Capítulo 6. «Presentaciones, reencuentros, y pláticas»

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Connor se veía radiante, limpio, y hasta maduro. Adaliah lo había visto antes de que muriera, y sí, no se veía nada bien antes, pero aún seguía siendo un joven, tenía un rostro inocente cuando se fue, de niño. ¿Podía alguien cambiar tanto aún después de la muerte?

Los dos amigos de abrazaron, y ella no pudo evitar sonreír de forma incómoda, aún más cuando Alannah pareció huirle a Connor como si fuera una leprosa o algo parecido. Tal vez a la antigua versión de ella le hubiera parecido divertido, más, a la nueva, le parecía patético. Patético que Alannah reviviera para ser el juguete de los dioses, patético que la muerte fuera tan dolorosa y simple al mismo tiempo.

Adaliah miró a Alannah llegar hasta los gemelos, que la hicieron sentarse y comenzaron a acariciarle el cabello de forma extraña. Los dos estaban demasiado coordinados. Juntos le quitaron a Alannah el cabello del cuello y la cara, para después comenzar a acariciarle el cuello de una forma aún más extraña e incómoda. Adaliah enfocó la mirada, notando como Alannah tenía una enorme cicatriz en el cuello, la señal que aún la acompañaba, las evidencias de la forma en que Piperina la había derrotado.

-Concéntrate en mí, Adaliah, que para eso te he traído -Akhor jaló a Adaliah de la muñeca, acercándola a él, que divertido la fulminó con aquellos ojos claros-. Sé que tienes conocidos, más no me importa por el momento, ¿Entiendes?

-¿Por el momento? -Adaliah se soltó de su agarre, luego, en tono molesto, contestó-, creí que no me forzarías a hacer cosas que no quisiera hacer. ¿Tengo qué aguantarte a tí y a tú prepotencia todo el tiempo que esté aquí?

-Sí -contestó él. Pasó una mano por su cabello, ese lacio y casi blanco cabello, y la miró de manera tan intensa que a ella se le cortó la respiración-. Este soy yo. A este tienes que soportar. Siendo así, acéptalo, por todos los dioses.

Adaliah frunció el ceño y desvió su mirada hacia Connor y Ranik, que la observaban desde lo lejos con mirada fuerte y decidida. Parecían enojados, tal vez estarían dispuestos a ayudarla. Aún así, ella negó con la cabeza para minimizar las acciones de Akhor. Era un niño mimado y había que darle por su lado.

-Creí que para ti era más divertido jugar -dijo. Le pasó una mano por la solapa de su traje, acariciando de subida y bajada, y haciendo que, aparentemente, se relajara-. Conseguir mi atención de a poco.

-Pues sí -contestó él, se alejó entonces de ella, y luego completó-: Vamos a cenar.

Las puertas del lado este del salón se abrieron entonces, de par en par, dejándolos pasar hacia el elegante comedor que los esperaba. La mesa estaba servida ya, tantos platos que Adaliah no los podía ni contar. Varios de los asistentes que no competían se presentaron con ella, parecían entusiasmados y alegres, era fácil tratarlos, semejante a la sociedad con la que Adaliah se juntaba en su hogar.

La mayoría de los semidioses eran hijos de los dioses menores, como de Arahn, diosa de las bestias, o los gemelos, incluso había hijos de Consus o Dafaé. El que más le llamó la atención a Adaliah fue uno llamado Ianor, que era hijo de Consus y Dafaé, por lo tanto venía siendo una especie de dios menor, pero que no tenía tanto poder como los otros veinticuatro, era el dios de la suerte. También estaba Leo, hijo de Virnea y Consus, que en un tiempo, (demasiado lejano), habían sido esposos.

Leo y Ianor eran mejores amigos. Iban de un lado al otro, juntos, reían y hacían comentarios sarcásticos, así como también se sentaron uno al lado del otro en la cena.

Por su parte, Alannah disimuló la manera en que siguió a Connor, más no disimuló cuando llegó a sentarse a su lado. No sé dirigieron ni una palabra durante la cena, más ella lo miraba, fijo, con evidente culpa.

Murmullos de SkrainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora