Capítulo 26. «La madre de todo»

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Seth los llevó lejos de aquella fiesta unos minutos después. Piperina, Skrain y Adaliah de pronto se encontraron llegando a un gran salón vacío donde dentro había otro elevador más, solo que aquel parecía más grande, vistoso, y adornado.

—Los elevadores de luz teletransportan a todo quien sepa usarlo a cualquier lugar del mundo de los sueños —explicó Merissa, quién de alguna manera seguía ahí con ellos, pero había pasado totalmente desapercibida. Una vez hubieron entrado, ella murmuró—: Suerte.

Seth no parecía estar ahí. Su mirada estaba perdida, tan seria que no parecía el mismo hombre sonriente de siempre. Piperina estaba preocupada. Necesitaban alianzas, más aquellos dioses, tan diferentes y adelantados a ellos, tenían tanto poder y estabilidad que no parecía importarles ni un poco su pequeño y empobrecido mundo.

Seth centró entonces su mirada en ella. Sus ojos eran azules para aquel momento, haciendo que su piel y cabello gris se vieran aún más claras de lo normal. Cómo el elevador era un tanto más grande de que el anterior, él aprovechó la lejanía de Skrain y Adaliah para acercarse a su oído, y murmurar:

—¿Creen ustedes que las alianzas pueden salvarlos? La respuesta es no. Por eso los llevo a conocer a mi madre. Ella es la diosa de la vida. Ella lo sabe todo, y con ella sabrán lo que necesitan para ganar.

—¿No puedes solo decírnoslo? —preguntó Skrain en tono intranquilo. 

—No —Seth rebuscó en sus pantalones, vaciando uno de sus bolsillos. De ahí sacó una especie de tarjeta, y se las enseñó—, sus nombres. La fecha de hoy, y los lugares a los que tienen que ir. Esas son las únicas pistas que mi padre dió, y lo único que podemos hacer. Nadie puede desafiar sus mandatos.

La tarjeta era sencilla. Roja, del tamaño de la palma de la mano. No había nada escrito en ella. Piperina se quedó mirándola fijamente con ojos entornados, Seth sonrió entonces al verla. Le encantaba burlarse de ella.

—No cualquiera puede verlo —musitó burlonamente.

Ella respondió:

—Y tus palabras podrían ser mentiras. ¿Cómo sabemos que no te deleita hacer sufrir a los demás, y qué por eso nos has traído aquí, a sufrir, cuando es el momento más decisivo en nuestro mundo? Quiero regresar a casa.

—No puedes saberlo —respondió él, mirándolo con la misma intensidad que ella lo miraba, Adaliah pensó que tal vez por eso le agradaba, porque tenían carácteres similares. En ambos se veía rebeldía, una inteligencia y valor natos que se unían también en acciones burlonas o sarcásticas que hablaban de su percepción de la vida—. Y tampoco tienes opción. Eres una simple diosesilla en contra de grandes dioses que dominan todo en lo que crees.

Piperina se veía distinta en el mundo de los sueños. Tal vez era eso, o estar cerca de Seth, Adaliah no sabía definirlo con claridad. Sucedía qué, mientras más se acercaba a él, más su cabello y ojos resplandecían. Pareciera que él le diera energía, poder, que su sola presencia cambiara un poco de lo que ella era. Tomando en cuenta eso, el cambio creció aún más cuando ella se acercó a él, tan cerca que podían sentir su respiración. Pequeñas borutas de tierra comenzaron a rodearla, magia verduzca que parecía salir de su interior, y que terminaba convirtiéndose en pequeñas raíces, tierra, e incluso un tanto de viento. Ella parecía atraerlo y crearlo todo, literalmente de la nada.

Skrain le tomó la mano, un impulso por detener lo que sea que estaba intentando hacer. Adaliah sintió una punzada de celos, por un segundo, sabía que ambos habían sentido cosas entre sí un tiempo atrás, que tenían una conexión peculiar al manejar dos poderes prácticamente perdidos. Al siguiente momento, se dió cuenta de lo que estaba pensando, y silenció sus pensamientos. No podía sentirse así.

Murmullos de SkrainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora