Profecía Autocumplida.

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El Joker rojo puede ver el futuro, pero es sumamente extraño cuando lo dice.

"Gracias a su Reina, los Diamantes prosperarán", dijo en una noche de luna llena, pateando con las piernas en el alféizar de la ventana como si no acabara de interrumpir el sueño de Arthur. "Pero tu reino será el precio a pagar. Se declarará la guerra y bajo el poder de tres Reinos, Picas dejará de existir. Tus acciones decidirán el futuro."

"Ahora, Reina de Picas, a partir de lo que te he dicho, ¿qué harás?"

Con una bola de fuego, el Joker más pequeño desaparece soltando una risa maliciosa. Al escuchar esto, los guardias se alertan solo para ser regañados por una Reina malhumorada. Cuando los guardias salen, Arthur empieza a reflexionar lo ocurrido. Los Jokers no pueden decir mentiras después de todo...

Él llama a Yao.

Como dicen los rumores, la Reina de Francis es hermosa. Mejillas suaves y rojas, ojos brillantes llenos de vida, cabello dorado y liso, junto con la habilidad de manejar la espada. Bendecida por los Jugadores. Pero Arthur nunca ha sido fanático de la superstición y al segundo, ella está tirada en el suelo y su cuerpo quemado convertiéndose en cenizas. El olor ni siquiera llega al cerebro de Arthur mientras observa aturdido a la joven que acaba de matar. Francis había pospuesto la boda hasta que ella cumpliera la mayoría de edad. Una niña. Acababa de matar a una niña.

Dejando que Yao se ocupe del desastre, se aleja a tropezones, tapándose la boca con la mano mientras trata de escapar de lo que ha hecho. Ni siquiera pudo llegar al baño.

Normalmente Alfred es el mocoso más egoísta que puedas encontrar en los cuatro Reinos, pero incluso él expresa cierta preocupación por el estado de Arthur. Yao le dice que debería lavarse un poco y componerse antes de enfrentarse a su gente. No puede reconocer su propio reflejo. Círculos oscuros como bolsas debajo de sus ojos, cabello descuidado prácticamente brotando nidos propios. Ojos oscuros e inquietantes lo miran a través del espejo, acusándolo, culpándolo, recordándole a Arthur sus pecados.

Rompe el espejo. La sangre corriendo libremente por su mano y los fragmentos decoran el piso.

Francis está angustiado. Ha mantenido la búsqueda durante cinco años, y se niega a creer que ella se ha ido, cada vez más cansado y rompiéndose un poco más cada día. Arthur hace todo lo posible para convencerlo de que abandone la esperanza, pero Francis es un hombre desesperado que se aferra a la posibilidad, y no hay nada que Arthur pueda hacer salvo confesar el asesinato. Finalmente, el Capitán detiene la búsqueda y la hermana del Jack sustituye a la Reina temporalmente hasta que encuentren un reemplazo permanente. Francis cede a su desesperación, encerrándose en su habitación y negándose a salir. Arthur se niega a sentirse culpable. Alfred consigue un nuevo sirviente.

Su explosiva discusión sacude los mismos cimientos del castillo. Arthur quiere invadir Diamantes de inmediato, tomar las famosas riquezas antes de que alguien más pueda reclamarlas. Es el momento perfecto, Francis está abatido, su nueva reina no tiene ni idea de lo que debería estar haciendo y falta su As, como siempre. Solo el Jack está cumpliendo con su deber, pero ni siquiera él puede librar una guerra solo.

Alfred está preocupado por la opinión pública, o más bien, preocupado por Francis, y se niega a invadir, aunque estaría encantado de hacerlo si fuera alguien más. Termina con Alfred saliendo furioso, su sirviente persiguiéndole los talones pero teniendo tiempo suficiente para enviar una mirada compasiva en su dirección. Eso lo enfurece en demasía. No necesita la compasión de un sirviente. Él no es débil. Arroja una de sus tazas de té favoritas, pisoteando antes de que pueda ver el resultado de la rotura resultante.

Pasa muchas noches y días estudiando documentos, eventualmente Arthur admite su pérdida. No hay forma de que una Reina salga de debajo del pulgar de su Rey, no hay forma de evadir los roles que les otorgan los Jugadores. No había forma de evitar que Alfred provocara la destrucción del Reino. En el tablero a su lado hay marcadores de cuatro colores. Los Amarillos están cercando las líneas negras del Sur, manteniéndose firmes. Mientras el Verde y el Rojo se arrastran por ambos lados. Los Marcadores Negros se dividen en dos grupos, el grupo más grande avanza hacia Tréboles, y el grupo más pequeño se queda en el castillo. Incluso aquí, como peones en un tablero de ajedrez, Arthur puede sentir la necesidad de seguir a sus camaradas a la batalla, sin importar si se trata de un suicidio. Seguir a su Rey, no importa lo que diga la Reina. Estrella la frente contra la mesa.

