—Lo siento. — me encojo de hombros restándole importancia.

—Bueno, ¿eres consciente de todo lo que se viene?

—Si, un poco.

—Johann se encargó de hundir tu carrera solo un poquito.

–¿Solo un poquito? — reí sarcástica —. Ese malnacido dijo que yo ocupaba el lugar que ocupo gracias a que me acosté con un sinfín de magnates.

—Entre ellos yo. — dice con una sonrisa socarrona en el rostro.


—Si, entre ellos tú. — bufo cruzándome de brazos—. Si hablo ahora con la prensa no se van a creer una mierda.

—Por eso no lo harás tú. — dijo con firmeza—. Seré yo quien hable, a mi si me van a creer porque no les queda otro remedio. Mientras tanto ya puedes ir haciéndote con las grabaciones de las cámaras de tu empresa, esas escenas tuvieron que quedar grabadas.


—Ya mandé a revisar eso pero las cámaras de su oficina estuvieron apagadas en todo momento.


—No es tan listo como para eso. — maldijo por lo bajo—. Piensa, Fiamma, ¿si estuvieras a cargo de una empresa que no es tuya y te estás liando con una de las empleadas en donde...?

Ambos nos miramos fijamente durante unos segundos, un pequeño "click" se escucha en nuestras mentes cuando los dos gritamos la misma respuesta.

—¡Tu oficina!

—¡Mi oficina!

—Tus empleados han tenido sexo en tu oficina, ¿algo que decir al respecto?

—Es la fantasía sexual de cualquiera, no puedo culparlos. — muerdo mi labio inferior, solo estaba bromeando con él.

—¿Tú fantasía sexual es la misma?

—Me encantaría tener sexo en mi oficina. — declaro con una sonrisa en el rostro, nunca me había imaginado tal cosa pero decirlo ahora sonaba incluso excitante.

—¿Y en la mía?

—¿Contigo?

—Conmigo. — afirma sonriendo, entonces ambos nos echamos a reír como si no hubiera un mañana.

—Suficiente, Pimentel. — lo miro negando con la cabeza—. Me encargaré de revisar las cámaras de seguridad de mi oficina, en cuanto tenga algo no dudaré en avisarte.

—Perfecto, cuanto antes tengamos tu tema solucionado antes podremos centrarnos en lo importante.

—¿Qué es lo importante?

—Nuestros negocios, Fiamma. — alza una ceja en mi dirección —. Tenemos una alianza que firmar.

—¿Ahora quieres que seamos socios?

—Todavía no estoy del todo seguro. — se encogió de hombros —. Pero eres una mujer increíble, digna de mucho éxito.

—Me halaga, señor Pimentel.

—Un placer, señorita D'Altrui.

Su mano hace contacto con la mía antes de llevársela a sus labios y depositar un beso en ella.

—Nos vemos, llámame para cualquier cosa. — murmura—. Y hablo en serio cuando digo cualquier cosa.

—No me jodas, no soy una niña pequeña. — pongo los ojos en blanco —. Sabré apañármelas.

—No dudo de eso. — sonríe de lado—. Te acompaño a salida, ten cuidado con la prensa.

—Créeme que lo tendré. — aseguro, salimos de su oficina y volvemos a adentrarnos en el ascensor. Las puertas se abren en el primer piso y puedo respirar nuevamente—. Hasta pronto.

Sin esperar respuesta camino con total firmeza hasta llegar a la salida, nada más abrir las puertas me encuentro a decenas de reporteros tratando de buscar su exclusiva. Como es de esperar no hablo con ninguno de ellos, me limito a sonreír y caminar de vuelta hacia mi auto.

Me paso por mi empresa para poder revisar lo acordado, la pantalla de mi ordenador me muestra las imágenes que tanto ansiaba ver. Johann besando a una de mis empleadas mientras la aprisiona contra el enorme ventanal que tiene vistas a toda la ciudad. Decido cortar el vídeo porque sé lo que viene después, grabaciones parecidas aparecen en los siguientes días pero con diferentes chicas.

—No me lo puedo creer. — suelto con rabia, guardo un par de vídeos y apago el ordenador. Mis codos se apoyan en el duro material del que está hecho el escritorio, acomodo mi cabeza sobre mis manos y suspiro pesadamente.

Magnate Pimentel Where stories live. Discover now