👑Capítulo XIV👑

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Mis comisuras se elevaron rápidamente al pensar en lo afortunada que era. Jamás podría olvidar lo hermoso que era la época medieval, no lograría borrarlo de mi cabeza ni siquiera cuando regresara a mi hogar. Mantendría todos esos recuerdos muy bien guardados en mi mente y en mi corazón.

Una lagrimilla traicionera se deslizó por mi mejilla y la borré de la forma más sutil que pude o eso creí hacer. Sin embargo, él se dio cuenta de mi movimiento e inmediatamente me giró para poder verme.

Su rostro se llenó de preocupación cuando vio que mis ojos estaban cristalizados por las lágrimas acumuladas y eso solo hizo que me sintiera peor. Lo que menos deseaba era preocuparlo con mis tonterías porque a diferencia de mí que solo tenía los problemas de una adolescente normal, él debía encargarse del bienestar de todo un pueblo.

Él no necesitaba ser sobrecargado con mis sentimentalismos.

— ¿Qué ocurre? ¿Se encuentra indispuesta? — Malek trataba de encontrar alguna herida o algo que le dijera lo que sucedía, pero no lograba dar con aquello que provocaba mis lágrimas.

— Lo lamento, no pretendía preocuparlo. — Sorbí mi nariz. — Solo estaba pensando en mi época, pero no hay nada de lo que preocuparse, de verdad. — Me sequé las lágrimas y volví a sorber.

— En sus tiempos la hirieron y, ¿aun así desea regresar? — Asentí levemente e intenté sonreír, pero sabía que aquella mueca forzada no había llegado a mis ojos.

En ese punto de la conversación noté que Malek se veía diferente, pero no era capaz de saber por qué.

— Malek, en mis tiempos hay personas que fueron crueles conmigo, pero también tengo una familia que amo y extraño mucho. Me encantaría volver a ver a mi madre y a mi hermano, deseo poder abrázalos y decirles cuán importantes son para mí. — Susurré con un hilo de voz.

— La ayudaré. — Murmuró. — La ayudaré a volver con su madre y hermano. — Dijo antes de girar la cabeza para no verme.

Cuando llegamos a su castillo estábamos distantes. Cada cual se encontraba pensando en sus cosas y ni siquiera nos dimos las buenas noches como solíamos hacer antes de irnos a nuestras respectivas habitaciones.

No entendía su actitud, no había dicho nada malo sobre su pueblo o que pudiera haber sido ofensivo para él, simplemente fui sincera. Extrañaba mi vida y era completamente normal, no era una estatua de hielo, tenía mis sentimientos.

Si hubiera sabido que se pondría así le habría dicho que me dolía el estómago o algo parecido, pero no creí que hablar de mis sentimientos le fuera a molestar.

Había estado dando vueltas por la cama para ver si lograba conciliar el sueño, pero me resultaba imposible. Aquel colchón que en antaño había sido cómodo y blanco, en esos momentos se sentía como una piedra.

Viendo que no lograría dormir si esa extraña situación continuaba así, decidí bajar y aclarar las cosas. Necesitaba descansar, si no lo hacía al día siguiente mi cuerpo me pasaría factura y no era lo que quería.

— Tú puedes Elizabeth, ese gruñón va a tener que escucharte. — Susurré mientras caminaba de un lado a otro frente a la puerta de su despacho. — No es tan intimidante como crees, ya le has gritado y lanzado un zapato, no te va a encerrar por decirle que es un tonto. Sí, eso. — Inhalé profundo y contuve la respiración antes de tocar la puerta.

— Pase. — Respondió con voz gélida.

Me arrepentí de tocar.

En esos momentos lo único que quería era salir corriendo escaleras arriba y ocultarme entre las mantas, pero no podía. Cerré los ojos fuertemente, inhalé y exhalé con lentitud y abrí la puerta un poco, lo suficiente como para poder entrar. Tan pronto Malek alzó la mirada y me vio ingresando en el despacho, se puso de pie.