Hay una presencia detrás de él y se pone de pie, esperando ver al niño que había traído esta miserable situación, mirándolo y burlándose de él después de meterlos a todos en su juego infantil. No es él. Por un segundo piensa que es Alfred, pero eso es imposible, Alfred está llevando a su ejército a la batalla, no puede estar aquí.

El Sirviente. El que se parece notablemente a Alfred, el que lo ha sustituido en muchas reuniones reales. Busca un nombre en su mente. Matthew. Sí, ese es.

Matthew se ve pálido a la luz de la luna, tan sobrenatural como un fantasma mientras le sirve té Arthur. Nadie le había preparado té antes, no sin que él se quejara por ello. Él lo mira. Matthew se arrastra hacia atrás, luciendo levemente sorprendido por la atención recibida. No se dicen una palabra, pero a medida que el reloj se acerca a la medianoche y el vapor sale del líquido perfectamente elaborado, Arthur puede sentir el comienzo de un entendimiento mutuo floreciendo entre ellos. Él bebe el té.

Matthew observa interesado al tablero. Para cuando se fue, los marcadores negros se habían apoderado de la mitad del mapa.

Matthew es un joven muy tranquilo, rebosante de juventud e inocencia y de todas las cosas que le faltan a Arthur. Sin embargo, lee, piensa, conoce su posición y el decoro y nunca deja de darle a Arthur el respeto que se merece. Yao advierte a Arthur de la naturaleza cuestionable e inexistente de sus antecedentes, pero Arthur no permite que sus preocupaciones se interpongan en su camino. Después de todo, si los antecedentes fueran lo único que juzga a una persona, entonces el propio Arthur no sería la reina. Cuando no surge nada más, Yao se calla y Matthew sigue sirviendo té a Arthur.

Una noche no aparece. Arthur sabe que es una tontería buscar un sirviente, pero Alfred ya encendió las alarmas al declararlo secuestrado y enviar a todos los guardias a buscarlo, a pesar de que se había ido por menos de 30 minutos. Es por esto que Arthur no teme a la vergüenza pública mientras corre por los jardines. Contra la pálida luna, dos penetrantes ojos rojos miran desde la pared. Arthur instantáneamente se esconde detrás de un arbusto cubierto de maleza.

El Joker Negro.

El sirviente le susurra al oído, el Joker asiente con la cabeza. Lo que Arthur escucha hace que se le enfríe la sangre. Sus pecados lo han alcanzado por fin.

Finalmente, el Joker se va, saltando hacia el bosque. El sirviente lo despide y regresa al castillo, con un rostro extraordinariamente serio. Pero nunca llegó al castillo.

Si no puede escapar de sus pecados, los cubrirá bajo un manto de silencio negro y sin estrellas.

Alfred nunca encontró al chico. Pierde un poco la cordura, destroza su reino y exige el acceso a Corazones, pero es rechazado en la frontera. La tensión crece y Arthur no dice nada. No es como si lo que dijera marcará la diferencia de todos modos. La preocupación de Yao es tangible, pero le cuenta a Arthur lo que ha descubierto. No es ninguna sorpresa. Arthur había visto la marca de Diamante en su hombro, contando la verdadera razón por la que había venido y por eso lo enterró bajo las milenramas y los azafranes sin flor. Yao se muerde el labio. No pregunta qué pasó con el chico. Eso es lo que le gusta a Arthur de él. Sabio y silencioso. Un guardián confiable.

Se revela. Todo. Yao jura que no se lo contó a nadie, y Arthur le cree porque han desenterrado el cuerpo de Matthew. Yao no sabía dónde lo había traicionado el chico.

Alfred está furioso y, de hecho, intenta atacarlo con una espada antes de que el As lo detenga. Lo arrastran pateando y gritando, sollozando, ¡mataste a Mattie! ¡Psicópata loco!, está encerrado en las mazmorras.

Arthur deseaba que pudiera ser más fácil lidiar con la muerte de Jeanne. A pesar de estar casi al borde de la bancarrota, un Francis recién despertado declara la guerra. Alentados por los rumores de los crímenes de Arthur, Tréboles y Corazones también preparan su ejército. Aceleran a través de la tierra de Arthur, un ejército debilitado que no puede competir con la fuerza total de tres Reinos.

Tres Reinos. Arthur hace una pausa.

Se declarará la guerra y bajo el poder de tres Reinos, Picas dejará de existir. Tus acciones decidirán el futuro

Sus acciones habían decidido el futuro, ¿eh? Se echó a reír. Así es como lo encuentran, solo, con la taza de té temblando en su mano. Francis lo arrastra a punta de espada, gruñendo amenazas que ya no importaban, no con su Reino en llamas. Purgado del mal, de la magia, de todos los espíritus que pudieran haber quedado. De crímenes, de arrepentimientos, de los ojos muertos de dos jóvenes. De una profecía maldita, de una noche maldita, de un niño derramando palabras venenosas, empezando una cuenta atrás. Y por tercera vez, el reloj marca la medianoche.

Profecía Auto-cumplidaWhere stories live. Discover now