T͜͡w͜͡e͜͡n͜͡t͜͡y͜͡ S͜͡o͜͡n͜͡g͜͡s͜͡-s͜͡h͜͡o͜͡t͜͡s͜͡ ❣︎

Detention

Salió cuidadoso allá por las siete de la noche, la pequeña ciudad seguía en su movimiento, automóviles, personas, todo.

Llegó cauteloso a la escuela, y sin que nadie lo notará, entró, puesto que cuando había salido de ahí no había cerrado en su totalidad, ya adentro colocó cerradura.

Introdujo la llave en el picaporte de la sala de detención, y entró nervioso.

Muy temeroso, volvió a cerrar la puerta tras de sí, tenía miedo de que, por muy absurdo que sonara, alguien entrara.

Permaneció ahí unos minutos, y notó lo espeluznante que puede ser un edificio solo en la noche.

Tenía vista al patio desde la ventana, que era lo único que aliviaba su temor, el pastizal era iluminado por las luces artificiales, y ésto era lo que brindaba de la poca iluminación que tenía al aula.

Minutos pasaron y vio como una figura parecida a una araña saltaba la cerca del patio y se acercaba a la ventana, asustado se escondió, pero pronto comprendió que sería un excelente hallazgo paranormal, sacó una cámara, pero para cuando miró ya estaba totalmente cerca como para notar que era Zim.

Sacó el llavero e intentó con todas las llaves para abrir el acceso al Irken, antes de que alguien lo viese.

Al fin una logró entrar al mecanismo y girarlo, jaló de la ventana y Zim saltó al interior de la sala. Dib cerró nuevamente.

— Pudiste entrar por la puerta. - Exclamó risueño el azabache

— Podía no estar abierta. ¿Cómo entraste humano? — Dib balanceó el llavero en su dedo, Zim rió leve, sorprendido.

— Fue, un plan brillante — Presumió.

Ambos quedaron en silencio, que de a poco se convirtió en un aura incómoda. Se sentaron abajo de las ventanas, en el suelo, uno a lado del otro, era tanto el silencio que sus respiraciones eran posibles de escuchar.

Después, el humano lo recordó, recordó la maldita confusión que Zim le provocó, y la razón del porqué estaban ahí en un primer lugar, el sobre que Zim le entregó esa misma tarde.

— ¿P-Para qué querías verme? — Cuestionó nervioso

—. . . ¿Qué. . . Qué era lo que hacíamos en el almuerzo hace tres días? — Dib se sonrojó, comprendiendo que Zim no sabía en realidad. — ¿Eso es "besar"?

— 'Eso', no. Faltaba para que. . . eso pasara. — Desvío la mirada, sonrojado.

—. . . Q-

Paró, su garganta no le permitió ir más allá, parecía que su corazón cada que latía ordenaba que nada más saliera de su boca, Dib lo miró, esperando retador que lo dijese, deseaba que la maldita torre de orgullo de Zim se desplomara, y éste le pidiese un beso, aunque estaba dispuesto a más de uno.

Cada que estaba preparado para dar a conocer su petición su garganta se trababa y sólo sentía algo parecido a ganas de vomitar, que le eran fáciles de controlar, pero imposibles de superar.

Totalmente harto de este bucle sin fin, cerró los ojos y se abalanzó contra Dib, quién se quedó más que estupefacto, no lo esperaba para nada, pero pronto le correspondió para que no sintiese que lo rechazaban, todo lo contrario, se lo agradecía, le tomó de la cabeza y profundizó el beso, Zim hizo lo mismo, solamente que en la parte de la nuca.