Levantarse de su asiento era algo que solía hacer en ocasiones y estaba segura de que no era consciente de ello. Cuando eso sucedía significaba que la persona podía entrar sin recibir un grito por su parte, era como una señal silenciosa e inconsciente que nos daba para que quien ingresara cerrara la puerta con tranquilidad.

— ¿Qué sucede? — Pregunté después de entrar y cerrar la puerta a mis espaldas.

— Nada, debería estar en su aposento. — Su respuesta fue cortante, pero no iba a irme solo porque tenía un molesto nudo en mi garganta.

Detestaba ser tan sensible.

— ¿Está seguro? — Reí secamente. — Creo que esa respuesta acaba de ser el ejemplo perfecto para demostrar que sí sucede algo. — Sus ojos se entrecerraron, pero él no me miraba, sus ojos estaban fijos en el suelo.

— Lamento decirle que ha errado. — Me acerqué a él con pasos rápidos y bruscos y alcé su cabeza con mis manos.

— Dígame que no sucede nada, hágalo mirándome a los ojos. — Ni siquiera abrió la boca para intentar mentirme. — ¿Qué sucede? — Susurré y solo entonces me miró.

— ¿Le parece extraño que no desee que se vaya? — Acaricié suavemente su mejilla con mi pulgar.

Seguía sujetándolo porque temía que si lo liberaba trataría de irse o no sería sincero al hablar.

— No lo sé, ¿siente que es extraño? — Él exhaló ruidosamente.

— Usted dijo que una persona egoísta era alguien que elegía su bienestar sobre todas las cosas, sin importar que eso pudiera afectar a otros. — Asentí lentamente. — ¿Cree que soy egoísta por sentir malestar cuando habla de su familia y dice que desea volver con ellos? — Sonrió, pero aquello no llegó a verse reflejado en su azulada mirada.

— No creo que usted sea egoísta, Malek. — Intentó sacar su rostro de entre mis manos, pero se lo impedí.

— ¿Tampoco cree que sea egoísta desear que sea mi reina? — La respiración se me entrecortó abruptamente tan pronto escuché aquellas palabras.

— ¿Qué? — Susurré, tratando de parecer tranquila a pesar de todo el caos que se formaba en mi interior.

Malek logró alejarse de mí y tomó la misma postura que utilizaba para dar órdenes.

— Lo que escuchó, Elizabeth. Estoy siendo egoísta al desear que me elija sobre su familia. — No supe cómo, cuándo o por qué, pero los pergaminos que había estado revisando terminaron esparcidos por el suelo.

— Malek, no creo estar entendiendo lo que desea decirme. — Él tomó su cabello y comenzó a peinarlo hacia atrás con bastante fuerza, como si tratara de calmar su frustración.

— Elizabeth, no sé si es una mujer muy desatenta o solo está tratando de hacerme perder la cabeza para que no vuelva a decirle mis sentimientos. — Fruncí el ceño.

Las sensaciones causadas por sus palabras bonitas desaparecieron en ese mismo momento.

— ¿Sabe qué? — Reí con sequedad. — Me acabo de arrepentir de venir a verlo para saber si se encontraba bien y para tratar de resolver esto. — Nos señalé a ambos con el dedo índice. — Fue un error tratar de solucionar las cosas, que descanse. — Comencé a caminar a pasos rápidos hacia la puerta y extendí mi mano para abrirla, pero mi muñeca fue atrapada en el acto.

No tuve tiempo para tratar de liberarme, tan pronto su mano se cerró alrededor de mi muñeca él tiró de mí.

— Estoy tratando de hacerle saber que usted me enloquece desde que llegó a mis tierras y no, no es por su belleza exótica, me hace perder la cabeza por cómo es. Por todas las formas posibles he intentado dejarle saber que no la veo como protegida, sino como a una mujer que deseo que reine junto a mí. — Escupió mirándome fijamente a los ojos. — Me molesta que piense en marcharse cuando yo enloquezco cada vez que la veo. 

Destino Medieval© EE #1Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