La casa aún permanecía en absoluto silencio, ni una sola señal de presencia en ella. Sage se vistió con ropa ligera y salió al pasillo en el cual desembocaba su habitación, pero permaneció inmóvil. ¿Alguien los habría visto?, inevitablemente volvió a sonrojarse y maldijo por ello. ¿Sabrían qué pasó la noche junto a alguien que no es Cameron?. Sage volvió a adentrarse en su habitación y se frotó el rostro con frustración. Tal ves estaba exagerando y se trataba de una muy mala coincidencia, pero joder eso ni ella misma se lo creería.

Es que no podía ser cierto, ¿cómo es que después de tanto lo había vuelto a ver?, y peor aún, ¿cómo es que había terminado en su habitación?

Los nervios volvieron a invadirla, en una mezcla con enojo y entonces tomó su teléfono. Pareció dudar por unos cuantos segundos de lo que haría a continuación, pero tomó un pequeño bolso, las llaves de su auto y salió de casa.

Maldijo al ser enviada al buzón de voz mientras de prisa llegaba a su auto y optó por escribir un corto mensaje. De inmediato recibió respuesta y entonces supo hacia dónde ir.

Vale, sabía que estaba tomando una decisión algo imprevista tras una noche totalmente desmedida, pero necesitaba saber qué había ocurrido y no estaría tranquila consigo misma hasta obtener respuestas. Tenía el corazón acelerado, ¿y quién no?, se rehusaba a creer que había sido capaz de hacerle algo así a Cameron, eso iba en contra de sus principios y de quien era ella. Jamás lo hubiese hecho y jamás lo haría, pero ahora se encontraba con una resaca de los infiernos e inundada de recuerdos eróticos sobre la noche anterior con alguien que no era su novio. No podía lidiar con ello; de hecho ya se odiaba a sí misma. Necesitaba saber que estaba perdiendo la cabeza, esperaba que fuese así. No habría respuesta que la aliviase más en estos momentos.

Al cabo de veinte minutos se estacionó frente a una casa. Apagó el motor de su auto y permaneció pensativa contra el asiento del respaldar. Se mordió las uñas y, al percatarse del impaciente movimiento en su pierna derecha, el enojo volvió a resurgir en ella y bajó del auto. Caminó decidida por la entrada y una vez que se encontró en el pórtico tocó el timbre una vez. Pasaron unos cuantos segundos y al no ver que nadie se asomase por la puerta decidió tocar otra vez. Unos segundos más y golpeó la puerta.

Entonces la puerta se abrió.


—¿Dónde está? —preguntó ella a secas.


Chad Collins, quien se encontraba frente a ella del otro lado del umbral, la observó completamente extrañado. Había abierto la puerta con intención de maldecir la impaciencia de quien sea que estuviese tocando el timbre, pero al verla, quedó atónito. Sage lo miró fijamente, esperando una respuesta y entonces él se incorporó en sus sentidos.


—Al fondo a la derecha—le dejó saber y se hizo a un lado dejándola ingresar sin cuestionar más. Estaba desorientado por su presencia, pero aún somnoliento y embriagado como para preocuparse por los asuntos de su amigo.


Sage ingresó sin más a la casa de Collins y caminó de prisa hasta llegar al el corredor. Chad, un poco aturdido, cerró la puerta y se dejó caer nuevamente sobre el mueble. Ella, bastante decidida llegó hacia el final del pasillo y sin hacer notar su presencia, abrió la puerta.

Entonces lo tuvo en frente.


—¿Puedo llamarte después? —dijo él al teléfono cuando que se percató de su presencia, evidentemente sorprendido de verla—Vale, gracias—dijo y colgó.

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