Capítulo 8. «Recuerdos de la infancia»

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Entonces, Dafaé le pidió a Adaliah que manejara la energía solo con una mano. Ella suspiró, concentrada, y puso una de sus palmas arriba para guiar la energía con una sola mano tal como se lo pidieron. Estaba apunto de intentar algo más mágico, de intentar manejar la energía con su mente, cuando sintió que un tirón le quitó la concentración, como si tomaran la energía de ella y la alejaran a propósito. Entonces, la energía voló y cayó al lago justo como la de Suzzet.

—No tan mal —dijo Raniya. Adaliah hizo una reverencia, seria y un tanto furiosa, al mismo tiempo buscando entre los rostros de los demás participantes a alguien que pareciera culpable por haber frustrado su demostración. Todos parecían mirarla con admiración, no había nadie sospechoso.

Los siguientes pasaron. La mayoría solo logró mantener la energía unos tantos segundos, excepto Yian, que hizo una demostración magnífica, hasta malabares y cambios de forma magníficos, sorprendiendo así a todos.

—¡Es trampa! —se quejó Varia—. Este fue el ejercicio de Dafaé y él ya estaba preparado.

—No hay trampa en esto —explicó Dafaé con gesto serio y sin inmutarse—. Simplemente Yian maneja la energía del espacio naturalmente, así que no le es difícil manejar la magia pura, porque eso es básicamente lo que hace todo el tiempo y para lo que ha entrenado. Dios, Varia, ¿Nunca vas a madurar?

Varia estalló en furia. Su cabello se incendió, alzándose como llamas vivas naranjas, amarillas, y rojizas. Sus ojos, castaños, fulminaron a Dafaé, y el mismo cielo se puso de un color anaranjado, como en el atardecer.

Dafaé mostró su propia furia también. En el agua se mostraron mil y un reflejos de ella, y el cielo tronó, pasando de este brillante color anaranjado a un oscuro negro y violeta.

Raniya rió, divertida.

—Tranquilas, chicas, no quiero tener que reconstruir otra parte del palacio por sus destrozos.

Con eso fue suficiente para silenciarlas. Adaliah tenía el ceño fruncido, miraba a Dafaé como si fuera la primera vez que la tenía frente a ella. A primera vista ella parecía tranquila, simple, y un tanto seria, más si la mirabas bien, es más, llegando a conocerla, mirabas lo peligrosa que podía ser.

Dafaé le devolvió la mirada. Se miraron fijamente entre ellas unos segundos, no como reto, sino más bien como en reconocimiento. Ambas sabían que tenían intereses escondidos que no revelarían ni mucho menos dejarían que fueran detenidos. Ambas querían ganar la guerra.

Después de mirarse entre ellas, Adaliah notó que el alivio recorrió su pecho una vez pudo volver su vista a la competencia o pelea, lo que fuera que estuviera sucediendo. Raniya estaba diciendo algo sobre las puntuaciones y como se resolverían, Adaliah no puso mucha atención.

El día pasó rápido. Comida, cena, entrenamientos, Adaliah siempre estaba ocupada. ¿Cómo iba a hacerle para tener todo listo a buena hora, entregar los platos, entrenar, y aparte mantener una especie de vida social? No lo sabía, más parecía imposible.

Llegó el día siguiente y se levantó justo a tiempo para hacer el desayuno. De cocinar sabía lo básico, además tenía la ayuda del cocinero y sus ayudantes, lo que hacía las cosas menos difíciles. Aún así, para la hora de servir la comida, las cosas se complicaron. Raniya llevó su ego y exigencias hasta un punto crítico, le pedía a Adaliah que se apresurara, criticaba todo, se mantenía inamovible y ruda como nunca.

Adaliah terminó ese día aún más cansada que el anterior. Ni siquiera supo cuando se durmió, más bien notó que despertó en la sala de estar del nivel de Akhor con una manta ya puesta y hasta con una especie de mini desayuno a su lado. Se despertó por el olor del té a su lado, aquel vapor dulce despertaría a cualquiera.

A pasos lentos y cansados avanzó hasta llegar al comedor. Ese día había despertado más temprano, lo que, en su mente, hizo que se sintiera un poco más aliviada porque no terminaría tan apurada como el día anterior.

Las luces estaban encendidas. Adaliah entrecerró los ojos, no sabía que tendría compañía tan temprano.

—¿Ya estás aquí? —una voz conocida llamó su atención, la de Ranik. Él batía una especie de salsa en un gran y brillante cubo, tenía un mandil y sombrero que le hacían ver gracioso. Atrás de él apareció Connor, que parecía estar batiendo algo más y tenía la boca llena de chocolate, haciéndolo ver todavía más curioso que a Ranik.

—¿Qué les dije de...? —Skrain se detuvo en seco al ver que Adaliah ya había llegado a la cocina. Estaba entrando al comedor también, por lo que casi choca la puerta contra ella e incluso puso las manos en su espalda para no caerse. Las cosas que traía en las manos, huevos, verduras, y especias, se detuvieron de caer gracias a su poder del aire, quedando suspendidas a su alrededor.

—¿Qué es esto? —preguntó Adaliah, un tanto incómoda más que sorprendida. Nunca, en todos sus años de vida, alguien había hecho algo así por ella. Nunca. Era una heredera, todo lo que le daban tenía que ver con eso. El deber, el poder.

—Ayuda, tontita —contestó Connor—. Fue idea de Skrain.

Adaliah giró la cabeza para mirarlo. Tenía los ojos grises fijos en ella, callado, como a esperando a ver su reacción. Adaliah tenía la garganta seca, apenas si podía respirar con seguridad. A duras penas, dijo:

—Gracias.

Skrain asintió, y, por su parte, dijo:

—No es nada. Todos pensamos que te veías muy apurada ayer, y Raniya es...

—Todo lo que Amaris no es —dijo Adaliah. El silencio se instaló entre los cuatro, que parecían volver a los recuerdos de aquella niña que los había tenido siempre tan embelesados.

Adaliah nunca había entendido porque Amaris siempre se ganaba el favor de todos, no hasta aquel momento. Por fin pudo notar el porque. Amaris era tranquila, sencilla, y ayudaba a los demás tal como ellos lo estaban haciendo en aquel momento. Amaris siempre era un respiro de aire fresco. Lástima que las cosas hubieran cambiado tanto.

Los cuatro no dijeron mucho más y se pusieron a trabajar. Adaliah no dejaba de sorprender a los tres chicos que habían llegado a ayudarle, los tres notaban que se veía distinta. Era más tranquila, más amable, aunque, al mismo tiempo, igual de sarcástica que antes. Era una combinación un tanto extraña de ver.

El desayuno estuvo listo justo a tiempo, e incluso les dió tiempo de poner unos nuevos centros de mesa y vestirse bien para no parecer desentonados.

Todos parecieron sorprendidos al ver a los tres nuevos ayudantes de Adaliah, más nadie dijo nada. Fue aun más significativo todo lo que sirvieron, la mayoría platos típicos del Reino Luna, de los que Adaliah sabía mucho.

Para Adaliah, por primera vez, comer hizo que se sintiera nostálgica. Extrañaba su hogar.

Murmullos de SkrainWhere stories live. Discover now