. Pienso vengar su muerte, sé que averiguaré quien estuvo detrás de esa jodida explosión.

...

Salgo del agua negando, me va a explotar la cabeza. Decido tumbarme en una de las nuevas tumbonas con vistas al mar, cuando de repente, veo aparecer a Silvana, una de mis atractivas asistentas.

— Silvana, póngame mi desayuno. Lo de siempre, por favor.— Menciono con un gesto serio que denota frialdad, cansancio y cierto malestar.

— Buenos días señor. Por supuesto, enseguida. ¿Se encuentra bien? ¿Necesita una de sus pastillas?— Responde con una voz educada pero risueña. Me conoce y sabe que tengo uno de esos días.

— Buenos días Silvana. Sí, por favor. Añada una de esas pastillas en mi bandeja.— Afirmo sin entusiasmo, dando así por concluida la conversación.

Me gusta que mis asistentas babeen por mi, pero no tengo el día. Sé que un hombre apuesto como yo, moreno, con barba, ojos azules, mirada intensa, estatura de 1,94 y potencialmente musculado, las vuelve locas. Todo eso y mi carácter fuerte e inquisitivo. Bendita genética.

Seguramente no tengan constancia de mi inteligencia, mi carácter calculador, frio y meticuloso. Aunque conocen perfectamente que soy un hombre al cual no le gustan las relaciones serias, formales. Sonrío al pensar que incluso alguna de ellas ha tenido el placer de conocer mi lado más pasional y lujurioso, a través del sexo menos convencional. No es el caso de Silvana, la cual regresa a los pocos minutos interrumpiendo mis pensamientos, al tiempo que posa mi bandeja de desayuno en la mesa situada en la parte derecha de mi tumbona.

— Que aproveche, señor. He dejado su pastilla al lado de su plato de café. Eso le hará sentirse mejor.— Pronuncia con una sonrisa seductora que parece apoderarse de su rostro.

— Gracias Silvana. Puede retirarse.— Menciono nuevamente con un tono frio, mientras observo el gran ventanal de mi suite y a Gabriella desnuda en ella, colocándose su ropa interior. Unas vistas increíbles para ser tan solo las 07:45 a.m., pienso comprobando nuevamente la hora sobre el Rolex que cubre mi muñeca.

— Silvana, mejor ponga otro desayuno más.— Añado a mi ya terminada conversación.

— Esto... señor...— Responde con tono nervioso recogiendo su pelo rojizo en una preciosa trenza.

— ¿Si, Silvana? — Aclaro ayudándole a despejar las posibles dudas sobre mi nueva afirmación bajo su atenta mirada. En ese preciso momento, la veo. Veo la espectacular figura de Gabriella luciendo el mismo vestido negro y ajustado que disfruté arrancado la noche anterior y decido deleitarme con el contoneo de sus caderas acercándose con paso firme y decidido. Sin mediar una palabra más y de manera cabizbaja, Silvana pone rumbo a la cocina.

Treinta segundos"Where stories live. Discover now