👑Capítulo XXVII👑

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Cuando llegamos al comedor, el aroma de la comida recién hecho llegó a mi nariz, provocando que mi estómago volviera a gruñir. Mi boca salivó, ansiando probar aquellos manjares que esperaban por nosotros.

Malek se acercó a mi asiento, lo alejó de la mesa para que pudiera sentarme y caminó hasta la otra punta de la mesa para hacer lo propio. En la época en la que nos encontrábamos el rey o quien tuviera mayor rango en la habitación, era quien debía dar el primer bocado a los alimentos y mi esposo se estaba aprovechando de eso para hacerme perder la cabeza.

Sus ojos recorrían cada uno de los alimentos con detenimiento y mientras lo hacía sonreía ladeadamente. Él sabía lo que estaba haciendo, era consciente de que me estaba torturando y lo disfrutaba.

— ¿El rey ha terminado de observarlo todo? — Sonreí forzadamente. — ¿Qué le parece si toma cualquier alimento y lo mete en su boca para así acabar con el sufrimiento de su esposa? — De su garganta brotó una corta y ronca risa mientras llevaba una de sus manos al pedazo de carne más cercana y se llevaba un trozo a la boca. — Por fin... Creí que moriría.

— ¿Acaso no le proveo alimentos? — Preguntó con un tono de voz burlón. — ¿No he cuidado bien de usted, mi reina? — Una gran y preciosa sonrisa se instaló en el perfecto rostro de Malek, quien me observaba comer.

— Torturar a su esposa no es cuidarla. — Hablé con la boca llena.

Mis reclamos no solo le divertían a él, las mujeres que nos brindaban comida y bebida luchaban para contener las sonrisas, pero sus comisuras las delataban.

— No la creí una mujer débil, Elizabeth. — Levantó su mano y la movió levemente hacia las servidoras, quienes entendieron al instante que el rey deseaba que se marcharan.

Malek no volvió a pronunciar ni una sola palabra y tampoco se movió hasta que vio que no quedaba nadie más en el comedor. Solo entonces se levantó de su asiento y comenzó a caminar a pasos lentos hacia donde me encontraba.

— ¿Le parezco débil? — Volví a sonreír forzadamente.

— No, es temible. — Murmuró por lo bajo. — Parece una mujer débil que debe ser protegida por un hombre, pero posee la fuerza de un soldado y una boca peligrosa. Es una reina a la que hay que temer.

— ¿Temible? — Bufé. — Míreme bien, Malek. Soy delgada y pequeña, no le doy miedo a nadie.

— La veo muy bien, Beth. — Aseguró mientras sus ojos me recorrían. — Si ser temible no es de su agrado, puedo decirle que es una mujer exótica. — Cuando llegó a mi lado, alejó la silla de la mesa y se sentó. — Pero sé que tampoco le encanta ser llamada de esa forma.

Mis comisuras se elevaron un poco y no fue por el hecho de que me conociera tan bien, sino porque lentamente el vocabulario del rey iba cambiando, adoptando palabras de mi época y utilizándolas en la suya como si las conociera de toda la vida.

— ¿Por qué sonríe? — Tomó mi copa y la llevó a sus labios para beber un poco del vino que se encontraba en su interior.

— Háblame de tú, Malek. — Tan pronto aquellas palabras salieron de mi boca, el hombre a mi lado comenzó a toser.

— ¿Qué? — Negó repetidas veces con la cabeza.

— Por favor, solo un poco. — Acerqué un pedazo de pollo a su boca y él gustosamente permitió que lo alimentara. — Un poquitito. — Hice un puchero que llamó su atención.

— No. — Cerré los ojos y dejé caer mi cabeza hacia atrás.

Jamás esperé que se negara rotundamente, pero tampoco iba a presionarlo más de lo que ya lo había hecho. Apreté los labios levemente, resignándome a que no volvería a escucharlo hablar sin formalidades.

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Where stories live. Discover now