EXTRA #2: Una promesa encantada (Angus, CaDion, DrustaMi)

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¿A qué se refería Angus con devolver el libro? ¿Devolverlo a dónde?

La mirada de Dion recorrió el espacio, que comenzaba a iluminarse con las primeras luces del día. El lugar, restaurado para adaptarse a Casio y a él, era una mezcla del mundo feérico con el de los humanos: flores y hierbas que nacían de las uniones de las piedras de las paredes; esferas luminosas de las hadas que flotaban en el aire; pequeños adornos y muebles tallados, traídos del castillo. La atención de Dion fue hacia una estantería con algunos tomos, que se asomaba entre unas enredaderas. Aunque la mayoría de ellos pertenecían a Casio, allí estaba también el libro de cuentos que Dion había tomado prestado de la casa de Angus.

—¿Qué crees que signifique el sueño? —le preguntó Dion a Casio más tarde. En su regazo tenía el libro de Angus, abierto en una página ilustrada que mostraba un colorido jardín repleto de pequeñas hadas, no tan distinto del patio donde acababan de desayunar.

—¿Quizá podrías preguntarle a Nora? No sé mucho de asuntos de magos...

—¿Seguro que no? —Con los ojos entrecerrados, Dion tomó la mano de Casio. Cuando sus dedos se entrelazaron, esta vibró al ritmo de una corriente repentina de magia que se abrió paso a través de la piel de Dion hacia su interior y lo hizo estremecer.

La sorpresa debió ser visible en su rostro, porque los ojos de Casio se agrandaron con alarma.

—¿Estás bien?

A veces, la magia de Casio se salía un poco de control. Según Neleb, esto era normal en los niños humanos que nacían con ella y debían aprender a usarla. A pesar de que Casio fuese un adulto, el despertar de su magia era reciente todavía: alguna vez había hecho volar objetos o había encendido un pequeño fuego sin querer.

A Dion no le molestaban los pequeños accidentes, sin embargo. Se recostó en el pasto y puso una mano sobre la nuca de Casio, para invitarlo a acercarse.

—Sí —dijo, cuando sus labios estaban a punto de rozarse—. Me gustó cómo se sintió.

El beso que le siguió estuvo cargado del mismo tipo de electricidad, ahora intencional, para el que Casio había venido desarrollando un talento único. No se sentía solo en su boca, sino que hacía eco en todo su cuerpo. Dion, por su parte, invocó un viento que alejó a las criaturas que los observaban.

Todo Casio se sentía eléctrico. Tocar su piel, calurosa y palpitante, provocó una reacción en cadena sobre la de Dion. No se resistió a las sensaciones, sino que se entregó por completo al hormigueo placentero que acompañaba cada roce. Su magia respondió preparándose para la unión de ambos, que iba más allá de sus cuerpos. Cuando estaban juntos, las fronteras que los dividían desaparecían, y los dos pasaban a ser parte de la tierra, del bosque, del aire que los rodeaba.

Tenía sentido que el libro de Angus hubiera quedado momentáneamente de lado, pero al volver a la realidad, Dion decidió tomar acciones al respecto, y esa misma tarde se dirigió a la ciudad para consultar con Nora.

Para entonces, el castillo de Casio —del que él conservaba solo un área de trabajo y su antigua habitación— estaba siendo preparado para convertirse en un centro de formación de magos. Luego de atravesar los jardines, agitados por el ir y venir de la gente que trabajaba en su renovación, Dion encontró el camino hacia el interior del edificio, mucho más silencioso y fresco. Mientras recorría el pasillo que llevaba al estudio de Nora, Dion escuchó una voz entusiasta que salía de detrás de una puerta entreabierta, y otra susurrante que le pedía que tuviera más cuidado al hablar.

—¿Por qué estás tan colorado? —preguntó la voz animada, a la que Dion reconoció como la de Drustan—. ¿Qué dice?

Quien respondió fue Arami, tartamudeando:

El príncipe de las hadas (completa)Where stories live. Discover now