6. Una confesión desafortunada

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Él suelta una risa.

—¡Oh, vamos, Brenda! No seas tan posesiva —me regaña con diversión—. Recuerda que pronto será famoso y las chicas se van a tirar sobre él como si fuera helado de chocolate. No vas a poder espantarlas a todas. Tienes que confiar en que te será fiel.

—Confío en él —le aseguro—. Pero ¿qué esperas que haga, que me quede mirando como una tonta?

—Puedes hacer eso o... —le da un apretón a mi hombro, llenándose de euforia en el mismo instante en que se ve a Julio atravesar la puerta de entrada y saludar a Lucas chocando los puños—. O deleitarte con ese bombón de licor. ¡Oh, madre mía! Quiero ser esa camisa que apenas se cierra sobre su firme pecho —recita, haciéndome reír—. ¿Por qué tiene que ser tan guapo, sexy, papucho?

—Lo estás idealizando.

—No lo hago, Julio es perfecto. ¿Acaso no tienes ojos?

Los tengo. De hecho, son estos ojos los que no han podido evitar notar que una de sus manos está ubicada en el trasero de quien reconozco como una compañera de Stacy.

Julio y la chica pasan por un lado sin siquiera fijarse en nosotros, como si no existiéramos. Tadeo se gira hacia mí, una vez que están lejos y vuelve a hablar, desilusionado.

—No me animé a saludarlo —se lamenta—. Debería beber un poco más, para soltarme.

—Lo que tienes que hacer es buscar a alguien que te ayude a sacarlo de tu cabeza.

—Aburrida —se queja y se aleja para ir a llenar su vaso.

Entre más tiempo pase encaprichándose con alguien que ni siquiera parece ser consciente de su existencia, menos podrá fijarse en quien sí valga la pena. Pero ¿cómo demonios lo convenzo de eso?

De pronto, la voz de Lucas me hace fijar la mirada en él. —¿Unas cuantas bolsas de papitas? ¡Eso no es comida! —. Está regañando a Francis, quien acaba de llegar y sujeta las bolsas en sus manos.

—Es una fiesta, Lucas. La gente no viene a comer, sino a tomar —se defiende el otro, encogiéndose de hombros—. A mí me parece suficiente.

Claro, y en unas horas tendremos un montón de borrachos haciendo destrozos en la casa. ¡Esto es un desastre!

—Debería matarte, Francis —escucho quejarse a Lucas cuando llego hasta ellos.

—No es necesario —le contesto—. Me encargaré de resolverlo y él va a ayudarme.

Sujeto del brazo al pelirrojo y lo llevo de vuelta a la salida.

—¿Qué vamos a hacer? —me pregunta él, mientras nos abrimos paso entre la cantidad de personas que van llegando. Muchas más de las que pensaba.

Me pregunto si la casa de Lucas será suficiente para que quepa tanta gente. Con lo mal que se organizaron, no me sorprendería que no hayan tenido en cuenta eso.

Estoy por responderle cuando veo llegar a Samantha, así que me apresuro hacia ella.

—Sam, acompáñanos —le pido.

—¿A dónde y por qué con este? —mira a Francis como si le diera repugnancia. Él, por el contrario, sonríe contento.

—Debemos comprar hamburguesas y cocinarlas —le explico.

Ella suelta un suspiro y se cruza de brazos.

—¿Y por qué tengo que hacerlo yo? ¿Por qué no mandas a tu hermana o a Tadeo?

—Ellos están ocupados ayudando a Lucas, que debe quedarse en la casa, así que Francis y yo iremos, y tú vas a venir con nosotros —insisto, logrando que asienta levemente al cabo de unos segundos.

Ese último momentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora