👑Capítulo IV👑

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Al día siguiente le saldría un buen morete y esperaba que le doliera mucho.

Solté todo el aire que había estado conteniendo y salí de allí, dejándolo con una mezcla de asombro y confusión. Avancé por el pasillo pisando fuerte y murmurando todo tipo de insultos hasta que salí al exterior del castillo.

Necesitaba tomar aire y de ahí nadie podía sacarme.

Estaba agotada y todo el tiempo deseaba echarme a llorar, pero no iba a hacerlo, me negaba a volver a dejar escapar una sola lágrima y tampoco estaba dispuesta a soportar el mal trato que había estado recibiendo.

Nunca le había hablado a alguien como lo había hecho con ese tal Malek y aunque mi osadía podía costarme mucho, no me arrepentía. Si bien no era una señorita que solía tomar el té los viernes por la tarde mientras levantan su dedo meñique, tampoco era grosera, de hecho, no solía decir palabrotas.

Ese gran tonto había logrado sacar lo peor de mí. Me había deshecho de toda la frustración y coraje que llevaba acumulándose dentro de mí durante todo ese tiempo. Sin embargo, ya que había dicho todo lo que pensaba, no sabía cómo seguir. Me encontraba en un punto muerto y desconocido para mí porque jamás me había enfrentado a alguien, mucho menos a un rey.

¿Cómo saldría de ese lugar? ¿Realmente podría volver a mi hogar o solo me estaba aferrando a ese pensamiento?

Tal vez me encontraba atrapada allí para siempre...

— Señorita... — Giré mi cabeza hacia la derecha y me encontré con Arthur, quien se encontraba de pie a mi lado.

Por el rabillo del ojo pude ver un rey visiblemente molesto. Él daba órdenes a los sirvientes y había sobresaltado a más de uno con sus gritos.

— ¿Sí? — Pregunté, poniendo toda mi atención en el hombre a mi lado.

Arthur era un hombre mayor, lo suficiente como para que su larga cabellera estuviera teñida de un gris platinado. Era alguien alto, pero no demasiado, de hecho, el rey le pasaba en estatura por al menos media cabeza.

— He escuchado las palabras dichas por usted. — Apreté los labios tan pronto escuché eso.

Eso significaba que había ido a regañarme. De ser así, la presencia del rey salvaje tendría sentido porque estaría asegurándose de que su hombre de confianza estuviera cumpliendo con sus órdenes.

Aunque si debía vigilarlo, entonces no debía confiar tanto en Arthur...

— He de decir que comprendo su sentir, pero la forma en la que le habló al señor no fue la correcta. Él es el rey de estas tierras y por lo mismo, merece respeto aunque su actuar no haya sido de su agrado. Se lo pido por su bienestar, señorita. — Bajé la mirada a mis manos antes de contestar.

Arthur me parecía el típico padre o abuelo amoroso. No entendía por qué alguien tan bueno como él estaba fielmente al lado de semejante rey.

— Arthur, lamento decirle esto, pero si ha venido en buscando una disculpa no la encontrará. Su rey me faltó el respeto, ha lastimado mi piel, me privó de mi libertad y me entregó a un hombre como si yo no valiera nada. ¿Su señor está molesto? — Asentí levemente. — Muy bien, yo también lo estoy. Él podrá ser rey, pero eso no le da ningún derecho para tratarme como lo ha estado haciendo porque le recuerdo que no soy parte de su pueblo, no es mi rey. Será mejor que se comporte y asuma como adulto la crítica que se le fue dada. — Señalé hacia donde el hombre de ojos azules se encontraba. — No es un niño. — Arthur pareció contener la respiración antes de que sus comisuras se elevaran un poco.

— Le haré saber su pensar señorita, pero le estaría agradecido si muestra un poco de respeto por el rey. Su majestad se encontraba preocupado por usted después de ver lo que había causado. — Dejando esas palabras en el aire, se dio la vuelta y comenzó a avanzar hacia donde se encontraba su señor.

Fue un muy buen intento por parte de Arthur, pero no me iba a ablandar ni daría mi brazo a torcer.

Sin ser realmente consciente de lo que hacía abracé mis piernas y puse mi cabeza sobre las rodillas. Necesitaba averiguar cómo y por qué había llegado a esa época y el motivo por el cual no podía regresar a mis tiempos.

Me preguntaba si allí donde había nacido, correría el tiempo como lo hacía en la Europa del año quinientos nueve. Me hubiera gustado saber si mi madre se había percatado de mi ausencia. Habría hecho todo por saber si mi madre y hermano se encontraban bien y me hubiera encantado saber en ese mismo instante si algún día podría volver a abrazarlos.

Comencé a estampar suavemente mi frente contra mis rodillas en un torpe intento por controlar el llanto. Inhalé y exhalé hondo mientras alzaba la cabeza y miraba el cielo, perdiéndome nuevamente en mis torpes deseos.

No sabía con exactitud cuántas horas llevaba allí sentada, pero se había hecho de noche y yo seguía ahí, con el trasero entumecido y adolorido hasta más no poder. Prefería mil veces que me doliera la retaguardia y sentir paz mientras la suave brisa rozaba mi piel, a estar en el interior del castillo en medio de una guerra campal de gritos, ordenes, miradas feas y malos tratos.

Era mejor disfrutar de la brisa nocturna y pescar un resfriado a estar calentita, pero enferma de los nervios.

Comencé a tararear una de las canciones que mamá solía cantar cuando cocinaba y poco a poco mi voz se fue quebrando hasta que no fui capaz de hablar. Mis sollozos desgarraron el silencio de la noche justo cuando volví a poner mi cabeza sobre las rodillas y me dejé llevar por la nostalgia.

Si alguien me hubiera dado a escoger entre seguir soportando las crueles y constantes burlas de mis compañeros o dejar a mi familia para viajar a un lugar desconocido, habría elegido ser el centro de las chistes.

Intenté dejar de llorar mientras me repetía que había dicho que no lo volvería a hacer, pero eso solo parecía aumentar mi llanto.

No entendía por qué estaba pasando por aquello si no era valiente, ni siquiera me había atrevido a mirar a los ojos a quienes me habían estado molestando durante años...

Volví a alzar la cabeza para observar el cielo y sonreí levemente. La luna tenía una hermosa luz que iluminaba todo con elegancia y esplendor, era simplemente majestuosa.

— Ay, papá...— Murmuré por lo bajo. — Si aún estuvieras con nosotros y vieras lo llorona que soy estarías burlándote de mí, lo sé. Posiblemente me habrías dicho lo tonto que es que estuviera llorando en esta situación cuando no derramaba ni una sola lágrima cuando me empujaban y tiraban de mi cabello. — Sorbí mi nariz. — Y yo me reiría porque tendrías razón. Incluso quiero reírme ahora, porque estoy pensando en lo que hubiera pasado si hace dos años no hubieras tenido que partir de nuestras vidas. — Reí sin pizca de gracia. — Es gracioso y patético pensar que podrías contestarme cuando ni siquiera... Cuando ni siquiera he ido a visitarte al cementerio desde que te dimos el último adiós. — Volví a sorber mi nariz. — Me gustaría reír, pero no puedo hacerlo.

Necesitaba conocer el motivo por el cual me encontraba allí, pero no sabía por dónde debía comenzar a buscar.

Destino Medieval© EE #1 [En Edición]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt