👑Capítulo XXV👑

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Malek me observaba con una mezcla de perplejidad y timidez que jamás creí que vería, pero lo entendía. Yo no era así, me costaba demasiado decir lo que pensaba o sentía y él era consciente de ello. Sin embargo, sabía que mis palabras habían sido de su agrado.

Solo bastaba con ver el brillo en su mirada o la forma en la que trataba de contener su sonrisa.

Durante los días siguientes continuamos recorriendo Suram y cuando fue momento de partir, volvimos a ir al centro de peticiones. Salimos de allí tomados de la mano y fuimos a la posada, donde recogimos nuestras pertenencias para poder regresar a nuestro hogar.

El viaje de regreso a Britmongh fue bastante más cansado que el de ida, pero todo ese agotamiento nos sirvió para cuando ingresamos a nuestros respectivos aposentos. Tan pronto nuestros cuerpos tocaron los lechos, caímos rendidos hasta la mañana siguiente. Para mi desgracia, tuve que levantarme más temprano de lo normal para prepararme y desayunar muy bien porque desde ese día comenzaría a tomar clases particulares para ser una reina digna.

Un hombre delgado, de cabello castaño, tez tostada y ojos marrones, llamado Phin, era el encargado de enseñarme todo sobre Britmongh. Debía aprenderme cada detalle como si hubiera nacido en la época y por el puesto que tendría, no tenía márgenes de error. Los métodos de enseñanza de ese hombre no eran los mejores, de hecho, ese señor no tenía paciencia y solía gritarme cuando le hacía alguna pregunta de algo que no lograba comprender del todo.

Después de soportar todo tipo de insultos y malos tratos, dejé de hacer preguntas cuando me lanzó una pluma hacia la cara, objeto que no me golpeó porque lo esquivé a tiempo.

No le comenté a Malek nada al respecto para no sobrecargarlo, sin embargo, no hizo falta que yo abriera la boca. Con el pasar de los días mi entusiasmo por aprender se esfumó y me costaba demasiado levantarme para asistir a las clases.

En uno de esos días en los que Phin era realmente insoportable, me encontré escribiendo en un pergamino mientras él gritaba, tiraba parte de los objetos que estaban sobre la mesa y me arrebataba el envase de la tinta para lanzármelo. Traté de protegerme el rostro lo más rápido que pude antes de que el objeto se estampara compra la pared a mi lado y se rompiera en mil pedazos.

Tenía los ojos fuertemente cerrados y los brazos cubriéndome la cara, pero más allá del susto, no recibí ningún daño. Lo que me sorprendió fue que Phin hubiera dejado de gritar como un demente, de hecho, después de que el envase se hiciera añicos, solo escuché el impacto de algo pesado contra la mesa.

— ¿Quién cree que es? — Mis ojos se abrieron con exageración cuando aquellas palabras cargadas de odio llegaron a mis oídos.

El rey estaba allí y no estaba para nada contento.

— ¿Cómo se atreve a tratar de herir a mi reina? — Masculló entre dientes.

Malek estaba encorvado sobre la mesa mientras sujetaba por el cuello a un Phin pálido y visiblemente asustado.

— M-mi señor...— El hombre intentaba hablar, pero la presión en su cuello se lo impedía.

No podía moverme o emitir ningún tipo de sonido, estaba congelada en mi lugar sin saber qué hacer. Mi cuerpo estaba temblando y tenía un gran nudo en medio de la garganta, pero como pude, puse las manos sobre la mesa y me impulsé hacia arriba para tratar de evitar el asesinato de una persona.

Si no intervenía, si no hacía nada al respecto, Malek iba a matarlo allí mismo. Lo sabía por la forma en la que apretaba el cuello de ese hombre y por cómo lo miraba, aquellos eran los ojos de un hombre que no estaba dispuesto a perdonarle la vida a nadie.

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt