ten.

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Michael no prestó atención en ninguna de sus clases pensando en Agatha, la puerta escondida y todas las cosas que le había robado.

Cuando llegó a casa la encontró dormida en el sofá con un montón de libros encima, recogió el desorden y preparo té, ella amaba el té negro, en cambio él adoraba el café con leche.

Sonrío ante el pensamiento de lo diferentes que eran y aun así se llevaban muy bien.

Quizás le robaba ya que era una extraña manera de tenerla siempre consigo a través de sus cosas. Él era un cleptómano y no lo hacía porque era una mala persona.

"Michael eres un hijo de perra muy raro." susurro al reflexionar aquello, Agatha se removió y comenzó a hablar dormida para luego roncar. "Tal vez los dos somos raros." y sonrió.

Se dedicó a leer un par de libros mientras despertaba, Michael era muy inteligente y ese era uno de los aspectos que más le gustaba a Agatha.

La chica del cabello corto despertó y lo primero que vio fue aquel cabello rojo ofreciéndole té.

"Hola Mikey." se estiro y sus huesos crujieron.

"Hola Agatha." Y ella sujeto la taza.

"Supongo que llego el momento de hablar." dijo ella reincorporándose, Michael asintió.

"Me gustas Agatha, creo que desde que me abriste la puerta." soltó sin más. Ella se sonrojo. "Eres extraña, divertida, amable e inteligente y no sabía si intentar algo, no quería sobrepasar algunos límites y luego me besas."

Agatha lo miro quedándose sin palabras.

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