Capítulo 11: Píntame.

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—Lo dudo —susurró entre mis labios. Juntó sus labios con los míos, en un beso lento. Hasta gradualmente aumentar la intensidad. Sus manos me sostenían fuertemente de las caderas. Mi cabeza y la suya se movían de atrás hacia adelante por el salvaje movimiento del beso. Me tomó de la parte trasera de la cabeza, para evitar que, al colocarla contra la pared, me golpeara. Notaba que le gustaba tener el control. Por la manera en que siempre me sujetaba cuando nos besábamos. Su mano libre se posicionó en uno de mis glúteos y al darle un apretón, un pequeño gemido ahogado salió de mis labios contra los suyos.

—Esto no es buena idea —manifesté entre el beso. Nos arriesgábamos a que alguien pasara y nos viera. O peor aún. Que un profesor nos viera.

—Sígueme besando. Solo quiero besarte —gruñó bajito. Su lengua chocó con la mía un par de veces, jugueteando al par. Mis manos lo sostuvieron de la parte del cuello de su chaqueta. Envuelta su tela en mis puños. Me gustaba cuando nos besábamos de esta manera.

Un eco de pasos se escuchó venir. Como bala, empujé a Hult hacia atrás e intenté acomodar mi cabello lo más que pude. En tiempo récord el profesor Cresh había vuelto al salón. Nos miró con una ceja arqueada. Enseguida le lancé una mirada rápida al castaño y me di cuenta que su chaqueta estaba arrugada y su cabello desalborotado.

—Hey, chicos —llamó nuestra atención —Hace minutos que acabó la clase, ¿qué hacen aquí?

—No—No— Nosotros, eh...— titubeé. Joder, que inútil soy. Sin embargo, Hult me salvó.

—Se me perdió mi pluma, y Gwen me ayudaba a encontrarla— Hult sacó un bolígrafo del bolsillo de su chaqueta y la agitó enfrente de Cresh, en forma de prueba. Cresh me miró a mi, y luego miró a Hult, dudosamente. Por suerte, delineó una sonrisa. Y sentí los músculos de mi corazón relajarse por tanta intensidad.

—Entonces salgan y disfruten el día —espetó.

Yo asentí y con la cabeza hacia abajo di pasos apresurados fuera del aula. Estuvimos en la raya de salvarnos. Si Cresh no hubiera causado ruido al venir, tal vez nos habría dado un regaño por besarnos de esa forma en plena aula. Sin embargo, no me arrepentía. ¿Estaba mal de la cabeza? Quizá.

Era una mañana espectacular, el cielo despejado y unas cuantas nubes cubrían el destello del sol, nada más. Por suerte, nuestra última clase de la semana. Era viernes. La sombra alargada de Hult me hizo saber que estaba detrás de mi. Me giré y me detuve para esperarlo.

—Si yo soy un mal mentiroso. Tú, Gwen. Eres la reina de las malas mentiras— bromeó. Aparté un mechón de cabello de mi cara y volqué los ojos.

—¡Los nervios me controlan! —excusé. Él rió ladeando una y otra vez la cabeza.

Sacó su usual cajetilla de cigarro y con un toque, logró sacar uno. Llevándoselo a la boca y encendiéndolo. Seguimos caminando a lo largo del campus, a ninguna dirección, sólo caminábamos—No—no nosotros nos besábamos como locos, profesor —se burló de mi. Y por supuesto, terminé riendo.

—¡Cállate! Yo no hablé así —me opuse a su tono de voz tembloroso.

—Desde mi punto de vista, sí —espetó. Lo miré, y luego miré a su cigarrillo entre sus labios. Le daba una calada. Estiré mi brazo y de un jalón se lo saqué de la boca —Gwen —gruñó.

Plasmé una sonrisa divertida e hice como si lo fuese a fumar —¿Cómo se hace?— indagué. Sus ojos se expandieron al mismo tiempo que una línea corrugada entre sus cejas, apareció.

—Ni te atrevas a hacerlo —alertó con voz profunda.

—¿Por qué no? Tú siempre lo haces —espeté. Intentaba quitarme el cigarro de las manos, y en forcejeo girábamos y nos sacudíamos por todo el campus. Divertida, comencé a reír.

Ángel 234(I&II)Where stories live. Discover now